Por: Lucy García
Tuve la oportunidad de viajar por primera vez a Europa con una gran amiga, recorrimos varias ciudades hermosas, pero en este post, solo hablaré de una, Venecia, ciudad de otro mundo, de película de ciencia ficción podría ser.
Desde el avión pude ver el Gran Canal atravesándola y numerosos canales pequeños en lugar de vías, y el mar Adriático rodeándola, estábamos emocionadas y ansiosas por aterrizar en ese lugar que sentíamos tan remoto, aunque no lo es tanto, ya que los vuelos en Europa de un país a otro son más bien cortos, y son muy económicos.
En realidad Venecia no es que tenga canales en lugar de vías, es que está conformada por muchas islas que se unen entre sí por puentes, muchos puentes, formando todos los canales, por lo tanto, el medio de transporte público y privado es acuático.
Al aterrizar, salimos del aeropuerto a buscar algún medio de transporte (en mi mente imaginaba que saldría del aeropuerto y ya habría una góndola esperándome, pero no fue así, eso era montañerada mía). Realmente era un aeropuerto común y corriente con buses y automóviles, no tantos, pero no se alejaba del mundo real. Compramos en una oficina turística del aeropuerto los tiquetes del bus que nos llevaría a la ciudad y también del sistema de transporte público de la misma, llamado Vaporetto, que son buses acuáticos; genial me pareció ese medio de transporte, además es relajante navegar en el agua y créanme que no empujan ni estrujan, no, allá si es agradable andar en transporte público.
El bus nos dejó en una calle donde no veíamos letreros y nadie nos explicaba para donde ir, así que con ayuda de nuestro mejor amigo de viaje, Google Maps, que es la maravilla para mí, ubicamos la estación del Vaporetto, que es una especie de parador de bus, aunque era más que eso, era una estación bonita, sencilla y pequeña, con muelles numerados y con mapas de las rutas, como en los metros. Ubicamos cual nos dirigía a nuestro hotel y lo esperamos.
Ya en el vaporetto nos sentimos felices recorriendo el Gran Canal y admirando ese paisaje tan hermoso, único, increíble; los taxis y las ambulancias eran lanchas, el camión de la basura, no era camión, era lancha también y los vehículos particulares por supuesto lanchas de lujo. También vimos carreras de regatas, que son como góndolas recorriendo el Gran Canal de forma competitiva. En fin, fue fascinante ver toda una forma de vida tan diferente a la acostumbrada, nos sentíamos extasiadas.
Primera anécdota en Venecia: Los tiquetes del Vaporetto
Toda la felicidad que nos embargaba, se vió empañada por una señora policía que apareció a pedirnos los tiquetes del vaporetto, los mostramos sin problema, los puso en un aparato para decirnos que no estaban validados, preguntamos que era validar, pues no teníamos la más remota idea y esa señora fastidiosa, por no decir otra cosa peor, solo nos decía “validar en máquina”, pero le explicamos que acabábamos de llegar, que no vimos máquinas y donde los compramos no nos dijeron nada.
Mostramos el recibo de pago de los tiquetes, para que viera que estaban pagos, pero no sirvió de nada. De forma muy autoritaria sacó un datáfono y nos fue soltando sin anestesia, la noticia de que debíamos pagar 75 euros…¡¡cada una!! de multa por no haber validado (y nosotras sin saber cómo ni dónde se hacía ). Le hicimos cara de niñas inocentes, le rogamos, casi le lloramos, pero fue infructuoso, era más dura que una pepa de mango.
En ese momento se nos hizo un nudo en la garganta, y yo pensé en tirarme al agua o mejor aún, me imaginé que la señora caía “accidentalmente” al agua y nuestro problema se resolvería y seguiríamos felices nuestro paseo; pero imaginé también que nos echarían la culpa a nosotras y que terminaríamos presas en el extranjero y no teníamos ni cinco de ganas de conocer una cárcel, no gracias.
Por lo tanto, la única solución que tuvimos fue sacar la todopoderosa tarjeta de crédito y pagar, con un dolor muy grande o más bien rabia. Después de ese suceso, y con la lágrima en el ojo de malgenio y aparte de la mirada de de la gente encima, suspiramos y miramos cuánto nos faltaba para llegar al hotel. Cabe resaltar que durante el resto del viaje nunca vimos que le pidieran los tiquetes a nadie, definitivamente se aprovechó de nuestra nobleza y nadie se apiadó de nosotras.
