Ciudades como Nueva York, con iconos tan representativos como el Chrysler Building y el Empire State Building; o Buenos Aires, con su Banco El Hogar Argentino y su Casa del Teatro, son lugares con una amplia colección arquitectónica de Art Déco.
Este estilo, que comenzó en Francia en la década de los 20, se expandió por América con rapidez hasta antes de la Segunda Guerra Mundial. Siendo mucho más ecléctico que su antecesor, el Art Nouveau, se inspira en movimientos como el Cubismo o el Futurismo, valiéndose de extensas líneas, geometrización de sus detalles, solidez y aspecto monumental, y tipografías sans-serif, entre otras cosas.
En México su expresión máxima se dio en la arquitectura, de la mano de talentos como el de Juan Segura o Francisco Serrano. Ejemplos como El Frontón México, El Moro (hoy oficinas de la Lotería Nacional), El Foro Lindberg de Parque México y muchos otros edificios en la colonia Hipódromo Condesa, son sin duda dignos representantes de este maravilloso estilo.
Otro magnífico miembro de la familia Art Déco en la Ciudad de México se encuentra en una cuchilla en el cruce de las avenidas Revolución y Jalisco, en el barrio de Tacubaya.
El Edificio Ermita, del arquitecto Juan Segura, fue construido en 1930, solamente dos años después de que Tacubaya pasara a ser un barrio más de la capital. Conformado por tres distintos tipos de departamentos, locales comerciales en su planta baja, y un cine que da a la avenida Progreso (primero en el país en tener equipo sonoro, y hoy el Teatro Hipódromo Condesa), fue uno de los primeros “rascacielos” de la ciudad. Su arquitecto, de 32 años en ese entonces, hizo uso impecable de los espacios, construyendo incluso un patio interior sobre la gran sala de cine por el que se accede a los departamentos más pequeños.
Siendo en sus inicios un edificio habitado por familias exiliadas de España, ha albergado a todo tipo de gente y personalidades hasta el día de hoy. Desde el poeta Rafael Alberti y el asesino de Trotsky, hasta iconos de la música como Ana Torroja y La Maldita Vecindad.
En la actualidad, el pobre edificio padece de manera muy obvia la indiferencia de la administración de la ciudad y de la fundación Mier y Pesado, quienes lo han dejado deteriorarse a un punto en el que parece no tener solución. Después de 80 años de servicio, su mítico elevador Otis dejó de funcionar en 2010, y un par de años más tarde, finalmente, el letrero de Coca Cola se desprendió de la fachada, dándole al menos un pequeño segundo aire y devolviéndole un poco su esplendor original, que lucha por sobrevivir entre tanto graffiti y la publicidad de sus locales comerciales.
La capital del país es rica en edificios Art Déco, esperemos que se mantenga así a pesar del caos urbano y la mala cultura de cuidado y restauración de su patrimonio. Sin duda somos muy afortunados en disfrutar e incluso poder habitar estas maravillas del diseño arquitectónico.
4
5