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Singapur: Ciudad de posibilidades

Cuando llegué a Singapur pensé que ya lo conocía por internet. La verdad pocos eran los motivos que me emocionaban de esta famosa ciudad, pues yo soy más de playa y pueblo, pero quería saber qué tanto podía ofrecer este sofisticado lugar a mi par de ruedas.

Por: Mónica Montoya 

Cuando llegué a Singapur pensé que ya lo conocía por internet. La verdad pocos eran los motivos que me emocionaban de esta famosa ciudad, pues yo soy más de playa y pueblo, pero quería saber qué tanto podía ofrecer este sofisticado lugar a mi par de ruedas.

Busqué hospedarme cerca del centro. Elegí el hotel Elizabeth que queda a escasos 10 minutos de la estación de metro Orchard; es una muy buena opción de hospedaje y totalmente accesible.

Entre los servicios que ofrece el hotel está el de un teléfono celular llamado handy, que está en todas las habitaciones y puedes llevarte contigo al salir del hotel para ubicarte, hacer llamadas a otros huéspedes o comprar boletos con descuento a las principales atracciones de Singapur. Recomiendo planear bien los lugares que deseas visitar porque muchos te llevan el día completo; yo me emocioné y compré un ticket que nunca usé por falta de tiempo.

Decidí emprender el recorrido donde pudiese llegar por metro, estaba decidida a enamorarme de este reconocido país.

Mi primer parada fue el Museo Nacional de Singapur; este museo es fácil y rápido de recorrer, además cumple su objetivo de mostrarte la historia y crecimiento del país.

Por la tarde, fui a dar con un hermoso lugar de comida vegetariana llamado Joie, situado en el rooftop garden del 181 en avenida Orchard. La comida de seis tiempos parecía no terminar, pero las pequeñas porciones e infusiones me cautivaron, así como la vista del lugar.

Al día siguiente acudí al lugar de visita obligada en Singapur: Gardens by the Bay.

Este lugar me mostró su énfasis de la gente de Singapur por la vida sustentable. Los súper árboles son espectaculares, pero en lo personal los domos fueron mis favoritos; en especial Cloud Forest. Ahí casi escondidas hay figuras talladas en madera traídas de Malasia, cuyo concepto llamó mi atención: “Human plant holders” representa al hombre como el único responsable de cuidar al planeta.

Aproximándose el atardecer conocí el Singapore Flyer y disfruté del espectacular show de luces que ofrecen los “Super Trees” y las fuentes de Marina Bay, hotel ícono de Singapur. Tanto es así que mientras buscaba un lugar para cenar en la orilla del río, encontré a una pareja de recién casados usándolo de fondo para sus fotos.

Ya me había enamorado de la ciudad y su concepto sustentable; sin embargo, yo buscaba un contacto, con la gente, más cálido, sin tantas tiendas de diseñador y construcciones gigantes. Al siguiente día un par de amigos me llevaron a Little India, lugar lleno de color donde disfruté de la comida y la compañía.

Estando ahí, al poco tiempo me percaté de que en las calles había más hombres que mujeres, y a pesar de estar acostumbrada a que la gente me observe por el hecho de no tener piernas, esta vez me sentía un poco incómoda; nadie me dijo o hizo nada. Sin embargo, agradecí ir acompañada por amigos hombres, pocas veces durante los viajes he llagado a sentirme insegura, pero fue cuestión de entender que las culturas son diferentes.

Al final, son las experiencias que te muestran otros lugares diversos a tu hogar, las que te hacen abrir tu mente hacia la tolerancia y el respeto de lo diverso que puede llegar a ser el humano.

Al día siguiente, convencida de querer disfrutar más, fui al lugar donde los cuentos de hadas se hacen realidad; me aventuré a Universal Studios. A diferencia de otros parques temáticos que he visitado, en este me permitían subirme a todos y cada uno de los juegos (en Six Flags México juro que ni al carrusel). Por seguridad en este tipo de atracciones usualmente hay restricciones para las personas con discapacidad; aquí lo dejan a consideración de la persona. Con esto y la magia de Far Far Away viví una tarde de película y me divertí cómo nunca.

Singapur en lo personal fue muy cansado de rodar, aprendí que aunque sea ciudad, la disposición de sorprenderte, así como un par de guantes son básicos para viajar.

Por último, con un poco de nostalgia, fotografié los murales de Arab Street.

En mi última noche, ya en el hotel, brindé por la oportunidad de estar ahí, porque todo lo que llegué a conocer de Singapur tiene rampas y elevadores, aunque debo confesar que la mayor inclusión que encontré fue la posibilidad de coincidir en un lugar con tanta diversidad cultural y equidad social.

Mónica Montoya

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