Por: Claudia Montelongo Salas
Esta no es la clásica historia de la organización de un viaje que se ha esperado y planeado por mucho tiempo, sino la historia de un viaje improvisado, que al final me dejó mucho más de lo que yo esperaba.
Eran mediados de junio cuando mi esposo llegó a casa con una noticia: se iría 2 semanas a China por parte de su trabajo, pero a ambos se nos iluminaron los ojos de saber que teníamos la oportunidad de conocer un lugar nuevo, así que nos organizamos, rompimos el cochinito, nos arriesgamos e hicimos todo lo posible por hacerlo juntos, es ahí en donde comenzamos a hacer un plan para viajar a un destino que no estaba planeado.
Mi esposo se iría por 2 semanas a recorrer distintas ciudades en China por parte de su trabajo, entonces nuestro plan era aprovechar mis vacaciones para irme una semana después de su partida y recorrer SOLA algunos bellos lugares de China para después de dos semanas reencontrarme con él en Shanghái y quedarnos el resto de nuestras vacaciones (ya que él pidió un par de días de vacaciones).
Pero mi relato no será de todo mi viaje en China, sino de mi primera experiencia viajando sola, a un país donde la distancia, la cultura y el idioma te hacen sentir que estás mucho más lejos de lo que ya te encuentras.
El 1ro de septiembre del 2018 partí de madrugada con destino a Shanghái, me encontraba muy nerviosa pues era la primera vez que viajaba sola a un país, que estaba del otro lado del mundo y para darle más emoción al asunto, también era la primera vez que pisaba los Estados Unidos de América (ya que mi vuelo fue por Delta y hacía escala en Atlanta).
He de decir que me temblaba todo, ya que las historias que se cuentan sobre la odisea que es pasar por migración me tenían un poco preocupada, pero pese a mi inglés “nivel intermedio-me acuerdo” pasé los filtros en Atlanta y por fin tomé el avión que me llevaría a mi destino.
Me sentía preparada para visitar China, ya que hace un año hicimos un viaje a la maravillosa India y pensé que si había sobrevivido al shock cultural en tan hermoso país, podía sobrevivir a lo que viniera en esta nueva aventura… ¡Que equivocada estaba!
Aterricé muy feliz y con mucha incertidumbre de lo que me esperaría, el aeropuerto de Pudong me recibía con un increíble atardecer y se llegaba la hora de la verdad.
Ya fuera del aeropuerto solo tenía mi mochila, unas enormes ojeras, un itinerario de lo que debía de hacer para llegar a mi hotel, montones de hojas con frases en chino y los recuerdos de los videos de Alan por el mundo de su estadía en China, los cuales serían mi guía mentalmente.
No fue tan difícil encontrar el Maglev, lo abordé, tomé el metro y seguí las “instrucciones” para llegar a mi hotel, el cual “se encontraba a 5 minutos” caminando de la estación de tren de Shanghái, al salir de la estación del metro, no encontré por ningún lado el letrero de mi hotel (según las imágenes, mi hotel se veía al salir del metro) eran las 8 de la noche, nadie hablaba inglés, llevaba la dirección de mi hotel en “chino” para mostrárselo a las personas, pero nada funcionó, ni mi traductor sin conexión, ni “mis instrucciones en chino que traía mi reservación”, no sabía dónde estaba, no tenía señal en mi teléfono, ni un plan de internet (ya que como era tarde y estaba anocheciendo preferí irme al hotel y comprar el plan después). Algunas personas intentaron ayudarme, otras se alejaban como si les quisiera hacer algo ¿Es en serio? ¿Tienen miedo que les pregunte algo una chica extranjera? Yo debería de tener más miedo de ver tantos chinos, de no entender lo que me dicen y de no saber en dónde estoy, pensé.
Pero bueno, todo intento fue un completo fracaso, tenía angustia pero confiaba en que lo iba a superar. Después de un rato una chica que hizo el intento por ayudarme, me llevó a un mototaxi, al cual le di mi “hoja de instrucciones” para llegar al hotel y con toda la desconfianza del mundo y con mi única opción por delante me subí.
Los minutos se me hicieron eternos, sentí que daba muchas vueltas por la ciudad y mi único pensamiento fue: “si ves que se mete a una calle extraña grita fuerte y corre” ¡ja! Como si conociera yo cual calle sería la extraña, no conocía absolutamente nada, en fin solo confiaría en mi intuición y como buena mexicana, en mi mente ya estaba planeando cómo podía saltar de la moto en movimiento en caso de ser necesario jaja.
Después de algunos minutos, a lo lejos vi el letrero de mi hotel y un gran alivio corrió por mi cuerpo ¡había llegado por fin! ¿Por qué no lo encontraba? Resulta que mi hotel estaba cerca de la línea roja del Shanghái Railway Station y yo me bajé en la línea morada, pero bueno al fin llegué, me pude comunicar con mi familia, contarles todo lo que me había pasado y traté de descansar para olvidar mi frustración, mi miedo y la sensación de quererme ir a mi casa; total mañana sería un nuevo día.
