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La aventura de mi vida

Por: Alberto Solís

Hace apenas un mes que llegué de uno de los viajes más largos y el primero que hago completamente solo. La verdad siempre había querido ir a Europa pero por diferentes razones, como dinero, tiempo, estudios, trabajo; no había podido, pero me prometí a mi mismo que antes de cumplir 30 años lo haría, así que tomé la decisión de renunciar a mi trabajo en Cancún y con ayuda del destino, mi sueño de toda la vida se hizo realidad.

Las redes sociales son mi mundo, así que decidí tomar ventaja de eso para que mi viaje me saliera muy económico y al mismo tiempo ¡para encontrar amigos nuevos! Utilicé todas las “apps” que sabía y otras que se fueron sumando, pero las principales que me ayudaron a sobrevivir en esta travesía fueron: Couchsurfing, Bla Bla Car, Uber, Flixbus, Go euro, Worldpackers, Instagram, Facebook, Hostel World y Wifi Map.

Encontré un vuelo bastante accesible saliendo desde Cancún con destino a Londres, ¡primera ciudad de las 25 que conocería!

El primer Couchsurfer fue un británico que hablaba español. Aunque sólo me quedé 2 días, él me llevó a visitar prácticamente los principales sitios turísticos como el Big Ben, el Palacio de Buckingham, el London Eye, y entre otros más donde acude la gente local. Exprimí mi tiempo al máximo en tierras británicas y de allá partí en avión a la madre patria, Madrid.

Desde el primer momento,la bellísima capital de España me robó el aliento por la calidad de su gente, su gastronomía, sus bellos monumentos, edificaciones y por supuesto ¡por su peculiar acento! Por momentos me sentía en la Ciudad de México pero más renovada y educada.

Tuve la fortuna de encontrar a dos couchsurfers que me albergaron los siete días que estuve allá y que sin duda hicieron que mi experiencia fuera única. Uno de ellos me llevó en moto a recorrerla y justo en la puesta de sol me encontré con la majestuosa Puerta de Alcalá, fue un momento muy especial. Probé todo tipo de tapas en chueca, me emborraché con cañas, hice shopping en Gran Vía y hasta intenté bailar como español en la famosa Plaza del Sol, simplemente me divertí como nunca. Supuse que Madrid acabaría estando en mi “top 5” al final de mi viaje , aunque me faltaban muchos países y ciudades por visitar.

A partir de este momento empecé a viajar en transporte terrestre para ahorrar dinero y para admirar los bellos paisajes que nos puede dar Europa, así que me preparé mental y físicamente y me senté por muchas horas hasta llegar a la ciudad de la luz y del amor, así es, París.

En este lugar por excelencia me desgasté los zapatos para recorrer cada esquina y admiré la imponente Torre Eiffel, por 5 horas. Debo confesar que una pequeña pero significativa lágrima recorrió mi mejilla derecha haciéndome sentir completamente feliz. También en este lugar, 2 parisinos me recibieron en sus hogares e hicieron que por 7 días me sintiera como un verdadero local. Yo hablo francés y debo confesar que muchos de los habitantes de esta capital son fríos y no muy amigables, pero ni eso hizo que no me terminara enamorando de su comida (especialmente de la tartiflette) y de su arquitectura reflejada en muchas de sus construcciones como el Arc de Triomphe y el Musée du Louvre y de sus iglesias como Sacré Coeur y Notre Dame.

Con mucha tristeza de dejarla pero con toda la felicidad por haberla conocido me dirigí a mi cuarto destino, la hermosa Bélgica, país que me adoptó por 30 días, y es que allá me arriesgué a utilizar por primera vez el sistema de Worldpackers. La ciudad elegida fue Gante, ya que quería un lugar que quedara cerca de otros para poder conocerlos en mis “day off”, y ¡vaya que fue una excelente opción! pues tuve la suerte de encontrarme con mexicanos viviendo allá, mismos que me enseñaron todos los misterios y secretos de esta ciudad medieval. Cabe mencionar que también hice muchísimas amistades en aquel país, mismas que hoy día son grandes hermanos.

