Por: Poncho Martorell
Prepárate, abre tu mente y acompáñame a vivir este viaje al allá más allá, desde Pomuch, un pequeño pueblito del estado de Campeche, que me ha dejado con la boca abierta y sin palabras, algo raro en mí. En este lugar, existe una tradición poco común; de hecho, yo diría que es “impactante”, muy diferente a lo que sucede en el resto del país y en el mundo. Ahora, te cuento que las fotos están impresionantes, así que si decides continuar, hazlo con cuidado y si pasas de este párrafo, es bajo tu propio riesgo, porque no creerás lo que estás viendo.
En México, nos gusta celebrar la vida con mariachi, tequila, deliciosa comida, más tequila y más fiesta, pero cada año, durante el 1 y 2 de noviembre, la fiesta se hace presente en las tumbas de nuestros antepasados. El motivo es no olvidar a los que ya no están en este mundo terrenal y, por qué no decirlo, es otro motivo más para “agarrar la fiesta” y tomar tequila; a los mexicanos nos encanta la pachanga, la fiesta, el guateque pues.
Pongámonos serios: los panteones del centro del país se llenan de colores, olores, sonidos e imágenes de nuestros familiares que ya “han pasado a mejor vida”, como coloquialmente se dice en México. En Michoacán, por ejemplo, todos los panteones cobran vida. La comunidad purépecha, en familia, llega muy temprano para limpiar, adornar con cempasúchil y levantar los arcos de flores, que son la puerta de entrada de las almas que, a través del olor de las flores y la luz de las velas, regresan para estar un día más cerca de sus familiares. Estos son velados durante toda la noche en sus tumbas, que son visitadas por cientos de personas de todo el mundo. Algunos respetan, otros no tanto, así que al final del artículo te dejo unos tips para crear conciencia y ser más respetuosos al visitar estos lugares sagrados. Otros estados realizan desfiles con temáticas de catrinas, una figura que creó José Guadalupe Posada y que fue bautizada por el muralista mexicano Diego Rivera como “La Catrina”. Algunos más hacen altares en sus casas, con velas, flores, sal, la comida que le gustaba al difunto, figuras católicas y otros elementos, pero siempre acompañados de fotos de sus seres queridos para no olvidarlos; igualmente, puedes poner la foto de uno que otro ex que ya haya muerto, por no dejar.
Pero “¡oh sorpresa!”, en el estado de Campeche, en un pequeño pueblito de apenas diez mil habitantes, lo que sucede es extraordinario; es un encuentro cercano del tercer tipo, así que lo que te voy a contar es algo fuera de este mundo, literal. Durante la semana previa al 1 y 2 de noviembre, los habitantes deben ir al panteón principal a… escúchalo (léelo) bien; incluso puedes ponerle un poco de efecto ultratumba en tu cabeza… van al panteón a sacar los huesos de sus muertos. Así como lo lees: sacan los huesos que permanecen todo el año en una caja abierta, los extraen de la caja con todo y paño, y los limpian, los bañan, uno por uno: el cráneo, el fémur, la tibia y el peroné, y cada uno de los 206 huesos, algunos aún con cabello o pedazos de piel. Así, sin distinción, ni gordos ni flacos, ni ricos ni pobres; a todos, por igual, les quitan el polvo, así, sin miedo.
Niños, señoras, jóvenes y no tan jóvenes se dan a la tarea de pintar el nicho, cambiar el paño vieeejo por uno recién bordado, que aproximadamente cuesta 300 pesos mexicanos, poner flores y dejarlos guapos para la fiesta del Janal Pixán o Día de Muertos. Esta forma de rendir tributo a las almas que hoy regresan tiene un origen prehispánico que se sigue transmitiendo de generación en generación y ojalá perdure durante muchos años más. Mi experiencia al caminar entre las tumbas, al lado de las cajas, con cientos y cientos de cráneos observándote, algunos hasta juzgándote, otros con deseo de regresar, no es una sensación de miedo, porque entiendes que así es la tradición, y se respeta, aunque sí es impactante darte cuenta de que lo que estás viviendo es lo más cercano en vida a la muerte. Es una sensación de respeto, es recordarnos que siempre, toda la vida, estamos a un paso del más allá.
Pomuch se encuentra a una hora y media de Mérida, Yucatán, y a unos 40 minutos de la capital de Campeche, una gran escapada para entender lo que significa la muerte para el mexicano. Si visitas Pomuch, no dejes de probar su delicioso pan, que es muy tradicional del pueblo, y también los famosos pib.
Yo soy Poncho Martorell. Si te gustó, comparte; si lo visitas, mándame tus fotos.
Tips para visitar con respeto los panteones:
- Solo observa, en silencio.
- Es mejor preguntar si puedes grabar o tomar fotografías si hay personas cerca.
- No toques nada y mucho menos te lleves algo contigo; puede traerte consecuencias.
- En algunos lugares es bien recibida una ofrenda, como flores, velas, fruta.
- Permite que otros vean, fluye.
- No seas indiscreto, respeta.
- La basura que utilices llévatela a tu casa.