Por: Cynthia Escobedo
Cierro los ojos y aún siento el aire helado en mi rostro, la velocidad y el ladrar de los perritos. Un paseo que se ha convertido en una de las experiencias más increíbles de mi vida.
Pasear en un trineo de perros en la nieve estaba en mi “bucket list”, pero lo veía como algo muy lejano. Desde que pisé Canadá sabía que debía hacer todo lo posible por tacharlo de la lista, así fue como llegué a Quebec.
Meses antes me di a la tarea de buscar y buscar sitios web sobre actividades invernales, y en todos ellos: ¡Oh decepción! el trineo de perros comenzaba hasta mediados de Diciembre ó Enero, lo cual para mí era bastante desalentador ya que solo estaría 3 días en la ciudad fuera de esas fechas, pero como dice “Alan por el mundo”: los Dioses viajeros conspiraron a mi favor…
Inmediatamente después de instalarme en el Hostal Auberge Internationale de Québec, me pusieron en contacto con Expedition My Loop, la única empresa hasta ese momento que permitía dar el paseo en solo una hora, por la módica cantidad de 75 dólares canadienses.
Al día siguiente, mi transporte llegó a las 10:00 am, había dejado de nevar y el trayecto hasta el campamento duró unos 20 minutos, en el cual yo parecía una mascota cuando la sacan a pasear je je; es que no dejaba de admirar lo que veía a través de las ventanas. Los paisajes cada vez más se parecían a eso que solo veía en fotos y postales invernales, donde las casas de madera tienen adornos navideños y los techos están cubiertos de nieve.
Recuerdo que cruzamos un puente sobre el Río San Lorenzo, después pasamos por las famosas Cascadas Mont Morency y finalmente llegamos a la Isla.
El instructor nos llevó a la recepción donde nos rentaron la ropa de invierno, tan gruesa que comenté al guía que me sentía como astronauta, y él me dijo: ¡PERFECTO!, entonces ya estás lista para partir.
Una vez equipados, salimos hacia los trineos y cuando los perros notaron nuestra presencia todos comenzaron a ladrar muy fuerte. El instructor (quien era el único que hablaba inglés) nos presentó al resto del equipo y en 15 minutos nos explicó cómo conducir el trineo, así como algunas reglas de seguridad.
Y fue así, a 10 grados bajo cero, con el corazón al mil, mi compañero guía gritó: ¡Allez, allez, allez! Y los seis hermosos perros Husky comenzaron a correr. Quise hacer mil preguntas sobre el trineo de perros, pero mi compañero guía solo hablaba francés y su inglés era peor que el mío… ¡Oops!, así que durante los próximos 60 minutos sólo existieron en 3 cosas en el mundo: El paisaje nevado extraordinario, mis amigos de 4 patas y yo.
Observando un poco, entendí que todos los perros tienen una función en el trineo, pero sobretodo aprendí que el respeto a los animales es lo más importante de esta práctica.
El recorrido fue muy divertido, el guía principal señalaba el camino en su moto de nieve y el trineo seguía la ruta, bueno, eso intentamos porque hacíamos altos de vez en cuando para que los perros descansaran, o para tomar la foto del recuerdo. El guía estuvo alerta en todo momento y aunque un par de veces estuvimos a punto de volcarnos en las curvas, no pasó ningún incidente.
Al terminar el paseo tuve la oportunidad de visitar la perrera donde había 3 adorables cachorros. Me permitieron tocarlos y abrazarlos, aunque un bebé Husky no dejaba de morderme todo el tiempo.
Después de ver a los cachorros, todos regresaron a la recepción. Yo me tomé mi tiempo, para despedirme del lugar, de esos animales maravillosos y de la naturaleza misma. Hace tanto que no disfrutaba mi “momento presente” como ese día…
Nunca olvidaré esa sensación del deseo cumplido, la satisfacción de hacer algo único. Sin embargo, he de confesar que al final de mi euforia me quedaron algunas dudas que no pude despejar. Por lo que mi recomendación sería: siempre que realicen una actividad donde se involucran animales háganlo manera responsable, asegurándose de que los animales no presenten maltrato, explotación o abuso.
¡Si tienes oportunidad de hacer esta actividad, 100% recomendado, déjate llevar y disfruta la experiencia!