En mis 3 días libres que tenía por semana visité ciudades como Amberes, Brujas, Bruselas, muchos pueblos y hasta conocí Lille en Francia que es como una pequeña París. En mi última semana en Gante recargué las baterías de mi cámara y de mi cuerpo para visitar por 3 días Ámsterdam, una ciudad tolerante y controversial. Descubrí que hay más bicicletas que habitantes y hasta fumé marihuana en uno de sus coffeshops que hay por toda la ciudad. Viví días de fiesta y rompí las reglas de mi viaje dejándome llevar por el momento.

El Couchsurfer que me hospedó resultó ser un famoso conductor de televisión así que entré a muchos lugares como VIP, algo que nunca imaginé. Me despedí de esta energética ciudad con ganas de seguir conociéndola en un futuro. De regreso a Bélgica, mis últimas horas, fueron, por decirlo de alguna manera, angustiantes. Durante todo mi viaje mis destinos los fui planeando uno o días antes de retirarme de cada locación y el 21 de marzo decidí comprar un vuelo en una aerolínea de bajo costo con rumbo a Praga, para el día siguiente, mi sorpresa fue que la página rechazaba mis 3 tarjetas, así que decidí esperarme unas horas para refrescar la página y en la tarde cuando me conecté de nuevo, el mismo vuelo ya había subido de precio, casi el doble , y en un último minuto tome la decisión de viajar 15 horas en autobús. Quien iba a pensar que el destino me salvaría de los atentados trágicos de Bruselas pues el vuelo que iba a tomar salía a la misma hora y del mismo aeropuerto donde sucedió la pesadilla. Al llegar a la capital de la República Checa y al enterarme de la noticia me puse muy nervioso, pero afortunadamente el nuevo Couchsurfer me tranquilizó diciéndome que me encontraba en una ciudad segura, lo cual pude comprobar.

Disfruté Praga al máximo, me perdí y me volví a encontrar, cada día la ciudad superaba todo lo que me habían contado de ella. Su principal castillo llamado Pražský hrad, el Charles Bridge, su dancing House y toda la magia que encierra este lugar fungieron de fondo perfecto para tomar miles de fotos. Debo admitir que ya en este punto extrañaba comer picante y frijoles, así que encontré de pura casualidad un lugar mexicano llamado “Burrito loco” atendido por 2 “chilangos” y ¡probé los mejores sopes que he comido en mi vida! Después de disfrutar de unos días inolvidables en Praga tenía que decirle adiós ya que tenía una cita pendiente con la capital de Slovakia, la bella, tranquila y grata Bratislava.

La ciudad la puedes conocer en 1 día, así que aproveché el “free walking tour” para absorber toda su historia ( por lo general la gente deja una propina que va entre 5 y 10 euros) . Aunque sólo me quedé 1 día, el Couchsurfer fungió también de guía por la noche y me narró interesantes relatos acerca de su ciudad. Al día siguiente caminé a la estación de autobuses para trasladarme a un país al que no quería ir, y ¡que gran error hubiera cometido! porque Hungría vino a desplazar a todos los países que había visitado hasta el momento.

A pesar que tuve un inicio no muy grato, porque llegué justo al inicio de un partido de football de la selección húngara, y la estación de autobuses estaba justo enfrente del estadio, por consecuencia el metro estaba muy lleno y aquello era un caos. Me encontré a 2 mexicanas y a 1 coreano-brasileño; no sabíamos cómo se manejaba el metro, a ellos se les había olvidado sellar su ticket y antes de salir les revisaron su boleto y como no lo tenían sellado, hicieron que pagarán 60 euros cada quien. Yo por suerte compré el ticket de 48 horas. A unos pasos de la salida del metro, una bicicleta casi me arrolla, pero a pesar de todo esto, la mala experiencia se borró fácilmente cuando descubrí que su capital, Budapest, es bestialmente impactante, allá pude visitar el Parlamento, el Templo Buda, la Citadella, el río Danubio, el mercado, entre muchos otros lugares.