Al llegar a la estación C’adoro, cercana a nuestro hotel, solo retumbaba en nuestras cabezas el verbo “validar”, así que fue lo primero que hicimos, validarlos.
Luego vimos un callejón estrecho que nos dirigía hasta una calle grande, con almacenes y restaurantes. Y allí, nos tardamos media hora dando vueltas en la misma cuadra para encontrar el callejón que nos dirigía a nuestro hotel. Hago un paréntesis para comentar que hablo de callejones porque todas las calles de Venecia son callejones estrechos, de hecho el más estrecho es solo de 53 cm de ancho, solo cabe una persona a la vez, e igual los otros no son tampoco tan amplios, pero cabían al menos 2 o tres personas si fueran una al lado de la otra.
Cerrado el paréntesis, nos demoramos mucho encontrando el callejón que siempre estuvo al frente nuestro y no lo vimos, algunos letreros se veían otros no, son nombres de calles, no números ni direcciones como tal. Entramos a la calle y era un laberinto de más callejones, con vueltas y vueltas y puertas y puertas, al principio nos dio susto, pues no sabíamos si estábamos en una zona peligrosa o si era normal, pues veíamos ropa colgada afuera de las casas, y las casas eran solo puertas y ventanas una al lado de otra, osea eran como edificios de no más de 3 pisos, parejos, juntos uno de otro.
El hotel
Cuando encontramos el hotel, no tenía letrero pero es normal allá, y no hay recepción, sino una puerta con un sistema de clave, y la clave me la habían mandado al mail días antes; entramos y seguimos las indicaciones que en dicho mail nos dieron, para encontrar nuestra habitación. Los hoteles estilo Bed and Breakfast B&B, que son económicos y sencillos, pero muy agradables, son casas que adaptan como hoteles, de tres pisos, y por piso unas tres habitaciones, la vista por las ventanas es al edificio o casa de enfrente. El nuestro recomendadísimo, se llama B&B Al Saor, que hospitalidad y amabilidad la de los dueños.
Salimos a caminar y conocer ya sin malgenio y emocionadas por estar allá; buscamos la tan famosa Plaza de San Marcos, caminamos mucho, preguntamos mucho, hasta que llegamos por fin, y divisamos esa belleza de Basílica de San Marcos y todos los alrededores de San Marcos, aunque de noche poco se podía observar.
Entrada la noche, y ya con el cansancio encima, tomamos el camino hacia el hotel, pero pasamos por la Escuela Veneciana de música y aprovechamos para ver un show de ópera veneciana, majestuoso, además nunca antes habíamos estado en la ópera, entonces solo podíamos esbozar “wow” deslumbradas con los trajes o disfraces de época, y por supuesto las máscaras venecianas que siempre me han encantado, pues me parecen misteriosas y elegantes. Escuchar esas melodiosas y diferentes tonalidades de voz fue una experiencia muy enriquecedora culturalmente. No dejaban tomar fotos ni videos, pero uno se las ingenia, aquí les muestro algunas.
Segunda anécdota: Perdida #1
Al salir de la ópera, y bien tarde en la noche, comenzaría nuestra segunda anécdota, nos perdimos entre callejones y puentes y para acabar de ajustar, se quedaron sin batería los celulares. Así que preguntamos y nos daban indicaciones, pero nos perdíamos más, y todas las calles, puentes, iglesias y callejones son iguales, por lo que pensábamos que estábamos dando vueltas en círculo. Nos invadió la desesperación, rabia, cansancio, todo, aunque yo me decía internamente que era parte del paseo que lo disfrutara.
Preguntábamos, pero no éramos las únicas perdidas, había varios turistas en las mismas, así que seguíamos puente-callejón-puente-callejón el recorrido, hasta que vimos unos pelados relajados, caminaban y hablaban en un bonito italiano, así que pensamos que eran locales y sí, así que les preguntamos por la calle que recordábamos y nos dijeron que los siguiéramos. Como no teníamos opción, los seguimos (además el aroma a chocolate de sus cigarrillos electrónicos no nos dejaba separarnos de ellos, delicioso). Mucho tiempo después, vimos la calle grande con tiendas y restaurantes y sentimos una alegría inmensa y les agradecimos mucho a ellos. Sin mentirles estuvimos como dos horas perdidas, caminando, ya se imaginarán el estado de nuestros pies y el cansancio.
