Tú x el Mundo

Las pequeñas cosas que hacen lo extraordinario de un viaje

Por: Juan Carlos Linares

Hace unos meses escribí acerca de mi experiencia viajando solo por Europa teniendo solo 16 años. Fue un increíble reto poder transmitir todo aquello que viví en esa gran aventura. Me hace muy feliz saber que a muchos de ustedes, de alguna manera, les pude motivar. Agradezco muchísimo todo el mensaje de apoyo que recibí después de publicar mi historia. Quiero que sepan, que, si alguno de ustedes quiere contactar conmigo, sería un gran placer para mí, poder hablar con ustedes, incluso poder ayudarlos.

En esta ocasión, quiero hablar de mi última experiencia viajando solo. En este viaje, el destino fue Nueva York, Filadelfia y Washington D.C. Decidí viajar a este lugar por el increíble apoyo que recibí de las personas más cercanas hacia mí.

En este texto no quiero hablar acerca de las ciudades a modo de reseña. Pueden encontrar bastantes reseñas y consejos en internet. Les recomiendo los blogs de alanxelmundo, son los que más me ayudaron a planear mi viaje. Así que, lo que les quiero compartir es algunas pequeñas, pero increíbles experiencias en el viaje.

Después de 2 años de mi último viaje solo Creí que el siguiente viaje sería más fácil, pensé que los nervios y el miedo no llegarían en esta ocasión, pero al acercarse la fecha, sentí como si fuera la primera vez viajando solo. La preocupación me tenía hundido, tenía toda clase de pensamientos, incluso hubo una ocasión en que estaba a punto de cancelar el viaje.

Una vez que llegué a Nueva York, los nervios me seguían atormentando. Me tenía tan preocupado encontrar alguno de los locos que se pasean por Nueva York y me hicieran cualquier tipo de cosa. 

Antes de subir al metro, estaba batallando con mi Metro Card y adivinen que fue lo primero con lo que me recibió la ciudad. Exacto, una persona en el metro estaba gritándole a todo el mundo, y claro, ahí estaba yo, intentado hacer el pago de mi tarjeta, como la máquina no funcionaba me estaba tardando demasiado. Cuando voltee tenía a esta persona gritándome cosas sin sentido. Intenté apurarme para salir lo más rápido posible, pero mi maleta se atascó en la entrada para acceder al metro, por eso, tuve que buscar una persona de mantenimiento para que me ayudara. Después de pasar eso, ¡logré subirme al metro y adivinen que!, justo me tenía que subir a lado de una persona que se levantó a leerme la biblia. Así es, si nunca en mi vida he leído la biblia, esta persona me hizo el favor de leerme un pedazo por 45 minutos. Cuando por fin llegué a Times Square, los nervios se me quitaron, solo estaba riéndome de lo que me había pasado.

Me tocó ir a Morgan Stanley, pues tenía que recoger las llaves del departamento de mi primo donde me iba a quedar, que, por cierto, le agradezco muchísimo por ayudarme a cumplir esta experiencia. Estuve afuera del edificio esperando, estaba sentado sobre mi maleta, pues no quería entrar ya que había seguridad dentro, y a juzgar por mi apariencia después de todo el viaje, no creí que fuera la mejor idea entrar. Fue hasta después de 1 hora que uno de los guardias salió para preguntarme si estaba esperando a alguien. Después de explicarle lo que hacía ahí, muy amablemente me dejó pasar a un lado del puesto de seguridad. Estuve un buen tiempo ahí, hasta que me puse a platicar con los guardias, pasamos de estar todos serios, a reírnos de lo que me había pasado en el metro. De camino a dejar mis cosas al departamento, estaba muy feliz, pues son de esas pequeñas experiencias que cuando las recuerdas, solo te sacan una sonrisa.

Por fin, ya estaba caminando por Nueva York, básicamente mi día consistió en ponerme los audífonos y salir a explorar. Estuve paseando por Time Square, Rockefeller Center y alguna que otra calle. Ese día, solo fue para caminar, pues no entré a hacer ninguna de las atracciones. 

Cuando llegó el atardecer, tenía demasiada hambre. No había comido absolutamente nada desde que me bajé del avión, más o menos de 5:00 am hasta las 6:00 pm. Me estaba sintiéndome bastante mal, como si de repente me estuviera quedando sin energía. Es por eso que decidí buscar un Shake Shack. Ya estaba de camino al restaurante, pero mi gps no funcionaba, así que ocasionó que me perdiera un poco, pero esto solo me llevo a uno de los pequeños pero mejores momentos que he tenido en mi vida. Al estar perdido, apagué el gps y me puse de camino al departamento. La lección que me llevé en Italia hizo que fuera muy precavido para recordar cómo regresar. 

En esta ocasión, el departamento estaba muy bien localizado. En el camino, me tope con la Madison Square, no tenía ni idea de ese lugar, no estaba dentro de mis planes. La plaza estaba increíble, tenía alrededor impresionantes edificios, de los cuales no tenía ni idea. Me puse a sacar fotos y a caminar. El atardecer y las luces de la plaza hacían una perfecta combinación. Me sentía tan bien estando ahí, que parecía que mi malestar se había ido. Lo mejor de todo, es que, en el centro, se encontraba un Shake Shack. No pueden imaginar lo feliz que estaba, no era el hecho de que al final iba a comer, sino que, por perderme, encontré el lugar perfecto para disfrutar de mi hamburguesa. Solo me senté a comer y a observar a la gente pasar. Fue un momento de tanta tranquilidad para mí. 

