Por: Daniela Clemente
No siempre fui loca y atrevida (como muchos me llaman), pero hace un tiempo empecé a tratar de ver el mundo de una manera distinta y a sentir esa curiosidad de poder ver más allá de mi zona de confort.
Después de realizar un viaje de mochila por Europa con mis amigas, me di cuenta que los únicos que nos ponemos limites somos nosotros mismos, y es que decidí realizar un viaje por Sudamérica sola. Durante todo el vuelo de México a Buenos Aires lo único que pensaba era: “el miedo es solo un estado mental, si dices que no existe no estará aquí”. ¿Me preguntan si tenía miedo? ¡Claro que tenía miedo! A pesar de haber leído e investigado mucho antes de realizar ese viaje. Contaba con un itinerario casi perfecto, fechas, precios, tours, aviones, hostales, etc.
Pero nadie me dijo que no iba a seguir ese plan, porque la vida se trata de eso, de dejarte sorprender con cada paso incierto que das. Llegué a una ciudad desconocida, Buenos Aires. Ahí recorrí las calles principales, sola, mi primera comida sola y fue realmente increíble. Pude darme cuenta de lo mucho que lo estaba disfrutando y solo era el primer día. Llevaba una lista de lugares con los que siempre había soñado conocer, y en este momento ya no me encontraba del otro lado del monitor, ¡es la mejor sensación! se los juro.
Y así llegó la primera belleza a mis ojos, “Glaciar Perito Moreno”, al sur de la Patagonia Argentina. Quisiera poder describir la impresión que recibí al ver ese inmenso bloque de hielo hecho por la naturaleza y el crujir de sus trozos al caer y retumbar, es algo magnífico. Fue algo que marcó mi vida ya que el lugar del que soy, en el sur de México, no existe nada parecido y el llegar ahí, caminar 20 km durante 10 horas fue algo impresionante, comer en medio de ese bloque de hielo inmenso, donde no cualquier persona lo hace, y no significaba quien lo había hecho o no, era simplemente yo la que había logrado llegar a ese punto, eso que vi un día tan lejos ya estaba frente a mí.
Mi segunda belleza se encontró en las cataratas de Iguazú, ahí entiendes la fuerza que puede llegar a tener el agua y la sensación que puede provocar en tu cuerpo. Poder estar al lado de “la garganta del diablo” es describir la sensación de la frescura con la vibración de todo tu cuerpo.
Mi siguiente aventura para llegar al “Salar de Uyuni” fue todo una odisea que me llevaría muchas páginas para contarles, así que solo puedo resumirla en 51 horas de bus y 1 hora en avión. Mi impresión al llegar a ese pueblo quechua, lleno de mujeres mayores cargando bolsas enormes para vender en los tianguis del pueblo. Entre salares, desierto, montañas, volcanes, lagunas y flamingos, viví 3 maravillosos días bajo un impresionante guía quechua llamado Fausto.
Perú, la bella capital quechua y sede de una de las 7 Maravillas del Mundo Moderno. “El gran templo Machupicchu” déjenme decirles que para una persona que viaja austeramente es un poco complejo y agotador realizar el viaje hasta el pueblo de Aguascalientes, pero nada de eso le quita la gran energía y majestuosidad que se percibe al estar en medio de esas ruinas y paisajes tan sagrados para esta cultura.
Seguí en bus hacia el norte y llegué a Quito, Ecuador, la bella capital situada en medio de volcanes y rodeada de historia por cada paso que das en sus calles céntricas. Después de haber estado unas semanas atrás en el fin del mundo, ahora me encontraba en la mitad. Un dato interesante es que en la mitad del mundo ¡eres 0.5% menos pesado que en los polos! Así es, ¡deberíamos de irnos a vivir ahí!
Posteriormente seguí mi camino hacia un reto que ya había planeado meses atrás, la provincia de Baños de Agua Santa para visitar el famoso “balcón del cielo” y poder hacer swing jumping en el puente de San Francisco. Cuando llegué era un lugar tan pequeño y cálido. El balcón del cielo ¡como olvidarlo! un lugar increíble y la adrenalina de estar en el vacío por un momento es algo icónico. ¡Y si! Como se imaginarán me avente del swing jumping y es fue evento que marcó mi viaje, ya que fue todo un reto porque le tengo miedo a los puentes, pero ahí estuve con esa sensación en el estómago, tan hermosa y el corazón latiendo a mil por hora, sentía la adrenalina recorriendo todo mi cuerpo.
Se acercaba el fin de mi travesía y el último destino de mi viaje por una parte de Sudamérica era “las islas Galápagos” sí amigos, las bellas islas donde Charles Darwin obtuvo la inspiración y el conocimiento para escribir su famoso libro “El origen de las especies”. Lo complejo de este mágico lugar es poder conseguir un pase a estas islas (no son económicos), pero cada centavo y tiempo que invertí ahí valió la pena. Fui por dos cosas: la primera era conocer a las tortugas gigantes terrestres, las cuales realmente me impresionaron, ¡deberían preguntarle al señor del taxi que me llevó! que no podía ni hablar; mis ojos se llenaron de lágrimas al ver uno de los regalos más hermosos de la naturaleza y de la vida, poder apreciarlas y ver lo hermosos que son esos animales. El crujir de sus caparazones es algo que no olvidaré. Y la segunda cosa por la que fui era para nadar con tiburones. No tengo que describir esta parte porque lo hace sola.
La gente me preguntó y me pregunta, y me seguirá preguntando, si no me da miedo viajar sola?!! Y lo único que contestaré y seguiré contestando es que nunca viajé, ni viajo sola, siempre me he encontrado a esas personas que están destinadas a caminar a mi lado para intercambiar experiencias y pasiones. Y cuando no estaba, o estoy con alguien, simplemente puedo decir lo hermoso que es acompañarme a mí misma. Lo que tus ojos ven, ni el hombre más poderoso podrá quitártelo.
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