Por: Karina Marín
Las Islas Galápagos son una maravilla natural, declarada patrimonio de la humanidad. Charles Darwin realizó las investigaciones que reforzaron la teoría de la evolución en esta zona geográfica mágica.
Los ecuatorianos tenemos el privilegio de contar con ese territorio insular como parte de nuestro país, lo he visitado tres veces en mi vida y aún ansío regresar.
La primera vez tenía 17 años y fue el clásico paseo de fin de bachillerato, pero lo disfruté tanto, no solo por el ambiente de amistad y juventud, sino por el encanto del colorido, la naturaleza, la pureza del ambiente, nadé con lobos marinos, no lo podía creer.
Por suerte a los 31 años pude vivir tres meses en la isla de San Cristóbal como médico oficial de Marina.
Trabajé y aprecié la convivencia, respirando desde el aire de la playa hasta el ascenso a los montes para cosechar naranjas, comer guayabas y visitar las lagunas.
Conocí Floreana impregnada de misterios, me impresioné con las manadas de chivos salvajes.
Cuando salí del archipiélago desde el avión juré regresar.
En el 2018, a los 48 años pude ir de paseo con mi pareja y su madre adulta mayor, esta vez nos alojamos en Santa Cruz. Nos volvimos a maravillar ante la fauna silvestre, libre y confiada, las iguanas en las calles, los tiburones martillo en la playa casi rozándonos, los piqueros, las fragatas, las tortugas.
Paseamos caminando a Las Grietas para hacer snorkel, a Tortuga Bay con su arena blanca, aguas transparentes y cielo azul turquesa.
El ambiente es turístico, con sensación de seguridad, respeto a la naturaleza y una gran oferta gastronómica.
