Por: Israel Reyes
Este viaje empezó con un mensaje de mi mejor amiga: “Vamos a Chicago, iremos a Lollapalooza”, al principio me reí, gritaba de emoción internamente, pero también imaginaba todos los no posibles, pero también sus posibles soluciones y unas semanas después ya había permiso en el trabajo, boletos y pasaporte renovado.
Y así, después de un par de meses que parecieron eternos, cruzamos la frontera entre Tijuana y San Diego para tomar un vuelo hacia la ‘Ciudad de los vientos’, donde desde 1991 se realiza Lollapalooza. Un festival de música que año con año reúne a cerca de 250,000 asistentes en una gran fiesta que inicia el jueves al mediodía y concluye el domingo por la noche.
Durante cuatro días nos dimos cita en el Grant Park, con el Lago Michigan de un lado y del otro la ciudad con sus gigantescos edificios, donde se presentaron más de 170 actos, desde rock alternativo, electrónica, hasta música pop en un total de ocho escenarios y, como era de esperarse en un mes como julio, con un clima que rondó entre los 35 y los 40 grados (en invierno es todo lo contrario).
La producción de los escenarios es impresionante, desde el audio hasta los visuales. Fue así fue como disfrutamos de los shows de Ariana Grande (mi favorita), Childish Gambino, Tame Impala, J Balvin, Janelle Monáe, Rosalia, Yaeji, Louis The Child y más sin problemas técnicos (algo que se valora muchísimo en este tipo de eventos y que en esta ocasión habla bastante sobre las capacidades que tiene el festival).
En Lolla, como en todos los festivales, la comida y las bebidas son súper importantes, nadie puede sobrevivir tantas horas de pie con el estómago vacío, para ello existe una zona que cruza de punta a punta el Grant Park, se le conoce como Chow-Town, donde los organizadores invitan a las mejores propuestas de comida de la ciudad para ofrecer sus platillos, apoyando así al comercio local.
¿Cual es la ventaja de asistir a un festival? Si bien no tienes la oportunidad de ir a todos los escenarios y ver todos los artistas anunciados en el line up, la realidad es que económicamente te ahorra dinero y muchísimo tiempo a la larga, además para este tipo de encuentros los shows que se presentan están diseñados especialmente para ello, por lo que ver a tu artista en solitario no será la misma experiencia; pero también, la oportunidad de compartir con muchísimas personas el gusto por la música y gritar de emoción cuando las luces se apagan.
La sede de Lollapalooza, además de darte los atardeceres más bonitos, también te da la oportunidad de conocer lugares como el The Art Institute of Chicago; al igual que The Bean, una gigantesca escultura hecha por Anish Kapoor en el Millenium Park; una infinita variedad de lugares para comer (súper recomendado: a unas cuadras de Grant Park hay un Nutella Café); visitar algún bar ubicado sobre The Riverwalk Chicago (Beatnik on the river es uno de esos lugares que se tienen que visitar), tomarse la foto del recuerdo a las afueras del Teatro Chicago u otros shows como el de Blue Man Group (una combinación increíble de música en vivo y muchas muchas risas).
Pero ¿qué más debes saber antes de viajar a Lollapalooza en Chicago?
– El costo del boleto general para los cuatro días es de $340 dólares, a la par se ofrece la opción de boletos por día por $130 dólares (matemáticamente conviene asistir los cuatro días). El acceso es una pulsera que te llega con algunas semanas de anticipación, o bien puedes solicitarla al llegar en una taquilla especial.
– Lollapalooza ofrece una experiencia de accesibilidad e inclusión, no sólo por la variedad de artistas que se presentan, las edades y nacionalidades de quienes asistimos, sino también por sus áreas diseñadas para personas con discapacidad en los escenarios principales, así como por actos que cuentan con intérpretes del lenguaje de signos (el show de J Balvin contó con ello); incluso hay una sección con muchas actividades para niños llamado Kidzapalooza.
– Las actividades inician al mediodía y terminan antes de las 10 de la noche, lo que te permite dos cosas: caminar o utilizar el metro para llegar a tu lugar de descanso o asistir a los Lollapalooza Aftershows, donde algunos de los actos principales dan conciertos posteriores al festival en lugares más pequeños (los boletos se venden por separado) y cercanos al Grant Park.
– Los organizadores permiten el acceso de una botella vacía por asistente, misma que puedes llenar sin costo las veces que desees en diversos boths (la mayoría cercanos a los escenarios) o sobre el área de Chow Town; mientras que el acceso a mochilas es limitado, lo que hace más sencillo el ingreso.
Después de este viaje festivalero, regresar a Tijuana no fue sencillo, y no sólo por la tormenta eléctrica que nos hizo aterrizar en otro lugar, sino porque ha sido una de mis mejores experiencias en festivales, básicamente fue un sueño cumplido y un buen motivo para otro: asistir a los cinco festivales más importantes del mundo en los siguientes años, algo así como la Ivy League de este tipo de eventos.
El siguiente es Primavera Sound en Barcelona (este 2020 me quedé con boleto en mano, pero ya lo aseguré para 2021), posteriormente Austin City Limits, Coachella y cerrar con broche de oro en Glastonbury. Aunque con la nueva normalidad esto parece casi imposible, los ahorros continúan y cuento los días para dejar que la música nos haga viajar de nuevo.