Por: Alberto Osorio
Para Joaquin. Gran anfitrión.
Todo comenzó buscando cuando mi amigo Miguel y yo buscábamos en Internet un viaje a Perú. Al ver los precios, decidimos preguntarle a su tío Joaquín, residente en Londres, cuánto pagaríamos por ir a visitarlo. Y ahí comenzó todo, él nos ayudó a organizar nuestro viaje trasatlántico, como él lo nombró.
Y cuando desperté era Londres a las 14 horas del 25 de Febrero de 2016. Mi primera imagen al asomarme a la ventanilla de mi avión, después de volar 11 horas desde la Ciudad de México, fueron las casas victorianas del Siglo XIX, idénticas a las que había soñado unos meses antes. Pero ahora eran Reales. Reales palpables, reales de realeza. Conocí Londres gracias a Joaquín, un amigo hasta entonces desconocido para mí, quien armó nuestro viaje y tour por Londres, Roma y Florencia.
Nos llevó a los lugares turísticos más emblemáticos, a los bares pub más agradables de la ciudad. A los cafés más sui generis, uno con temática vintage (antes era un taller de reparación de motos ), a un bar con temática futbolera, donde por unos minutos fui el rey del futbolito (the table futbol) hasta que un chico inglés me retó y me quitó la corona; al bar La Cubana donde convive gente de todo el mundo bailando música latina.
En su guía turística nos mostró su metro mejor conocido como The Tube; el cambio de guardia de Buckingham Palace, The London Eye y The London Bridge; el inolvidable Picadilly Circus, lleno de una de mis grandes pasiones: el Teatro Musical y donde una noche antes de regresar a México me extravié con Miguel, mi compañero de viaje, porque nos cerraron el metro a la media noche.
Conocí las cervezas tradicionales, el whiski escocés caliente, medicina para mí resfriado y las comidas típicas como la tarta y el fish and ships.
Hicimos largas caminatas conociendo gente de otros continentes (Alaa, mi compañero de futbolito), al amigo chilango de mi guía y a la agradable esposa inglesa de Joaquin.
Después de eso él tenía que trabajar, es investigador de Biología para el gobierno inglés y su trabajo lo demandaba, así que nos dejó armado un viaje a Roma y Florencia. Nos dio mil advertencias, de las largas filas en lugares turísticos, de cuidarme de gente que vive del turismo, de los lugares para comer, etc. Afortunadamente jamás tuve que estar en una fila más de 15 minutos y la gente, aunque no muy amable, nos trató en general bien.
Pasear en Roma significa kilómetros de calles empedradas para caminar. La ciudad es un museo, así que volteas de un lado a otro y te sorprende un nuevo monumento o un nuevo edificio. Majestuosas obras de arte en la Basílica de San Pedro, en los Museos Vaticanos, en el Coliseo. Impresionante todo. Lástima solo del clima que durante dos días nos llovió y destruyó nuestra sombrilla. Sin embargo todo valió la pena.
La cereza del pastel fue ir a Florence, Firenze, Florencia. Para mí fue, es, sin duda la capital de las artes . La gente mucho más amable que en Roma hizo muy placentera mi estancia en la ciudad y en un solo día de visita conocí la Plaza Michelangelo, la galería de los Ufizzi, la Galería de la Academia, la Iglesia de Santa Croce, la iglesia de Santa María del Fiore. Y subí al duomo de Brunelleschi, vi al David original, la Venus de Boticelli y grandes obras de artistas florentinos.
Estoy convencido de que viajar me ha cambiado la vida. Este viaje, sorprendente, no hubiera sido el mismo sin el recorrido armado previamente para nuestra estancia en Londres y sin los consejos para caminar en Roma y la guía de lugares en Italia recomendados por Alan. Por Alan decidí conocer Florencia.
Eternamente agradecido con los consejos de Joaquín y de Alan, porque supe desde antes que hay bebederos en toda la ciudad de Roma y no hay que comprar agua, o que Florencia es un lugar impresionante en el mundo del arte por sus galerías y que hay que disfrutar de la ciudad desde sus miradores.
Me quedo con la inspiración de seguir viajando el resto de mi vida. ¿Me alcanzará el tiempo para todo lo que tengo pendiente de conocer? No lo sé. Y quiero terminar diciendo que gané a un gran compañero de viaje y amigo, caminamos kilómetros en las tres ciudades, tomamos vino y cerveza tradicionales, lloramos y reímos juntos como nunca con nadie más, eres genial amigo Mickey.
4.5
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