A las 5:30 am salí de mi hotel y tal como decía en la reservación el hotel estaba a unos metros de la estación de tren, me sentía feliz porque pintaba para ser un gran día, llegué a la estación, era lindo ver que a las 5:30 am había luz, hacía calorcito, compré mi desayuno, pero algo más estaba por suceder, ¡si, algo más! Resulta que casi pierdo el tren, ya que el edificio donde te entregaban los boletos de tren estaba en remodelación y toda la fachada estaba cubierta con maderas, por lo tanto a pesar de que llegué temprano no encontraba “la oficina” para recoger mis boletos y de nuevo el mismo problema del día anterior, nadie me entendía ni en inglés, ni en señas, ni en mis “instrucciones en chino” (o se hacían los que no me entendían, nunca lo sabré). Después de algunos contratiempos pude recoger mis boletos de tren gracias a un señor que entendió lo que me estaba pasando y mi cara de angustia seguramente ayudó mucho jaja, corrí y corrí mucho, mi mochila se rompió, me equivoqué de vagón (me metí en 1ra clase, que era el 2do vagón de hasta adelante y mi vagón estaba al otro extremo del tren) ya no podía con el alma, en una mano cargaba mi maleta rota con 9 kilos y en la otra mano mi desayuno chorreando, mi bonche de papeles con “frases de ayuda en chino” ¡ja! tenía los hombros y cuello adoloridos, el ahora ODIOSO calor y mi chamarra me estaban empapando de sudor por el maratón que me estaba aventando y el nervio de que el tren no me dejara mientras recorría de regreso los chorrocientos vagones de nuevo, cargando, arrastrando y empujando mi !#%& maleta…
Logré encontrar mi vagón (era el penúltimo) me senté en mi lugar y nuevamente tuve ese sentimiento de frustración y de pensar ¡qué demonios estoy haciendo aquí! ¿Por qué vine sola?
Pero bueno, respiré, desayuné, me puse mis audífonos, ignoré a las chinitas que me veían con cara de ¿Y a ésta que le pasa? y disfruté de las vistas que ese tren me daría por 5 horas.
Al llegar a Pekín eran las 11 am, ahora si nada podría angustiarme, era de día, sabía a donde tenía que llegar, y aún con mi dolor en los brazos y todo lo demás ¡había recuperado mi buena actitud!
Salí del metro triunfalmente, caminé por donde recordaba que salía la ubicación del hostal en internet y … pues nada, nuevamente no di con el hostal jajaja estaba muy escondido entre algunos hutongs, pero después de otra travesía de idiomas, señas y un montón de personas que no me entendían, encontré a una amable chica, caminamos un rato, entre señas y “frases en chino” le di a entender que si no tenía un celular con traductor, entonces ella hablándome en su idioma y yo sin entender nada me llevo a su casa, entró por su celular y como pudimos nos comunicamos (ya que ella no hablaba inglés y su teléfono tenía las letras en chino, literal ¡ja!) Después de un ratito me pudo llevar hasta la puerta de mi hostal ¡siempre le estaré agradecida! Volvió mi fe en la humanidad (suena dramático, pero entiéndanme, después de tanto ya no veía claro jaja)
Me quedaban dos días para disfrutar de esa ciudad y no iba a permitir que todo lo que me había pasado arruinara ese viaje, así que durante esos días recorrí y disfruté muchísimo la Muralla China, la cual me tocó con increíble clima y muy poca gente, visité la Ciudad Prohibida y sus increíbles salones, me maravillé de las vistas que te brinda el Jingshan Park, recorrí algunas partes de el Lama Temple, caminé y visite las tiendas que hay en los Hutongs, visité la zona de centros comerciales (y sí, compré una nueva maleta y mi plan de internet) caminé y caminé muchísimo, comí delicioso, curiosamente me dormía súper tarde y despertaba muy temprano para disfrutar de ese ahora increíble viaje, ahora todo comenzaba a tener sentido.
Llegó el día de mi partida, me despedí de Pekín y regresé a Shanghái, mi hotel era el mismo de hacía 3 días ¡Había llegado el momento de mi revancha! Me bajé en la misma estación pero en la línea roja y efectivamente, mi hotel se veía desde la salida y estaba a unos cuantos metros, faltaban unas horas para reunirme con mi esposo, así que aproveché y visité algunos lugares, caminé por las calles de Shanghái hasta que por fin me encontré con él (fui muy feliz) y continué con este viaje de una forma diferente.
Los viajes son maravillosos, no solo por los increíbles lugares que puedes conocer, por lo que aprendes cultural o históricamente, sino por lo que aprendes de ti como persona. Sin dudarlo volvería a China, me faltaron muchas cosas por descubrir, aún no se si volvería a viajar sola, lo que sí sé es que valió la pena todo, desde mi dolor de espalda, hombros y cuello, mi dolor en mis pequeños chamorros de tanto caminar y los calambres al final del día, las frustraciones de que nadie te pueda entender, la tristeza de estar sola en un país que no conoces y hasta las lagrimitas que a veces se me salieron por haberme arrepentido de estar ahí sola, sin la comodidad y seguridad de que alguien me acompañara y que todo hubiera sido más fácil.
alió completamente la pena porque aprendí que tengo muchas fortalezas, que puedo superar mis miedos, que es padre improvisar, valió la pena porque descubrí que sigue habiendo gente buena en el mundo, que te ayuda desinteresadamente y hace hasta lo imposible aunque no te entienda, valió la pena conocer personas de otros países y sentirte aliviada porque por fin escuchas que alguien habla aunque sea inglés, pero sobre todo, VALIÓ COMPLETAMENTE LA PENA TODO LO QUE PASÉ AL VIAJAR SOLA, PORQUE MÁS QUE CONOCER CHINA, ME CONOCÍ A MI MISMA.