La Primera Vez

El libro “Azteca” de Gary Jennings tiene una frase en las primeras páginas que me encanta. Sucede cuando el protagonista viaja por primera vez desde su aldea a Tenochtitlan (la gran ciudad) y el padre muy sabiamente le dice. “Mira todo lo que puedas, hijo Mixtli. Tú puedes ver esta maravilla y muchas otras más de una vez, pero siempre y por siempre habrá sólo una primera vez”.

Y en efecto, solo hay una primera vez. Londres fue la primera ciudad Europea que pisé, la primera fuera de mi continente y mi primer viaje de mochila.

Para mí las calles de este Londres ya tienen recuerdos, vivencias que creí haber olvidado pero que regresan a mi mente al estar de nuevo en el lugar en que fueron creadas. Y aunque ahora todo es diferente, la compañía, el momento, incluso el clima. Es inevitable que mi mente haga un viaje regresivo involuntariamente.

Por estas calles corría desesperado por ver lo más posible de la ciudad nueva ante mis ojos, en ese puente sonreí como lo hacen millones de turistas para tomarse “la foto”. En este lugar descubrí lo “barato” que era mi país. Y en aquel puesto de revistas un malhumorado empleado me hizo odiar a los Ingleses un par de horas. En esta ciudad descubrí el verdadero primer mundo y también en esta ciudad deseé que varios de mis seres queridos estuvieran a mi lado, descubriendo las maravillas que se presentaban ante mi.

Regresar a un lugar tratando de revivir aquello que nos provoca nostalgia, considero es el peor de los errores.  Para decirlo de forma metafórica, sentir nostalgia por el azul mientras estamos en el amarillo, hará que definitivamente te pierdas la oportunidad de disfrutar el color presente. Y peor aún, regresar al azul intentando recrear lo vivido, no puede de ninguna manera liberarnos.

Por eso, aunque visitemos un lugar al que hayamos ido en repetidas ocasiones, propongo hacerlo desde una posición totalmente nueva. Conocemos el lugar, lo cual nos da la tranquilidad de movernos de forma más fluida, pero no dejemos que la nostalgia nos impida crear nuevos recuerdos. Quizá la capacidad de asombro no está tan virgen como aquella vez, pero sí tenemos la capacidad de sorprendernos por nuevos rincones, nuevas experiencias y nuevos momentos.

Disfrutar por primera vez una ciudad es fascinante, y debemos saborear esa sensación al cien. Pero también tenemos que ser capaces de recrear la excitación y la sed de aventura cada vez que la vida nos dé oportunidad de regresar al lugar dónde fabricamos nuestros recuerdos. Aunque a veces, es imposible evitar derramar una lágrima en el mismo lugar en el que alguna vez sonreímos.