No quiero regresar… es de esas frases que pueden completarse de distintas formas al terminar un viaje. No quiero regresar al trabajo, no quiero regresar a la rutina, no quiero regresar al mismo lugar o cualquier palabra que nos venga a la mente y entre en contexto con esa sensación de que algo muy bueno se está acabando y debemos volver a una vida “normal”.
En mi caso no sé como completar la frase. Cada viaje me provoca sentimientos distintos y me enfrenta con muchos de mis miedos. Regresar. ¿Qué es regresar? ¿En realidad regresamos a algún lugar o solamente pasamos de nuevo por un sitio en nuestro camino incesante?
Entre más viajo más me pierdo y más me encuentro. Sé que estos dos conceptos son contrarios pero es verdad. Me pierdo en la inmensidad del planeta al que realmente no le importa quien soy y me observa sonriente como un ave de paso que disfruta su belleza. Que se baña en sus ríos y camina por sus montañas. Que se malhumora con sus amaneceres y se emociona con su atardeceres. Qué respira sus aires limpios, contaminados, fríos, helados y polvorosos.
Me encuentro en cada viaje al exterior que irremediablemente termina en el interior. Me busco, me entiendo, platico conmigo y respondo a mis propias incógnitas. Me regocijo con las cachetadas de humildad que me ofrece la inmensidad de un desierto y sonrío al darme cuenta que cada vez quiero malgastar menos el tiempo. Viajo más y me siento menos. Nada es vital pero todo es importante.
Me pierdo en un gigantesco bosque lluvioso y me encuentro en el reflejo de un arroyo. Me pierdo en la inmensidad de una metrópoli y me encuentro en el aroma a café de una librería. Me pierdo, me encuentro y me vuelvo a perder. Y es ahí cuando no puedo terminar la pregunta. No quiero regresar… ¿a dónde?
No quiero regresar, no quiero que esto se termine. No quiero regresar… a casa ¿Cuál casa? Con un poco de miedo debo aceptar que este concepto ha cambiado para mi en los últimos años. Ahora creo que un viajero sabe que el verdadero hogar tiene vigas de hueso y paredes de piel. Y allá donde va nuestro corazón, allá donde vamos en cuerpo y alma será nuestro hogar, nuestra casa permanente que como tienda de campaña se instala sin preguntar en cualquier sitio en que le hagan espacio.
Y ahí quiero pensar que nada termina, que todo avanza. Y si no hay final sin principio, entonces no hay final del todo.