Por: Neyka Laboy Báez
Si me preguntasen de niña que eventos o pasatiempos me harían sentir felicidad, sin duda hubiera contestado que estar con mis amistades y familiares. Pero más allá de amar a mis amigos y familia hoy algunos añitos más tarde he encontrado lo que con todo mi corazón me brinda más allá de alegría es júbilo. Y definitivamente es viajar, poder ver con mis propios ojos el otro lado de la moneda. Poder experimentar la vida, la alegría, el día a día en diferentes rincones de este pequeño planeta llamado tierra.
Esta fascinación de poder experimentar de cerca la aventura de recorrer calles que no son familiares, probar nuevos sabores y escuchar lenguaje que no suelo escuchar a diario en mi país se materializó de forma inesperada. Hace ya varios años fui tomada por sorpresa por una no tan grata sorpresa que me hizo evaluar mis prioridades y por ende la forma de ver la vida. Aprendí que el tiempo es ahora y no para más tarde. Que mientras se tenga, salud, tiempo y algo de dinero se pueden materializar muchos deseos. Como la gran mayoría dice por ahí y quizás suene muy poco original …el momento es ahora.
Es por eso que hace un poco más de 5 años empecé a vivir la vida con mayor intensidad, no aceptando un “No”como punto final. Sino, transformando las dificultades en oportunidades y empezar a hacer un balance entre la vida personal con la profesional (Aunque confieso mi balanza está algo inclinada más a la personal que la profesional).
Comencé a viajar sola una vez al año hasta unas nueve (9) veces durante un período de doce (12) meses con el fin de conocer las siete (7) maravillas del mundo moderno. Recuerdo que la primera fue el Coliseo Romano en un viaje que me regalé como fin de curso en la universidad. La última maravilla que visité fue el Cristo Redentor en Brasil, ese día fue bastante significativo para mí, porque representó el haber alcanzado una meta casi inalcanzable. Pero cuando llegó el día me sentí tan llena de buena vibra y felicidad que hoy día no puedo aún explicar.
Es por esto, que una vez pude completarla me di cuenta que era capaz y no inalcanzable ir a conocer el mundo como una viajera en solitario. No dejarme llevar o conformarme tal vez, con lo que podía ver en fotos, videos o programas de televisión. Sino, que lo utilizaba como inspiración para seguir saliendo de la pequeña isla de Puerto Rico a experimentar la diversidad por mi propia experiencia.
Claro está, hasta el sol de hoy ni la pandemia me ha detenido de conocer diferentes culturas, experiencias gastronómicas, climas pero lo más importante es el intercambio cultural con los locales. Los locales que me han enseñado tanto con tan solo intercambiar algunas palabras. Que no importa la raza, región, religión y el lenguaje, todos somos uno. Somos personas extraordinarias que con nuestras diferencias culturales y lenguaje no nos impiden hacer amistades y ser fuente de inspiración para otras personas.
Por eso y más seguiré explorando diferentes rincones del mundo como viajera en solitario no para impresionar sino para inspirar a todos aquellos que no se atreven a dar ese primer viaje sol@s. Que entiendan que hay todo un mundo por descubrir y sobre todo disfrutarlo de lo lindo.