¡Bandita! Un grupo de amigos y yo -con perrhijo incluido- nos fuimos un fin de semana a conocer el Pueblo Mágico de Cuetzalan, Puebla. Después de 5 horas de camino muy escénico y sinuoso -desde Ciudad de México- llegamos a este pueblo del que había oído y leído maravillas, pero que era la primera vez que visitaba.
Nos fuimos directo al Hotel Ecoturístico “Taselotzin” un proyecto nacido de una cooperativa de mujeres indígenas que crecieron unidas por su trabajo y su arte tradicionales, y actualmente intercambian productos con otras organizaciones y comparten experiencias con grupos de mujeres de otras regiones. La organización une el talento de 100 mujeres locales encabezados por Rufina Edith Villa Hernández “Doña Rufi”.
Técnicas de Tejido
Lo primero que hicimos al llegar al hotel fue comer una rica sopa de setas y un pollo en pipián -el sazón es deliciosamente ancestral- y después Doña Juanita y Emilia nos mostraron las diferentes técnicas que emplean para hacer sus magníficos tejidos y ornamentos. Doña Juanita utiliza principalmente dos técnicas: telar de cintura y bordado de contado para hacer prendas, y vestidos. En cambio Emilia, usando la técnica de tejido con fibras realiza canastas, cunas, bolsas y morrales entre otras cosas.
Río Subterráneo
Al siguiente día, un amanecer violáceo y el canto puntual de los gallos, me despertaron. Volvimos al hotel ecoturístico Taselotzin a desayunar -pan dulce, chilaquiles y café calentito- y nuestro guía José (Xplora Tours Cuetzalan) pasó por nosotros para emprender la siguiente aventura.
La primera parada fue en la boca de una caverna; antes de continuar nos pusimos el chaleco salvavidas, el casco con linterna y armados únicamente de una GoPro nos adentramos en la obscuridad de la entrañas de la tierra. Exploramos por casi una hora este lugar, siguiendo un río subterráneo -que por momentos nos llegaba al pecho- entre piedras, fisuras y estalagmitas.
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Senderismo y Cascadas
De vuelta a la superficie seguimos nuestro camino, ya un poco más livianos sin el equipo espeleológico. Atravesamos algo de maleza y luego continuamos por una calle flanqueada por humildes casas, llenas de niños y ancianos, gallinas, perros y gatos. Como un oasis encontramos un puestito de micheladas “Justo lo que necesitamos” -suspiré con toda el alma; y proseguimos a mejor ritmo después de aquella refrescante bocanada.
Una escalinata al mero estilo tempo budista tailandés -enmarcada por enormes bambúes- nos llevó hasta la pequeña cascada Tres Caídas donde nos metimos a sus gélidas aguas, y después continuamos descendiendo por casi 20 minutos hasta toparnos con una poderosa caída de 50 metros: la cascada Las Golondrinas.
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Saltamos de piedra en piedra -como archipiélagos- y luego tuvimos que meternos a nadar para acercarnos lo más posible al borbollón de la cascada. Después de contemplar aquel majestuoso espectáculo -nunca había estado tan cerca de una cascada tan imponentemente bella- dimos marcha atrás.
De vuelta al centro de Cuetzalan -el sol había sido reemplazado por lluvia y neblina -la típica atmósfera de este pueblo mágico, dicen los locales- y así, poquito antes del anochecer volvimos a nuestro hogar temporal -Finca el Reencuentro, una bellísima casa de campo, disponible en Airbnb https://es.airbnb.com/rooms/48758418?guests=1&adults=1&s=67&unique_share_id=906943a6-697d-4427-a2b5-a9daef10075c– para descansar.
Centro de Cuetzalan
Último día. Las polillas de la noche habían sido reemplazadas por pequeños pajarillos cantores. Alrededor de las 8 am nos fuimos al mero centro donde pudimos observar a los fieles feligreses hacer fila al ritmo de las campanadas de la primera misa dominical, y a los primeros mercaderes preparar sus puestos de frutas, verduras, flores y artesanías en la gran plaza del domingo.
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Nos compramos unos churros y también unos tamales para desayunar ¡EN UN EPISODIO MÁS DE GORDOS POR EL MUNDO! y volvimos a recorrer los encantadores empedrados y los lugares más emblemáticos de este pueblo que sin duda es de los más bonitos de México.
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Nos fuimos a despedir de la cooperativa de mujeres artesanas al Hotel Taselotzin donde por fin tuvimos la fortuna de conocer a “Doña Rufi”. Intercambiamos unas palabras inspiradoras de cómo el trabajo artesanal y la colaboración entre mujeres ha logrado mejorar sus vidas y las de sus familias, con independencia, libertad y amor.
¡Hasta pronto Cuetzalan!
Me quedo con la magia de Cuetzalan, sus callejuelas, su neblina y su plaza central; sus alrededores naturales, sus grutas, bosques y cascadas; y finalmente con la tradición y el arte de Mujeres Tejiendo y Bordando Nuestra Historia.