No es el viaje el que te cambia. Si estás planeando viajar para escapar, la cruda verdad es que no lo lograrás. Allá donde vayas te seguirá la sombra de aquello que temes enfrentar, porque no está afuera, la llevas adentro. Los miedos son tuyos, las inseguridades también así como todo aquello que no te permite crecer, está en ti, pero la solución para enfrentarla también. Y es que se ha extendido tanto la fama de los viajes como medicina que hoy por hoy tenemos renunciatón masiva, no solo a los trabajos de siempre sino a las vidas que hemos construido, todo como receta de una fórmula mágica que nos traerá la felicidad garantizada, o eso es lo que promete. Pero veámoslo desde el otro lado, en esta historia les contaremos nuestra experiencia.
Mucho se ha dicho sobre las bondades de los viajes largos, pero muy poco de lo que hay detrás de esto. También somos partidarios de viajar todo lo que se pueda, muchas veces los hemos motivado a que viajen desde nuestro discurso en redes y en la vida diaria con todo aquel que hablamos. Pero hay una fe desmedida a que tiene el poder de curarlo todo, y no es así. Los viajes, y sobre todo los largos, son una herramienta para intensificar estos procesos porque te obligan a desapegarte, a soltar, a arriesgarte, a probar cosas nuevas, a abrir la mente y una extensa lista de atributos que ya todos conocemos, sin embargo es solamente eso, una herramienta. Si el viaje no viene acompañado de un proceso interno para lograr estos objetivos y de reconocimiento consciente de quiénes somos, de nuestra luz y nuestras tinieblas, de poco servirá.
Nuestras motivaciones más allá de sanar eran superar nuestros propios límites, lograr salir de la zona de confort en la que estábamos y expandirnos tanto como pudiésemos. Al iniciar el viaje teníamos unas metas claras, queríamos fortalecernos en dar y en servir sin esperar nada a cambio, entrenarnos en un estilo de vida minimalista y desapegado, aprender a alimentarnos mejor, a consolidar rutinas saludables en un estilo de vida tan dinámico como es el nómada, aprender a generar dinero siendo independientes sin vivir a cuenta de un único empleador y también queríamos ser bilingües. Spoiler alert: casi todas las logramos.
Cuando salimos de Colombia pertenecíamos a un grupo de la iglesia católica que se dedica a servir a la gente con más necesidades, de allí las ganas de servir por el mundo en cualquier lugar sin importar su bandera o religión. También trabajábamos para comprar cosas y pagar tarjetas de crédito, siempre había alguna nueva adquisición que anhelábamos y a decir verdad el consumismo nos tenía un poco atrapados. Teníamos un estilo de vida poco saludable ya que prácticamente comíamos recalentado de microondas todos los días en la oficina y pedíamos domicilios por las noches; en cuanto a rutinas de ejercicio pocas, por falta de tiempo, salvo los fines de semana de bici por la Sabana de Bogotá, ¡cómo echamos de menos ese plan! Trabajábamos, por lo menos en mi caso (Moni) para un único empleador, Beto entonces ya era independiente desde dos años antes de iniciar el viaje. Apenas parafraseábamos el inglés, nos poníamos nerviosos hasta pidiendo un menú en un restaurante, y se estarán preguntando ¿qué cambió? Todo, o bueno, casi todo.
Servir de manera desinteresada a quien podamos y siempre que podamos, ya no por un tema de religión sino por la empatía que desarrollas viajando, la religión más linda del mundo, el amor. Las conexiones que generas con la gente, entender las dinámicas de que en comunidad llegamos más lejos y logramos más cosas, comprender que no vinimos solos y pertenecemos a algo mucho más grande que nuestros deseos y propósitos, que el bien del otro es el bien de todos.
Cargar nuestras pertenencias a cuestas nos enseñó el estilo de vida libre y desapegado que buscábamos, cada gramo cuenta, y en lugar de soportarlo en la espalda el proceso fue ir soltando, esto al final no se trató solo de lo material, y eso lo hace aún más difícil. El propósito de la alimentación fue un poco más lento, al principio del viaje solo engordábamos, nos lo queríamos comer todo y de hábitos saludables poco, pero en países como Turquía y luego muchos países de Asia nos dejamos permear por su dieta y empezamos a comer más poco y más sano. Algo similar pasó con las rutinas, pensábamos que con recorrer ciudades caminando bastaría para mantenernos en forma, pero la verdad es que se deben crear hábitos, y para hacerlo hay que ser constante día a día todos los días siempre que se pueda, y aunque para muchos parezca contradictorio la manera en la que construimos el hábito de ejercitarnos en las mañanas, fue durante el viaje, porque no importaba el lugar y muchas veces ni el clima, importaba cumplirnos a nosotros, y así día tras día lo fuimos haciendo.
