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Un cumpleaños en el fin del mundo

El cumpleaños que pueda recordar por la eternidad, y el único que me vuelve a la mente es mi cumpleaños número 22.

Por: Guadalupe García Figueroa (México, D.F.)

He pasado pensando, a mis cortos 24 años, cuál ha sido el cumpleaños más representativo que haya tenido en mi vida, el cumpleaños que pueda recordar por la eternidad, y el único que me vuelve a la mente es mi cumpleaños número 22, ese cumpleaños donde ya puedes disfrutar de tu mayoría de edad por todo el planeta, ese cumpleaños me tocó pasarlo, literal, en el fin del mundo, Patagonia chilena, Torres del Paine.

Yo llegué a Santiago de Chile un 6 de diciembre del 2013, después de hacer circo, maroma y teatro para que permitieran aceptarme hacer un tour por Torres del Paine, porque mi principal objetivo de mi viaje a Chile era visitar a mi mejor amiga durante sus vacaciones, después de su intercambio a Santiago.

Llegando a Santiago preparamos todo lo restante para realizar la famosa W, cosa que nosotras y sobretodo yo, sin tener suficiente condición física, no sabía que era el esfuerzo que me esperaba.

Llegamos a Casa Lili, un hostal en Punta Arenas, donde pasamos noches amenas porque estaba en vísperas de festejar mi cumpleaños.

Torres de Paine pasó sin ningún contratiempo, la visita a las Torres fue hermosa en el primer día de la caminata, hasta que llegó el penúltimo día, 10 de diciembre, mi cumpleaños; yo para ese entonces ya no aguantaba más mi espalda y el frío, la humedad y el aire de la Patagonia no jugaban a mi favor. Me disponía a terminar de cenar en mi última noche en el campamento junto a la última parada, el glaciar Grey, cansada, sin ilusiones pensando yo que era el peor cumpleaños de mi vida, cuando veo entrar a mi mejor amiga con un pastel, una vela, una coca cola y un chocolate caliente, vaya se me iluminó el rostro, me sentí en casa, y todavía mi corazón se alegró más al escuchar el happy birthday de personas de todas las nacionalidades cantando al unísono, no pude evitar que corrieran por mi rostro unas lágrimas de felicidad, desde ese entonces pienso que cualquier esfuerzo vale la pena, siempre la recompensa es muy gratificante, y son de las experiencias que uno siempre lleva consigo.

Hasta el día de hoy ese cumpleaños no se supera con nada, espero regresar pronto al fin del mundo chileno, volver a encontrar a las amistades que deje allá, y volver a disfrutar de ese ambiente cálido como si estuviera en casa.

Gracias Alan por recordarme después de poco más de un año, lo que es pisar Torres del Paine. Todo viajero tiene que tener un punto para parar en este lugar.

Miriam

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