Del otro lado del mundo en Bután, los penes son un arma fuerte de protección contra los demonios.
-Esta es la única calle recta que hay en el país- Me dice “Tonde” mi guía tan pronto salimos del también único aeropuerto internacional que hay en Bután en el pequeño pueblo de Paro mientras avanzamos por el pavimento que discurre paralelo a la pista de aterrizaje.
Todo lo demás es curva tras curva. La carretera a la capital Timbu avanza como un dragón que se interna en las montañas, casi infinito. Para no marearme observo el paisaje y las peculiares construcciones al lado del camino.
El campo está salpicado de pequeños edificios de uno y hasta cinco pisos de alto con ventanas de madera decoradas con tallas y pinturas tradicionales. Las casas pintadas de colores claros; algunas en azul otras en amarillo, tienen también pintados símbolos budistas en los espacios que hay entre las ventanas. Símbolos de protección, de buena fortuna y salud que caracterizan la corriente más mística del budismo, el budismo Vajrayāna.
Todo es como lo esperaba hasta el momento en que veo junto a la puerta de entrada de una de esas casas un enorme pene erecto pintado sobre la pared con lujo de detalle y rodeado de unos listones.
Me sorprendió, pero pensé que sería alguna broma o expresión artística avant-garde del dueño de aquella casa y seguí observando el paisaje. Entonces pasamos otra casa que representaba también junto a la puerta un dibujo similar capaz de sonrojar a cualquier mujer incluso las de la vida alegre.
-¿Qué significa un pene pintado junto a la entrada de una casa?- Pregunté con algo de pena a mi guía.
-¿Viste un pene pintado sobre una casa? ¿Estás seguro?- Respondió Tonde con una demostración de histrionismo digno de las películas de Bollywood.
No dije nada.
Tonde sonrío amablemente -Es una de las cosas que más llaman la atención de los extranjeros, son para protección- Respiró y me contó la versión oficial sobre el asunto.
Según la leyenda el monje Drupa Kinley que llegó a Bután desde el Tíbet (hyperlink a vídeos del tibet) hace unos quinientos años, usó su pene para convertir a cientos de demonios al buen camino.
-Es más bien una metáfora- Dice el guía al ver mis ojos tan abiertos como campanas tibetanas al escuchar semejante historia.
El monje era famoso por mujeriego y sus formas de enseñanza poco tradicionales. Hay incluso un monasterio en la antigua capital de Punakha dedicado al famosos y peculiar personaje donde se bendice a los creyentes con un pene de madera.
Algunas personas creen que estos miembros pintados en las casas protegen contra el mal de ojo y hasta evitan peleas familiares.
Para algunos habitantes del país no es del todo cómodo ver penes pintados en las casas y lo consideran más bien una superstición. Lo cierto es que está funcionando con el turismo y algunas de estas pinturas (en particular la de un pene rodeado de un dragón) comienzan a atraer visitantes y falos de madera pueden verse en las tiendas de souvenirs.