Para aprender inglés la mejor fórmula es realmente tener las ganas y por supuesto irse de viaje. Cuando de comunicarnos dependía nuestra supervivencia empezamos a perder la vergüenza a hablarlo, aprendíamos también frases por repetición al tiempo que ampliábamos vocabulario y nos entrenábamos en todos los acentos en los que se habla este idioma. ¿No les parece esa la mejor manera de aprender?
Bueno pero y ¿por qué digo que casi todas? porque hay una que yo personalmente no logré, o lo hice muy a medias, y es la de aprender a generar dinero sin un empleador fijo. Hice muchos trabajos de diseño como Freelance Design Partner para la empresa en la que trabajaba en Colombia y algunos otros trabajos que iban llegando de otros clientes. Pero durante el viaje empezaron a despertar en mi otras pasiones, tenía ganas de hacer otras cosas que nada tenían que ver con el diseño de la manera en que lo había trabajado hasta entonces, y poco a poco le fui perdiendo el interés a lo que hacía. También siento que fue parte de un proceso de cambio absoluto en la forma de percibir el mundo, estaba recibiendo muchos estímulos durante el viaje, y con estos, mis ganas de hacer muchas cosas y de hacer todo de una manera diferente. Para esto sí que sirven los viajes, para estimularse y no parar de asombrarse, claro, con la actitud correcta.
¿Pero y por qué mencionaba lo de sanar? Porque a nuestro regreso a Colombia las cosas no fueron fáciles, los asuntos internos sin resolver los habíamos llevado con nosotros ¡y los habíamos traído de vuelta! En muchos lugares tuvimos crisis, internas, de pareja, de salud, económicas, de todo, como en la vida misma. Es que un viaje al final no cambia nada, es simplemente la vida misma con el volumen más alto, o así lo siento yo. Al llegar, la tarea entonces fue afrontar y gestionar toda esa oscuridad que no está en otro lugar sino en nosotros mismos, y hasta que no nos permitamos sentirla y aceptarla no podremos dejarla o convertirla en algo positivo, por muchas millas que recorramos el primer paso que demos debe ser primero a nuestro interior, allí hay más respuestas que en cualquier país que decidamos visitar. Esta tarea aún no termina, seguimos en ello, y continuará mientras nos dure la vida supongo, de eso se trata.
Claro que los viajes ayudan, en ningún momento he opinado lo contrario, cada país tiene lo suyo, cada cultura, cada persona que conoces, cada plato que pruebas, cada canción es un estímulo, una clave, una pista, un insight, pero al final si no has hecho el viaje más importante, que es el de conocerte y aceptarte a ti mismo seguirás parado en el mismo lugar, sin brújula ni norte y en la misma página. Al final a nosotros el viaje nos expandió los límites de la mente de una manera que ni sospechábamos cuando lo comenzamos, y sí que nos ha servido en ese encuentro con nosotros, en esa aceptación, pero no es una fórmula mágica, es una herramienta, y es tan exitosa porque lo que hace es conectarte de manera más intensa con el momento presente, al estar recibiendo tantos estímulos del nuevo lugar que visitas no tienes tiempo de quedarte estancado en el pasado ni tampoco embelesado con el futuro, estás ahí, en ese momento y todo lo que importa en ese instante está frente a tus ojos. Pero es solo otra forma de hacerlo, cada quien encontrará la suya.
Si quieres viajar asegúrate de hacerlo por las razones correctas, sin que esto signifique que haya razones equívocas. Asegúrate de que vas con la mentalidad de conocerte, de descubrirte, de retarte, de expandir tus límites, de crecer. Asegúrate de viajar con la mente abierta al cambio, a los imprevistos, a las pérdidas, a la sorpresa, al asombro, solo así estarás emprendiendo el viaje más importante de tu vida.
“No hay hombre más completo que aquel que ha viajado mucho, que ha cambiado veinte veces de forma de pensar y de vivir.”
– Alphonse Lamartine