Por: Ignacio González
Muy a mi pesar compramos los boletos para el viaje familiar a San Francisco a las 6:30am (sí, justo el mismo vuelo que tomé para ir a Canadá, del cual les conté en mi colaboración anterior), se supone que así tendríamos toda la mañana para llegar, desayunar sin prisas y emprender posteriormente el camino al Valle de Napa con calma y tranquilidad; todo iba viento en popa, logramos madrugar y llegamos al aeropuerto con suficiente tiempo de anticipación, alrededor de las 4:30am, fuimos al mostrador para documentar y ahí empezaron los problemas; después de estarlo intentando un rato, la señorita amablemente me pide mi visa, la revisa y me dice “ah el problema es que tu visa ya expiró”. Empecé a sudar frío mientras veía de reojo, vi a mi mamá voltearme a ver con la cara semi contorsionada por la incredulidad y el enojo, acababa de arruinar meses de planeación, reservaciones de hoteles y restaurantes, el tour por los viñedos, en fin, no fue la maravillosa mañana que habíamos previsto. Todo por no recordar que los estadounidenses invierten el día y el mes.
Consejo, revisen sus visas antes de viajar.
Un año después del éxito no obtenido (esto sucedió en 2016), volvimos a planear todo, esta vez con visas renovadas ̶ porque también la de mi hermana y la de mi papá sufrían del mismo detallito ̶ e infinitos recordatorios de que revisáramos todos los documentos, emprendimos de nuevo del viaje y afortunadamente llegamos sin ningún problema. Hay básicamente 3 formas de llegar a Napa desde San Francisco, en bus, en ferry o en auto rentado. Nosotros optamos por la primera, las otras nos parecieron un poco engorrosas, y tuvimos suerte porque encontramos uno que salía directo del aeropuerto a los pocos minutos de haber recuperado nuestro equipaje.
De las regiones vinícolas de Estados Unidos (que entre otras incluye los estados de Oregon y Washington y en menor medida Nueva York) el valle de Napa en California es probablemente la más visitada, y no sin razón, el clima es agradable la mayoría del año, los paisajes son preciosos, hay muchas y muy buenas vinícolas relativamente cercanas que visitar y lo que en mi humilde opinión es el atractivo principal: los increíbles restaurantes que tiene.
El Valle de Napa consiste en una serie de pequeños y pintorescos pueblos distribuidos a lo largo de casi 50 kilómetros; la mayoría de las cosas suceden en 3 lugares, Napa, Yountville y St. Helena. Nosotros nos hospedamos en el primero, apenas dejamos las maletas en el hotel nos dirigimos hacia Yountville porque convenientemente ya era hora del lunch. Entramos a Bouchon Bistro, el restaurante más casual del chef Thomas Keller, famoso en todo el mundo por la elaborada cocina francesa que sirve en The French Laundry, también ubicado en Yountville y para el que lamentablemente no conseguimos reservación. Fue el inicio perfecto de nuestro viaje, día soleado, mesa en la terraza, copa de vino rosado en mano, deliciosa y concentrada soup a l’oignon seguida de un abundante plato de moules-frites, que son mejillones cocinados al vapor con vino blanco, algo de ajo y hierbas aromáticas, ah claro, y de guarnición un enorme plato de papas fritas.
Al día siguiente nos dimos a la tarea del vino, la mejor forma de hacer esto es contratando un tour, así no hay que preocuparse por manejar ni por nada porque ellos se encargan de toda la logística. El camión del tour que contratamos nos recogió en el hotel y junto con otras 6 personas nos llevó por todo el valle, en total hicimos parada en 4 vinícolas, en una de ella comimos un ligero lunch para evitar que las copas de vino acabaran con nosotros antes de tiempo. Al final del tour pedimos que nos dejaran en St. Helena, porque ahí está uno de los restaurantes que queríamos visitar; The Charter Oak, al igual que Bouchon, es el restaurante casual del chef Christopher Costow, que dirige los fogones del Restaurant at Medowood que tiene nada más y nada menos que 3 estrellas Michelin.
En The Charter Oak los platos se sirven al centro de la mesa, el punto es crear la atmósfera de un gran festín en el que todos en la mesa comparten la comida. Me gustaría decirles que tengo increíbles fotos de este lugar, pero la verdad es que no, mi teléfono había muerto para ese momento del día. Eso no quita lo increíble de la comida, probamos una coliflor memorable, tratada como un pedazo de carne decía en la carta. No sé muy bien en qué consista ese tratamiento, pero era deliciosa, sabía a que la habían estado bañado en mantequilla y otras delicias, de textura aún ligeramente crujiente, apenas chamuscada de algunas partes, una maravilla. Este restaurante fue mi favorito en el Valle de Napa, el lugar es encantador, la atmósfera cálida, el servicio es amable y eficiente, y la comida impecable, si están en Napa y tienen que elegir un solo restaurante, éste es la mejor opción.
Al día siguiente nos dirigimos a San Francisco, la verdad es que tomamos un uber, fue mucho más rápido, cómodo y costó prácticamente lo mismo que el bus. San Francisco es una ciudad que tiene una atmósfera muy especial, creo que los tranvías que recorren las calles con sus pendientes de 45° son parte de ese encanto particular, de verdad, las calles tienen una inclinación de terror, estoy seguro que más de un pobre turista ha rodado cuesta abajo.
Esta ciudad tiene algo para todos, el Golden Gate Bridge, los leones marinos en el muelle, la visita a la antigua prisión de Alcatraz, museos, galerías, tiendas, uno de los China Towns más grandes de América y por supuesto no podía faltar la infinidad de bares y restaurantes. Pero de todos los restaurantes a los que he tenido la oportunidad de ir, el que sin duda es mi favorito en la ciudad es Saison. Se trata de un discreto edificio de ladrillo a un par de cuadras del mar. Por dentro sorprende que la cocina está en su totalidad a la vista de los comensales, no hay una separación física entre las mesas y la cocina, así que se puede apreciar cómo trabaja todo el equipo de Saison durante el tiempo que dure la cena. Aquí el menú es sorpresa, así que no queda más que sentarse y disfrutar. He tenido la fortuna de haber podido visitar este restaurante dos veces y en ambas ocasiones la comida ha sido alucinante, y el maridaje de vino perfecto. En esta ocasión la codorniz al barbeque estaba de locura y fue el plato unánimemente más aclamado en la mesa; media codorniz, la piel ligeramente dorada, el barbeque más bien parecía una suerte de glaseado, perfectamente especiado, apenas con un toque dulzón, te hace chuparte los dedos cuando lo terminas, sin pena alguna. Quedaban ganas de pedir la otra mitad del ave.
Saison es un restaurante excepcional, te tiene al borde de la silla con cada plato, no creo que puedas salir de aquí sin una sonrisa de oreja a oreja, una experiencia 100% recomendada.