Por: Francisco Fontano Patán
El equinoccio de primavera ha sido una fecha simbólica desde el México prehispánico.
Inspirándose en las culturas originarias, miles de personas aprovechan la fecha para visitar alguna zona arqueológica, subir a las pirámides y, vistiendo ropa blanca, cargarse de energía con los rayos del sol. Pero, aunque el acto simbólico es de enorme atractivo, los participantes no sospechan que nada tiene que ver con las tradiciones prehispánicas.
Vivir el verdadero significado del equinoccio es posible en Ciudad de México, pero para hacerlo, no hay que luchar con multitudes de todo el mundo por un lugar en la cima de un templo, práctica que se puso de moda apenas hace unas décadas. Al contrario, hay que alejarse de la mancha urbana y viajar a Milpa Alta, lugar que ha sabido conservar tradiciones milenarias.
En el ejido San Juan Tepenahuac, la ceremonia del equinoccio es conducida por el maestro Artemio Solís, un sabio anciano nahua hablante, quien supervisa que el evento sea fiel a la espiritualidad precuauhtémica, en vez de perder su significado a favor de creencias New Age.
La quema de copal y los rezos dan pie a una jornada donde el visitante participa en temazcales, gimnasia ollín cuepa, sahumaciones y come productos surgidos de la gastronomía de la zona, a la vez que recrea el oído con conciertos de rock indígena que se extienden hasta la madrugada. Uno acaba lleno de energía, pero obtuvo ésta gracias a una armonización pensada en cada individuo, y con la convivencia en torno a la riqueza cultural del mundo nahua.
Turismo justo El evento es uno de los más importantes llevado a cabo por la Cooperativa Servicios Turísticos Villa Milpa Alta, que se dedica a impulsar a la delegación como destino de viajes, pero haciendo esto desde un punto de vista sostenible, que deje riqueza a la comunidad y fomente la preservación de las tradiciones locales.
Tras varios años experimentando con visitas esporádicas que resultaron exitosas, la cooperativa se estableció formalmente en 2013, y hoy son los mejores guías para descubrir un rincón diferente de la ciudad, desconocido incluso para la mayor parte de los propios capitalinos. La simple pregunta que llevó a iniciar el proyecto fue ¿por qué no Milpa Alta?, siendo que el lugar ofrece toda la gama de experiencias auténticas y originales que busca un viajero.
Otra razón para impulsar el turismo fue el ver que los jóvenes milpaaltenses cada vez tenían menos interés en mantener viva la cultura de sus antepasados, la cual corría el riesgo de perderse en favor de la globalización. La visión de la cooperativa es que todas las actividades culturales que han pervivido, son una fuente de riqueza para la comunidad, y por ello se apoyan en artesanos y agricultores para que estos puedan hacer llegar sus productos directamente a los visitantes, en un comercio justo que demuestre a los jóvenes que sus tradiciones son fuente de riqueza. Lejos de la mancha urbana, hace no tanto tiempo, el antiguo Distrito Federal era un lugar con escala humana, la ciudad se mantenía dentro de ciertos límites y los pueblos, canales y áreas verdes que caracterizaban al Valle de México seguían presentes. Pero un crecimiento sin control remplazó en pocas décadas áreas verdes por concreto, pueblos por colonias y canales por avenidas, desapareciendo a su paso un modo de vida.
Pero Milpa Alta siempre fue un lugar alejado del resto de la capital, lo que mantuvo la mancha urbana al margen. Hoy sigue siendo mayormente rural y el modo de vida que compartía con el resto del sur de la CDMX, hoy es su patrimonio casi exclusivo.
Un chilango interesado en conocer este rincón de su geografía, tiene que manejar por un tramo de autopista federal para llegar a él, mientras que la ruta más rápida en transporte público toma aproximadamente una hora desde metro Tláhuac. El mero traslado ya indica que visitar Milpa Alta es un viaje en todo sentido, y una experiencia que se vive sin necesidad de equipaje.
Sin confundirse entre sí, son 12 los pueblos que componen la alcaldía, de los cuales el más grande es Villa Milpa Alta, cabecera de gobierno y que da nombre al conjunto. La villa se forma a su vez de 7 barrios, y como los pueblos, fueron nombrados con la combinación de su nombre indígena y el de un santo, mismo que se venera en la iglesia colonial, centro de cada localidad.
La visita a estas iglesias es uno de los recorridos disponibles, y más allá de la arquitectura colonial, vale la pena hacerlo por tratarse de una de las zonas más profundamente religiosas de la capital. Aunque abiertas en muchos momentos, cada iglesia tiene un momento especial en que vale la pena visitarla, el día de su fiesta patronal. Pero a lo largo del año, la delegación tiene 724 eventos de interés turístico, destacando las famosas ferias del mole, de la pera y de la barbacoa.
De entre todos los templos el más importante es la Parroquia de la Asunción de María, que, aunque no es el más antiguo, honor que corresponde a la ermita de Santa Marta, sí se convirtió en el más grande de la región, y centro de los misioneros franciscanos. Hoy mantiene un interior en un estado de conservación que muchos envidiarán, y además es uno de los escasos templos en la capital que mantiene su atrio ajardinado, tal como el que todos lucían en la Colonia. Desde el templo, se pueden ver también todos los campos cultivados y los bosques que dan una estampa verde a la región, es difícil imaginar que dentro de la propia ciudad se pueda estar tan cerca de la naturaleza, y a la vez se siente un poco de anhelo por los espacios verdes que no se supieron conservar.
Destaca la visión del volcán Teuhtli, cuyo cráter extinto y cuevas son destino de una ruta de senderismo organizada por la cooperativa, y que trae consigo el simbolismo de un viaje a las entrañas de la tierra. En las faldas del volcán, la mayor parte de lo que se alcanza a ver son terrazas de cultivo que siguen el modelo prehispánico, y que son sembradas principalmente con nopal, producto estrella de Milpa Alta, que produce hasta 300,000 toneladas al año.
Otros productos importantes son los hongos, el amaranto y una rica variedad de hierbas cuyos usos alimenticios y medicinales se mantienen. La gastronomía tradicional es otra de las experiencias ofrecidas por la cooperativa. Los participantes eligen una receta típica, y viajan al mercado para comprar directamente a los productores los ingredientes frescos necesarios para su elaboración, se genera así la convivencia entre visitantes y locales.
Con el mandado hecho, la siguiente parada es una cocina rústica, donde cada quien tiene la oportunidad de cocinar y degustar su platillo. Esta actividad se realiza de vuelta en las instalaciones del Ejido San Juan Tepenahuac, que además de ser la sede del equinoccio, apuesta por el ecoturismo todo el año, para lo cual han construido unas cabañas para hospedaje y eventos.
Una de las cosas más sorprendentes en el lugar es el silencio del campo, un privilegio negado a los habitantes de la ciudad. Estar ahí y experimentar un auténtico relax, con el valor añadido de no salir de la ciudad, es el broche de oro a un viaje que nos reconecta con un sinnúmero de experiencias que, aunque desconozcamos, son nuestras.
Todo esto fue lo que viví la primera vez que visité Milpa Alta, y desde entonces no he dejado de volver.