¿Y si nos vamos el fin de semana a Querétaro? Le dije a mi primo @imjustafox que asintió con la cabeza sin decir una palabra. Partimos un viernes por la tarde.
Nuestro objetivo era explorar su tesoro natural más preciado: la Reserva de la Biosfera de Sierra Gorda.
Después de pasar la noche en la capital, Santiago de Querétaro, nos despertamos algo tarde y manejamos un par de horas más.
Sólo de paso vimos la majestuosa Peña de Bernal desde la ventana cebosa del auto, y continuamos hasta llegar al pintoresco poblado de Pinal de Amoles, para comernos unas gorditas, en un puestecito improvisado, cerca de la iglesia.
Ahí almorzamos enchiladas queretanas, gorditas y quesadillas (sí, con queso) y continuamos nuestra ruta por un camino montañoso que es igualmente hermoso que terrorífico. Esas vertiginosa curvas regalan mareos abruptos pero lo compensan con unas vistas extraordinarias de las sierras onduladas que parecen infinitas.
Por fin encontramos un letrero con la desviación hacia el Río Escanela y después de 5 minutos aparcamos el auto. Íbamos absolutamente -NADA- preparados para la aventura: Fox se rifó la odisea anfibia descalzo y con jeans, y yo con mi traje de baño acapulqueño, estilo “putishorts” y mis chanclas “de meter”.
En el lugar predomina el verde del musgo y de los álamos, y el azul cristalino del agua. Aunque en épocas de lluvias, se torna más turbia y oscura perdiendo sus tonalidades turquesa del resto del año.
Caminamos por el centro de esa cañada -entre agua hasta las rodillas y un sendero de lodo y piedra- atravesando el Cañón de la Angostura, hasta el magnífico Puente de Dios; una cueva inundada como un templo sagrado con pozas frías y cascadas enormes.
De regreso por el mismo camino, atravesando un puente maltrecho de madera, la fuerte corriente hizo que perdiera definitivamente una de mis chanclas, obligándome a regresar cojeando hasta el estacionamiento jajaja.
La experiencia natural de este lugar es fantástica, solo hay que controlar a los turistas paisanos porque todo, hasta las reservas naturales, lo quieren convertir en un “balneario”.
Esa noche cenamos y nos hospedamos en el Hotel Misión del mágico Jalpan de Serra. Y como somos dos treintañeros con alma (y también cuerpo) de ancianos, nos dormimos súper temprano.
A la mañana siguiente, Fox y yo nos despertamos al amanecer. El cielo se miraba brumoso y nunca supe si estaba nublado o era la neblina que bajaba desde la sierra.
Bastó cruzar la calle empedrada para llegar a la plaza central de Jalpan de Serra. Reina allí, imponente, la iglesia de Misión de Santiago Apóstol.
Sacamos a Ramón, nuestro drone, y decidimos volarlo para apreciar mejor este poblado al norte del estado de Querétaro. Desde lo alto fuimos testigos de la abundante neblina que cubría las verdes sierras como una avalancha nebulosa y a un kilómetro y medio de allí, la magnífica Presa Jalpan, hogar de muchas especies de aves silvestres.
Después de desayunar, retomamos las curvas de la carretera que cruza la Sierra Gorda queretana y nos detuvimos en su punto más alto: La Puerta del Cielo y sus increíbles paredes monumentales de vegetación y sus arroyos verticales.
Continuando por el camino, y tras adentrarnos en un largo camino de terracería, dejamos el auto en el pequeño pueblo de Cuatro Palos y caminamos por una cuesta muy inclinada alrededor de 15 minutos hasta su mirador.
Aquí encontramos varios visitantes acampando con sus lomitos y otros perritos oriundos del lugar -dicen que amanecer en la cima es un espectáculo indescriptible. Fue cuando nos dimos cuenta que habíamos cometido el grave error de no hospedarnos en esas cabañas o de haber acampado ahí para vivir el pleno amanecer.
Desafortunadamente nos tocó mucha neblina y la visibilidad no fue la mejor. Pero de cualquiera manera valió la pena subir hasta el mirador.
De vuelta a la carretera emprendimos nuestro regreso a la capital no sin antes pasar por unas quesadillas y gorditas cerca de Peña de Bernal.
Fue un viaje muy breve y nos faltaron tantísimas cosas, pero intentaremos volver pronto a conocer más de este mágico lugar que es Sierra Gorda, reserva de la Biósfera. El secreto más hermoso de Querétaro.