Mi increíble tarde, aún no había terminado. Estaba tomándome con mucha tranquilidad mi malteada de vainilla, hasta que sentí un pedazo de algo muy afilado dentro de mi boca. Cuando lo escupí, me di cuenta que era un pedazo de plástico de la parte por donde se mete el popote. Remarco que estaba tomando la malteada muy lentamente porque no quiero imaginar si me la hubiera tomado como cualquier otra bebida. Le llevé la malteada a las personas a cargo del lugar, pero antes de formarme, una señora le estaba gritando a los empleados. Por lo que alcancé a escuchar, se trataba de un ingrediente que le faltaba a su hamburguesa, en fin. Decidí ir a la otra ventanilla para comentarle al otro señor discretamente acerca del problema con mi malteada. Le dije que había encontrado ese pedazo dentro de la malteada, pero le dije que no se preocupara, porque era algo que no era culpa del ni nadie de los encargados. El señor estaba tan apenado que llamó al gerente y casi rega´aban al que se encargaba de repartir las malteadas, pero le expliqué que no había ningún problema. Le comenté que pensaba que ya los empleados tenían demasiado estrés por culpa de la señora, le dije que yo entendía que era un error que a cualquiera le puede pasar y los empleados, aunque parezca ridículo que lo tenga que mencionar, son personas que están trabajando no porque les guste, sino porque no les quedó de otra, y creo que deberíamos ponernos en sus zapatos, porque estoy seguro que esa señora no fue la primera persona de ese día que les gritó a los empleados por una estupidez. 

Después de platicar con los empleados, me regalaron otra malteada, a lo que les decía que no era necesario porque la que ya tenía estaba a punto de terminarse. Lo mejor, fue ver cómo les cambió la cara después de tener la conversación. Fue increíble cómo me trataron. Al final, estuve recapacitando sobre cómo con un pequeño gesto podemos cambiarle el día a alguien que la está pasando mal. A veces olvidamos que las personas que nos atienden, son personas que están ahí por necesidad y es difícil aguantar un montón de gente que les grita por estupideces. Así que, a partir de ese día, intento ponerme en los zapatos de cualquier empleado.

Después de mi increíble tarde, regresé para ir a cenar con mi primo. Las partes que hago acompañado me gusta guardármelas para mí, son algo más personal que disfruto compartiendo solo con familia y amigos. Así que, de nuevo, solo compartiré mis experiencias estando solo.

Para el segundo día, cuando salí del departamento, lo primero que hice fue apagar el google maps, simplemente quería perderme por ahí, pasar por calles que no estaban planeadas y ver qué es lo que pasaba. Es increíble cómo nos frustramos por seguir un plan, todo tiene que estar perfectamente arreglado para conocer lo más que se pueda. De verdad se los aconsejo, ¡piérdanse!, no se encapsulen en seguir el plan al pie de la letra. Claro que está bien planear el viaje con anticipación, pero también hay que dejar que las cosas pasen, sin forzar nada. Verán que se llevarán miles de sorpresas en sus viajes si simplemente se dejan llevar.

Recorrí gran parte de la ciudad a pie, rara vez utilizaba el metro para moverme, porque, de verdad, estaba esperando a ver qué sorpresa me llevaba. Aunque encontré muchos sitios interesantes que no estaban en mi lista, no pasó nada comparado con la tarde del día pasado. Sin embargo, fue un muy buen día, solo caminando por la ciudad.

El tercer día, repetí la fórmula que estaba siguiendo. Vaya, ya había entrado al Top of the Rock, Museo Natural, Green Line, etc. Lo que les quiero compartir, tomó lugar cuando estaba formado para comprar mis tickets para la obra de teatro Aladdin, muy buena, por cierto. Estaba en la final muriéndome de frío, hasta que una pareja asiática me empezó a preguntar qué obra quería ver. Se los juro, no tengo idea cómo terminamos hablando toda la fila, el señor era el único que entendía inglés y no muy bien, pero aun así él estaba muy feliz. No sé cómo, hubo un momento donde otra pareja, en este caso, locales, se unieron a la plática. Creo que se pueden dar una idea de que tal estaba la plática con decirles que el señor asiático terminó diciéndole “abuelo” al otro señor…

Fue una situación muy graciosa. De nuevo, fueron de esos momentos que no buscas, simplemente pasan y solo se trata de disfrutar.

Este viaje a Nueva York, me enseñó a apreciar las pequeñas cosas que aparecen sin planear nada y sin esperar nada a cambio.

Tenemos que dedicarnos tiempo a nosotros mismos, tener un momento para agradecernos por todas las cosas que somos capaces de hacer, pero, aun así, seguimos creyendo que no es así.

Me encanta viajar solo, porque cuando viajas solo eres totalmente responsable de ti. Es inevitable descubrir lo capaz que eres. Y no solo hablo de ser capaz de afrontar los retos que se presentan al cuidar de ti. Les puedo asegurar, que en la mayoría de veces, no somos los mejores pacientes para tratarnos. Así que, este viaje, me demostró que realmente somos capaces de disfrutar de nosotros mismos, con pequeñas cosas.

La vida, te regala un cheque de 24 horas. Solo tú, decides cómo invertirlo.