Caminé por sus puentes y nunca me cansé, era tanta mi emoción y ganas de conocerla que decidí modificar el plan y 2 días se convirtieron en 10. Al tratarse de una ciudad donde la moneda no es el euro, me facilitó poder gastar unos pesos de más, me hospedé en un hostal de nombre “Cinema” y por sólo 6 euros por noche tenía derecho hasta entrar a la sala de cine.

Lo mejor fue su gastronomía, que es muy parecida a la mexicana, nunca pensé que a los húngaros les gustara el picante y que preparasen platillos casi iguales a los del sur de México. Y para no romper con una tradición que tengo, me enfermé de gripa con fiebre y gracias a un par de gemelas coreanas y sus medicamentos pude recuperarme. En mi última noche en Budapest decidí simplemente admirarla bajo la luz de la luna llena que hizo ese día, ¡fue algo único poder platicar conmigo mismo teniendo de testigo el río Danubio!

A la mañana siguiente empaqué mis maletas con rumbo a Viena, en Austria, donde me esperaba mi siguiente Couchsurfer ,que aún con muletas me fue a recoger a la estación de autobuses, lo cual le agradezco muchísimo. Al llegar a su casa me presentó a su novia, una guapísima ex modelo slovaka que había vivido en la Ciudad de México por 2 años, así que fue rápido crear un vínculo de amistad. Ellos no quisieron que nadie más me mostrara su ciudad, así que por muchas horas me dieron un recorrido por la hermosa Viena, aunque preferí no darme lujos ya que el lugar es un poco caro.

Por fin llegaba el turno de visitar la grandísima Alemania, opté por ir a Munich, un amigo de un programa de intercambio que hice años atrás fue el que me albergó en esta emblemática ciudad. Nos quedamos en una casa estudiantil alemana, así que pude convivir con jóvenes alemanes de mi edad, que a diferencia de lo que la gente piensa , son extremadamente buena onda y se ríen por todo. Comí el verdadero pretzel y tomé una original cerveza alemana mientras admiraba su plaza principal llamada Marienplat, y ante las campanadas del mediodía prometí regresar al Oktoberfest un día no muy lejano. Después de 5 incomparables días en tierras alemanas el rumbo de mi viaje se tornaría completamente diferente, ya que conocería el país que acabaría siendo el número uno de todo mi viaje, así es, hablo de la bellísima Italia, que desde el primer momento me recibió con los brazos abiertos, y me hizo sentir como un verdadero “ragazzo”.

El primer punto a visitar fue Verona, la tierra de Romeo y Julieta, donde pude comprobar que el sistema de couchsurfing es recíproco, pues un par de italianos que había albergado en Cancún meses atrás, ahora les tocaba ser anfitriones. Me recibieron con tiramisú casero y vino. Al despertarnos me propusieron ir a comprar comida a un auténtico mercado italiano, donde comprobé que no es un mito que a la hora de vestir los italianos son los más “fashion” de todo Europa, aún para ir a la “tiendita” de la esquina. Su manera de expresarse y el sonido de su lengua hizo que adoptara palabras casi instantáneamente, mismas que pienso incluirlas a mi diccionario particular.

Probé un original gelato, brindé con spritz (bebida popular que funciona como aperitivo) al lado de nuevos amigos en un bar en la Piazza delle Erbe, y hasta pude observar una postal viviente en la cima de la Piazzale Castel San Pietro admirando todo el esplendor de esta ciudad romántica.

La alegría de conocer nuevos lugares en Italia me llevaron en mi primer tren europeo hacia la única e incomparable Venecia, la ciudad de los canales, donde probé una verdadera pizza italiana y me dejé conquistar por el encanto de su Piazza San Marco. El día era perfecto, así que me dejé llevar por un laberinto de calles que sólo conducían a lugares hermosos e indescriptibles. Bastó sólo un par de horas para caer rendido a sus pies, y ya para antes del anochecer, regresé a Verona para pernoctar y dirigirme a mi siguiente destino que fue Milán, en esta capital de la moda una gran amiga me dio hospedaje y me llevó a recorrer todas sus calles, incluyendo el magistral Duomo di Milano, y por la noche me llevó, junto con su esposo, a cenar a una tradicional pizzería italiana. Esa noche intenté descansar pero los nervios y la ansiedad no me dejaron, ya que la ciudad que me esperaba al día siguiente era la gran Roma.

