Me fascina Mérida. Visitar la capital yucateca debería de ser una prioridad para quien busque conocer un lugar de México que se distingue por sus increíbles reservas naturales, su gastronomía o arquitectura, que es una combinación de momentos que se han dado a lo largo de su historia, dejando estilos impactantes como las haciendas de henequén, las casonas afrancesadas o las fuentes o parques con detalles neo-prehispánicos de la cultura maya.
Caminar por Paseo Montejo te hace sentir que estás en el pasado, rodeada por esas grandes casonas o mansiones -casi palacios- que ocupaban las familias en el auge del henequén, una planta oriunda de Yucatán -que los mayas llamaban “Ki”- y que durante el siglo XIX recibió el nombre de “oro verde”, debido a la importancia que tenía su industria en el estado.
A diferencia de los tonos un tanto grisáceos de las casonas porfirianas en la CDMX, las de Mérida son igual de opulentas por dentro y por fuera: algunas están hechas de mármol italiano que con su blancura dejan sin aliento a quien las observa.
También está la riqueza de su escena gastronómica: estoy segura que tu paladar te agradecerá todo lo que pruebes, ya sea en el mercado, las fonditas o en el exquisito Huniik del chef Roberto Solís, donde todos -desde el chef hasta su equipo de cocinerxs- poseen una gran creatividad para innovar y sorprender con sabores sin perder la raíz yucateca. Cada platillo deleita al comensal con su presentación y hasta el último bocado de sus tiempos, que además están acompañados por una excelente carta de vinos. Cabe destacar que el diseño arquitectónico e interiorismo del restaurante estuvo bajo la mano de, nada más y nada menos, el artista cubano y socio del proyecto Jorge Pardo.
Uno de los sitios que visitamos fue la Hacienda Yaxcopoil, nombre maya que significa “lugar de los álamos verdes”, donde pareciera que el tiempo no ha pasado. Fue fundada en el siglo XVII y contaba con más de 11 mil hectáreas de terreno, lo que es visible hoy en día es sólo un pequeño porcentaje de lo que alguna vez fue. Recorrerla me llenó de emociones, especialmente después de una emotiva plática con un par de trabajadores de la fábrica de henequén cuando todavía estaba activa. Sus historias las llevaré conmigo…
Después de unas horas de caminar y disfrutar del clima de Mérida, tomamos camino hacia nuestro sitio de descanso: el hotel boutique Delfina. Todos los espacios al interior del hotel son una especie de oda a las mujeres que rodearon a Porfirio Díaz. Por ejemplo, el nombre de “Delfina” viene de su primera esposa y las habitaciones llevan los nombres de quienes fueron de importancia en aquella época y de las que poco se habla.
La casona que alberga al hotel fue construida en la década de 1950, teniendo como inspiración la lujosa arquitectura afrancesada del Paseo Montejo. Al llegar, sientes una peculiar sensación de cercanía, de estar en casa. Las habitaciones son amplias, impecables y frescas, que se convierten en un oasis después de estar en la calle bajo el clima caluroso y húmedo, distintivo de Mérida.
Entre los aspectos que más nos gustaron fueron sus actividades, como las noches de jazz en vivo o una actividad de wine and paint. Su estilo y calidad es tal, que en los corredores se pueden observar obras de arte de grandes artistas nacionales, dando la sensación de que tienes acceso a una exposición privada. Esto no es casualidad ya que los dueños, además de tener este increíble alojamiento, también cuentan con una galería y un taller de grabado.
La galería se llama Lux Perpetua y fue fundada en mayo 2015, siendo una de las primeras en Mérida. El proyecto nació por el interés de amantes del arte y coleccionistas de apoyar a artistas locales, nacionales e internacionales. Su sede es espectacular, ya que a diferencia del hotel, el estilo referente fue el art decó, del que se pueden observar detalles en los motivos.
Las salas están perfectamente diseñadas para exhibir de manera profesional la obra de sus artistas, mismas que son distribuidas en una programación trimestral; para este verano habrá una muestra de Leonora Carrington y una exposición colectiva.
En lo personal, me parece genial que activen el coleccionismo y por otro lado, promuevan y apoyen proyectos de artistas, donde también se vincula la otra rama de la galería, el taller de grabado Casa Lool, especializado y reconocido por ser el único que trabaja con placas de cobre y por su extensa exploración del color.
El proceso de trabajo al interior de Casa Lool es intenso, inicia al escoger la obra o crear una obra específica para la edición, continúa con la creación de las placas, selección y elaboración de tintas y termina cuando la impresión sale tal cual se había imaginado. Entre lxs artistas que han creado obras están: Magali Lara, Boris Viskin, Ricardo Pinto y Mariana Magdaleno, por mencionar algunxs.
Yo no soy artista, pero el proceso de grabado me parece fascinante y divertido, dándome cosquillitas de poder hacerlo al menos una vez.
Los integrantes del equipo de Casa Lool, que además son muy amables y amenxs, me contaron que la diferencia entre ellxs y la tradicional gráfica oaxaqueña, es que en Casa Lool se promueve la utilización del color y la mezcla de pigmentos.
Cuentan con procesos mecánicos y químicos para tres técnicas diferentes: aguatinta, aguafuerte y punta seca. Aunado a ello, tienen un programa de membresías bastante gratificante para iniciarte en el coleccionismo, ya que además de ser invitado a todos sus eventos, cursos o talleres, obtienes obra de ediciones especiales a cambio de una retribución justa.
También realizan proyectos editoriales o ediciones limitadas de artistas; fungen como una especie de residencia artística al recibir a un artista por una temporada y trabajar los procesos del grabado muy de cerca. Sin duda es una joya para aprender de esta técnica artesanal en la bella y calurosa Mérida.
No dudes ni un minuto en planear un viaje a esta parte del sureste mexicano. Sí, el calor será un reto si no provienes de un lugar con la misma temperatura, pero creéme que caminar por las calles, templos o haciendas de la también llamada “Ciudad Blanca”, platicar con su gente, experimentar los sabores de la cochinita pibil, los papadzules, el queso relleno o la deliciosa sopa de lima en su lugar de origen o tener la facilidad de darte una escapada a la playa, vale todo el esfuerzo.
Karen Huber,
Galerista y promotora cultural
@karenhuber_
Fotografías cortesía de Casa Lux Perpetua y Karen Huber