Por: Juan Pablo Plascencia
Me llamo Juan Pablo Plascencia; soy guía de viajes y me especializo en ofrecer y realizar tours a Europa con grupos selectos de turistas desde México. Conozco ampliamente las ciudades más turísticas de Europa. Esta es una experiencia de tantas que me han sucedido en mis vaivenes por el viejo mundo.
Octubre de 2017. Comenzaba una vez más mi trabajo como guía. En el aeropuerto de la Ciudad de México una pareja se decidió a viajar el mismo día y entonces me entregaron en efectivo 7,800 dólares americanos para cubrir el paquete turístico en su totalidad. No tuve más remedio que aceptarlos y partir a Europa con poco más de 1,000 euros y todos esos billetes verdes en mi haber.
Todo marchaba de maravilla porque sentía que no violaba ninguna ley de declaración de valores pues no superaba los 10 mil. Llegamos a París, nos instalamos en el hotel y comenzó el tour. El dinero, pensé yo que sería mejor traerlo conmigo todo el tiempo.
El siguiente día, estaba previsto un ida y vuelta en Eurostar a Londres. Resultaba más práctico y cómodo para el grupo visitar el Reino Unido solo un día y regresar a descansar por la noche a París. Ese día muy temprano llegamos con anticipación de más de dos horas a la Gare du Nord para hacer los trámites migratorios y poder abordar el tren sobradamente a Londres. De repente, el tiempo se nos vino encima pues había demasiada escrupulosidad por parte de los agentes británicos de migración. Traté de enviar por delante a mis personas para que con su andar más lento alcanzaran ventaja. En el último filtro, mientras revisaban mi mochila, iba tan nervioso pensando que perdería el tren que olvidé quitarme el cinturón, por lo que nuevamente me hicieron pasar por el arco de metales. Como pude pasé por el arco a toda velocidad, tomé mi cinturón y como Usain Bolt corrí hasta alcanzar el tren al que justamente entré un segundo antes de cerrarse las puertas.
El vagón Eurostar ya iba avanzando y tomando cada vez más velocidad y yo al fin logré encontrar a mis viajeros y tomé mi lugar. Aún jadeando por el maratón, comencé a relajarme pensando en disfrutar el viaje desayunando, leyendo y escuchando buena música. Sí, allí fue cuando me percaté que había comenzado mi pesadilla: ¡mi mochila! ¡Olvidé mi mochila en el filtro de seguridad de la estación y dentro de ella ¡todo ese cúmulo de dinero en efectivo!…
Desesperado, tenso, de inmediato busqué ayuda con el personal. Les describí lo mejor que pude mi mochila y las circunstancias que envolvieron el momento. Se comunicaron en seguida a la estación para reportar mi pérdida. Pasados 5 minutos, eternos para mí situación, me comunicaron que habían encontrado un bulto parecido al que describí pero que lo iban a resguardar en la oficina de boletos y me indicaron que a mi regreso lo reclamara con mi apellido y el número de asiento que llevaba en el tren.
Lejos de tranquilizarme, me pasé un día terrible en Londres, pues no tenía certeza de que el objeto encontrado fuera el mío, y si fuera el mío, si iba a encontrar todo el dinero que había dejado a la deriva. Me resigné con solamente 20 libras esterlinas que llevaba en mi pantalón, pues para colmo, también abandoné mi cartera con mis tarjetas de crédito en la mochila.
(Para quienes me comentan que no es posible conocer Londres en 10 horas, les digo que efectivamente no es posible conocer ninguna ciudad en tal tiempo, sin embargo, las atracciones más icónicas de la capital británica -Big Ben, Parlamento, Westminster, London eye, The Mall, Buckingham Palace, Torre de Londres, el Tower Bridge, Trafalgar Square y hasta un paseo por Leicester Square al atardecer- es posible recorrerlas con un hábil uso del “tube”).
Al final de todo el recorrido, regresamos a St. Pancras International para emprender el regreso. Una mínima esperanza anidaba en mi psique como último recurso. Obviamente el grupo de personas que me acompañaban supieron todo y se portaron realmente amables conmigo, animándome e incluso me invitaron las comidas y cualquier gasto que tuve que hacer ese día. Llegamos a París. Corrí de inmediato a la oficina de boletos, que, por cierto, estaban a 10 minutos de cerrar. Expliqué rápidamente y reconocieron de inmediato el caso. Fueron a la bodega, y al salir con la mochila extraviada…. ¡Sí! era la mía!! Acto seguido, me explicaron que por protocolo de seguridad (tal vez antiterrorista) tuvieron que examinar mis pertenencias y que en ella habían encontrado: 7,800 dólares americanos en una bolsa plástica, casi mil euros en una cartera, una pera, una manzana, una barra de cereal, una gorra, un suéter y algunas monedas. ¡La sensación de felicidad que experimentó mi alma es indescriptible! Había recuperado toda mi pertenencia.
De esta vivencia saco algunas conclusiones:
- La honestidad es un valor que afortunadamente aún existe en Francia. Sinceramente esto no suele ocurrir en otras latitudes…
- En los viajes, siempre debes tomarte con concentración las situaciones de revisión de maletas, filtros de seguridad y abordaje.
- No vuelvo a llevar tanto dinero encima. Eso sí, nunca renunciaré a mi práctica de siempre llevar conmigo todo mi dinero y mi pasaporte. Desde entonces solamente dejo una tarjeta de crédito en mi maleta en el hotel y una fotocopia de mi pasaporte.