A pesar de que la ciudad es algo sucia, llena de graffittis por todos lados y un poco caótica, posee algo especial que ninguna ciudad más tiene, y es simplemente magia, es una máquina del tiempo que te transporta al pasado en cada una de sus calles. Las personas que conocí fueron extremadamente amigables conmigo y siempre quisieron ayudarme en todo momento, el Couchsurfer pasó de ser un extraño a un gran amigo, al quien ya espero en México; me reencontré con viejos amigos que hicieron que mi visita fuera aún más especial, caminé sus calles de la mejor manera que se puede recorrer Roma, de madrugada, lejos del bullicio de los turistas y ahí, justo enfrente de la Fontana di Trevi, me juré regresar muy pronto, y para sellar ese pacto lancé mi moneda tal y como lo dicta la tradición. Después caminé hacia encontrarme al Coliseo, donde un grupo de cumpleañeros me invitaron a celebrar con ellos ese día tan memorable.

Por todo lo que mis ojos vieron, por la esencia, su historia, su gente, sus calles y su magia, Roma se convirtió fácilmente en la ciudad por excelencia en este viaje tan largo por el viejo continente. Llegaba el momento de decirle “arrivederci” a Italia, para hacer una pequeña escala de 2 días en Nice, Francia.

En Nice, constaté porque la Riviera Francesa es un destino de playa tan codiciado en Europa. El hostal que escogí esta vez fue el “Antares hostel”, que increíblemente parecía un hotel. Encontré un vuelo muy barato que me llevó a la penúltima ciudad de este viaje, la cual fue la cosmopolita Barcelona, todo mundo me decía que era un destino obligado, así que no lo pensé 2 veces y me dejé llevar por el encanto de Ghandi, de la Barceloneta y de su playa. Para dormir elegí el hostal más hispter que he visitado de nombre ” the hipstel”, ubicado a 3 calles de la Plaza Catalunya.

A los minutos de registrarme hice amistad con una francesa que me sirvió de compañera por todos los rincones de esta popular ciudad, y así entre vagones de metro pudimos encontrar la Sagrada Familia, lugar que sin duda se quedó almacenado en mi chip cerebral para toda la vida y hasta ayudé a un pequeño pajarito lastimado de su patita, le dimos de comer, de beber y lo llevamos a un parque, a los pocos segundos ya estaba custodiado por más pájaros y nos sentimos muy agradecidos por aquel momento vivido.

Días después tenía reservado un vuelo para la última ciudad y la favorita de muchos viajeros, me refiero a Dublín. Mis amigos mexicanos me recibieron con micheladas y burritos, y aunque dicen que son pocos los días de sol, la ciudad me recibió con un día espectacular. Aunque los días posteriores el frío me habría de consumir, no dejé de explorar sus bellos paisajes naturales como la montaña de Bray, los jardines del castillo de Malahide, o el inmenso parque de Phoenix donde tuve la fortuna de alimentar a una manada de venados.

¡Entre pubs y cerveza me despedí de Irlanda para regresar a mi México querido! Esperaré con ansias hasta que el reloj marque la hora de volver a embarcar a este extraordinario continente. Muchas gracias al vídeo inspirador “Gracias 2014 y 2015” de Alan Estrada y a él por ser mi cómplice sin saberlo en esta gran aventura que viví.  Ahora el panorama de vida se abre mucho más y las ganas de conocer más rincones del mundo empieza a ser una motivación para sentirme vivo. Este viaje me dejó una experiencia de vida que recordaré siempre hasta el día que esté a punto de morir, comprobé que lo mejor de la vida está allá afuera y que no hay pretexto para faltar a la cita.