Autora: María Nieves Montes
Hola a amigos de “Alan x el Mundo”.
Hace varios años venía fantanseando con la idea de viajar, quería conocer alguna ciudad en la que hablaran un idioma diferente al mío, pero cuya dinámica sin embargo fuera similar. Vivo en la ciudad de Buenos Aires en un departamento del barrio de La Boca con mi hija Clara que acaba de cumplir 4 años. Pensé primero en conocer la ciudad de San Francisco, California, porque me atraía especialmente la historia del movimiento “hippie”, las Panteras Negras, la militancia de la comunidad homosexual, y otros…pero terminé decidiéndome por Nueva York porque algunos viajeros amigos me decían que las distancias son más largas y es más complejo movilizarse sin auto en ciudades como San Francisco. Pensé que en Nueva York me podía manejar mejor sola por la cantidad de medios de transporte.
Todo fue una aventura para mi, desde la partido del aeropuerto de Ezeiza, pasar por los controles, viajar hasta San Pablo, Brasil y allí tomar otro avión hasta Nueva York (aclaro que tampoco había viajado NUNCA en avión). Todo salió muy bien. Muchos amigos me habían detallado los controles que me iban a hacer para que no me asustara o me asombrara ante determinadas situaciones (es muy útil tomar nota de todos los consejos que nos den personas que viajan asiduamente). Había mirado también todos los videos que pude en Youtube, y leído dos guías de turismo que me ayudaron mucho para conocer previamente horarios y actividades de distintos lugares.
Me habían asustado un poco con el tema migraciones al llegar al aeropuerto Kennedy, pero el señor que me atendió fue muy amable, me preguntó si estaba contenta de conocer Nueva York, y un par de cosas más y rápidamente me selló el pasaporte y me hizo pasar, así que ahí me dije “¡¡ya pasó lo peor!!” Después estuve dando vueltas cerca de una hora buscando la empresa que había contratado desde Buenos Aires para el traslado al hotel, me desesperé un poco, me habían guiado mal, pero en un momento decidí relajarme y aprovechar que mientras daba vueltas conocía otros sitios de ese aeropuerto tan impresionante. Finalmente, yendo y viniendo encontré a los señores de la empresa que me llevaron hasta el hotel. El conductor –que hablaba un perfecto inglés- resultó ser paraguayo, cuando se dio cuenta de que era argentina me contó su historia: estaba trabajando allí desde hacía unos años, para mandarle el dinero a su familia que lo esperaba en Paraguay. Ahí me sentí un poco contenida, me había recibido un latinoamericano y eso me hacía sentir bien!!.
Me hospedé en el Comfort Inn muy cerquita de Times Square, una ubicación inmejorable. Quise manejarme más que nada en el Subway, además de porque llevaba un presupuesto acotado, para mezclarme con la gente de la ciudad, y no resultó tan complicado guiarse dentro de todas esas líneas que tienen. El primer día ya me fui al mirador Empire State. Hacía muchísimo frío, a pesar de que ya era fines de marzo. La vista me emocionó, realmente lo que se puede ver por la televisión o el cine, es poco, la grandeza de Manhattan es increíble. Por el paso del huracán Sandy estaban cerradas lamentablemente la Estatua de la Libertad y la isla Ellis.
Los días siguientes di un paseo en helicóptero que ya había contratado por internet, y me tomé el ferry –que es gratis y sale cada veinte minutos- para cruzar a Staten Island. Visité el MOMA el día que tenía el dato que era la entrada gratis, estuve allí como 4 horas, ¡¡me encantó!! También el museo Metropolitan –que es inabarcable en una sola visita- y el Museo de los Indios americanos, que es gratis y es muy bueno. Como había visto el video de Alan de visita en la ONU me fui para allá y me anoté para el tour en español.
Cruzar el puente de Brooklyn fue una de las experiencias más lindas de mi vida y que no podés dejar de hacer. Les dejo algunas fotos de la fiesta del domingo de Pascuas, donde se corta parte de la Quinta Avenida y la gente se disfraza y simplemente pasea por allí, todo muy pintoresco, asombroso. Nueva York simplemente es par caminarla, en cada cuadra hay una curiosidad, en cada persona podés encontrar una historia (cantidad de inmigrantes de todos los países trabajando allí, buscando una vida mejor). Simplemente sentarse en un lugar a ver la gente pasar ya es toda una experiencia si uno sabe observar bien.
Hoy recuerdo cuanto disfruté esa semana, y quiero regresar algún día para visitar lugares a los que no hice tiempo de ir o volver a algunos por los que pasé un poco corriendo, en la desesperación por recorrer lo más posible en el poco tiempo que tenía. Volví muerta de cansancio por todo lo que caminé (las cuadras en Manhattan son más largas que las de mi ciudad), pero mi mente estaba despejada y yo feliz.
¡Tenía razón un amigo que me dijo que en cuanto hiciera mi primer viaje, no iba a poder parar de querer viajar!.