Agua por montones
Al día siguiente, fuimos a ver la plaza de San Marcos, de día, y nos encontramos en el camino, para variar con agua, como si hubiera llovido mucho (pero no había llovido) y la gente vendiendo unas extrañas botas plásticas que se ponen encima de los zapatos que teníamos, para poder ir a la plaza, así que las compramos, y seguimos nuestro camino. Claramente la plaza estaba inundada, parecía ser lo habitual y nos dijeron que era porque sube la marea en las noches; había plataformas por donde la gente se montaba y desfilaba para no mojarse.
Tercera anécdota: Perdida #2
A pesar del agua, se veía impactante la basílica y toda la plaza, pero continuamos nuestro rumbo y…¡¡nos volvimos a perder!!, gracias a la desorientación de Google Maps y de nosotras buscando una agencia de viajes para comprar el tour de Murano, Burano y Torcello. Pero Google Maps no es preciso en Venecia, no tiene sino callejones principales en su radar y nos mandaba a un callejón sin salida, no tan bonito y solo, entonces nos devolvimos varias veces a un lugar donde hubiera más gente. Después de perder la mañana y ya cuando la impaciencia nos invadió, decidimos almorzar y descansar, darnos por vencidas y buscar salir de ahí.
Por fin el tour
Una vez salimos del restaurante, caminamos hacia el Gran Canal, ya estábamos cansadas de tanto callejón, así que decidimos bordearlo pasando por las estaciones de Vaporetto, con la maravillosa suerte de encontrarnos un letrero del tour que tanto queríamos, y de una vez lo compramos obviamente.
Comenzamos nuestro tour en Murano, en la fábrica de cristal que lleva el nombre de la isla y nos mostraron como hacen toda la joyería y adornos en ese hermoso cristal, sencillamente sorprendente, se queda uno boquiabierto con ese talento.
Cuarta anécdota: Las botas
Camino hacia la fábrica notamos unas risas inminentes detrás de nosotras que, claramente, era por las botas plásticas super fashion que teníamos puestas, no quisimos encartarnos con ellas en las manos, por eso las teníamos puestas y bueno fueron el motivo de burla de aquellos dos muchachos. Nosotras no prestamos atención, pero más adelante nos las quitamos para más comodidad y terminamos el recorrido, volviendo al barco para la siguiente parada.
Torcello, una isla muy antigua, considerada la más antigua de Venecia en ser poblada, tiene construcciones muy antiguas también, con influencia Bizantina. Esta isla es pequeña, poco poblada y donde hacía más frío que en Venecia, pero se respiraba una calma y tranquilidad renovadoras.
Al volver al barco, los muchachos que se burlaban de nosotras, se sentaron a nuestro lado, terminamos todos cuatro conversando y riéndonos con ellos de nuestras botas, que más podíamos hacer.
Eran italianos y hablaban súper bien español, así que de caernos mal, pasaron a ser nuestros amigos de tour, y con ellos recorrimos Burano, una isla colorida, lo digo por los colores vivos de las casas; también era calmada, súper bonita, con puentes y paisajes muy lindos, y llamó nuestra atención un campanario inclinado, que se ve desde lejos. Probamos el vino caliente y un bizcocho típico de allá, cuyo nombre no recuerdo, lo que sí recuerdo es que a mis acompañantes no les gustó el vino, pero a mí sí, o no sé si sería porque me calentó, pues tenía un frío terrible.
Al anochecer volvimos a Venecia, nos despedimos de los italianos y hasta el son de hoy, seguimos contactándonos con ellos, terminaron siendo unas buenas amistades, ahh y aún se burlan de nuestras botas
Tanto bullying para saber que igual se dañaron las botas
Al día siguiente, entramos a la Basílica de San Marcos, muy bonita y organizada. Compramos regalitos religiosos, rezamos y cuando intentábamos salir de la plaza, o mejor dicho del agua, sentí en una de las botas un frío congelante, se había roto el plástico y mi pie entumecía y eso que tenía botas de cuero y medias térmicas debajo, y curiosamente a mi amiga le pasó lo mismo. Afortunadamente pudimos llegar rápido al hotel, a cambiarnos de medias y zapatos.
Luego hicimos un corto pero estupendo recorrido en góndola, con un lindo gondolero mostrándonos sitios y contándonos la historia de Venecia; el paseo en góndola es costoso, pero allá para sorpresa nuestra, se puede regatear y pedir rebaja. Terminado el recorrido, acababa nuestra aventura por Venecia, llena de anécdotas de principio a fin, y llena de recuerdos increíbles.
Una ciudad única, no creo que haya otra con tantos callejones y puentes y con tanta agua, es muy bonita, muy diferente a lo que uno está acostumbrado, no es grande, aunque caminándola siente uno como si estuviera atravesando todo Europa.