Por: Alejandra Foti y Sergio Patrone
Con un calor agobiante aterrizamos en la capital de Vietnam, bajamos del avión y nos esperaban largas filas para hacer migraciones donde había filas para locales, diplomáticos y extranjeros. Nos causó curiosidad que los militares que hacían pasar a la gente ni siquiera saludaban, sólo tomaban el pasaporte, controlaban la visa, devolvían el pasaporte y hacían un gesto para que salgas, para inmediatanmente llamar al siguiente. La fila que nos tocó era interminable y con una lentitud extrema.
Por fin nos tocó pasar. La chica que nos atendió nos pidió los pasaportes, los miró y empezó a hacer que no con la cabeza (gesto universal). Llamó al encargado del enorme hall de migraciones, un tipo bastante reacio que nos pidió que lo acompañáramos a donde se hacen los visados en el momento. A todo esto, Ale ya le había preguntado si había algún problema y el tipo no decía nada. Llegamos hasta el mostrador, donde el encargado hizo un gesto negativo señalándonos una letra que hay en el visado marcando un supuesto error. Preparado para sacar la billetera y adornar al buen hombre, tachó la letra incorrecta, la corrigió, selló, firmó y llegó el alivio.
Una vez fuera del aeropuerto fuimos hasta una combi donde nos dijeron que el viaje desde el aeropuerto hasta el hotel salía 5 usd por persona, nos subimos y el chofer nos dijo que esperáramos, que tenía que llenar el vehículo para salir. En síntesis, esperamos 40 minutos hasta que negociamos con dos indios para ir en taxi hasta el hotel que les recomendamos sin conocer. El chofer de la combi ni se inmutó cuando cambíamos de transporte.
Cerca de 30 kms separan al aeropuerto del 3B Hotel. En la mayor parte del trayecto vimos zonas rurales trabajadas por personas sin máquina alguna. Fue como ver un documental de hace décadas: todos con los típicos sombreros en forma de cono achatado y remeras de manga larga para protegerse del sol. A eso súmenle barbijos, los mismos que tienen los motoqueros. La contaminación en Hanoi se puede ver como una nube espesa que hace que se vea borroso el horizonte.
Llegamos al hotel, ubicado en barrio antiguo de la ciudad, y nos estaban esperando con limonada fría mientras esperamos que terminaran de preparar la habitación. Algo curioso: las cinco personas que trabajan en el hotel tienen la voz finita, a veces parece que te estuvieran cargando hasta que te das cuenta que hablan siempre así. Nos tomaron los datos y la chica de la recepción nos acompañó hasta la habitación, abrió la puerta, nos señaló la cama donde había dos cisnes hechos con toallas al compás de “happy honey moon”. Agradecimos y nos miramos con Ale. No nos acordabamos que en la catarata de mails que mandamos dijimos que era nuestra luna de miel…todo sea por conseguir mejores tarifas…
Salimos a dar una vuelta y nos encontramos con el principio del caos. Los semáforos escasean en Hanoi y las motos abundan. Entonces si quieres cruzar la calle, cierra los ojos, no mires para los costados y mandáte, así funciona la cosa, te esquivan y listo. Al principio es vertiginoso, después uno se acostumbra. Lo complicado es tratar de caminar por la vereda donde son más importantes los scooters que las personas.
La vida de la capital vietnamita pasa por la calle donde la venta ambulante es la que manda. Los negocios, por lo general, tienen casas arriba, donde vive la gente que trabaja abajo. Salubridad e higiene, bien, gracias. Las condiciones de limpieza en general son flojas. Antes de empezar el viaje decíamos que íbamos a probar todo. Frente a la señora, en cuclillas, que prepara el Poh (sopa vietnamita, parte del desayuno, a base de fideos y pollo) lo piensas dos veces.
Eran las 6 de la tarde, no habíamos almorzado y nos picaba el bagre. Fuimos hasta un restaurant medio pelo de comida local y pedimos arroz con pollo y una cerveza Tiger grande. Hace tanto calor que ponen ventiladores en la vereda. El resultado de la experiencia gastronómica: un plato delicioso y a buen precio: 6 usd en total.
Por la noche fuimos a recorrer el pintoresco mercado donde encontramos ropa de baja calidad, artesanías, zapatillas y comida callejera. Una de las calles principales se hace peatonal, igual las motos se meten y complican el paso. Las veredas, además de motos, están llenas de mesas y sillas diminutas donde se juntan a tomar la cerveza más barata del mundo: dos cervezas tiradas a menos de 2 pesos argentinos. Dimos algunas vueltas y nos acostamos temprano.
Después de la excursión a Halong bay hicimos las visitas obligadas a la ciudad: el mausoleo de Ho Chi Minh, donde estuvimos dos horas para ver 20 segundos el cuerpo embalsamado del que fue líder y ahora ícono.
En el medio probamos el café de huevo, exquisito café con huevo batido similar en su consistencia a la leche condensada. Luego pasamos por el templo de la literatura. Mañana es probable que vayamos al museo de historia militar de Vietnam.
Halong Bay
7am arriba para desayunar y cargar pilas para ir a una de las nuevas maravillas naturales del mundo desde 2011.
Situada a 170kms al este de Hanoi y a 400kms de la frontera con China, este conjunto de 1600 islas e islotes tiene su leyenda. Dicen que el emperador de Jade mandó dragones celestiales a defender su tierra de invasores chinos. Los dragones para defenderse escupieron joyas que formaron la geografía de la bahía. De ahí su nombre, Ha Long o dragón descendiente.
Después de un viaje de 3hrs llegamos a la bahía donde nos esperaba una lancha que nos llevó al crucero Garden Bay, donde nos recibieron con una lluvia de pétalos de rosas, literal. Con nosotros había un grupo de franceses, con un promedio de 60 años, muy sociables, con muchas ganas de hablar de fútbol.
Llegamos para el almuerzo y al ver el menú nos dimos cuenta que era más finoli de lo que pensábamos. Ostras, langostinos, pesca local y cangrejo fueron algunos de los platos servidos. Terminamos el almuerzo y fuimos a hacer kayak. Alcanzaron dos minutos de descanso para que los franceses me cargaran el resto del crucero. Encima la guía “sin códigos” me gritó delante de todos que tenía los remos al revés.
Uno de los empleados del barco tenía una regla memotécnica donde asociaba a los pasajeros con famosos u objetos. Por ejemplo, a mi cada vez que me veía me cargaba y me decía “Messi námbe tú (número dos)” aclarando que el mejor era Cristiano Ronaldo. La “peor” parte se la llevaron dos franceses a los que nombraba como whisky y cerveza cada vez que los veía.
Las actividades de la excursión incluyeron visitas a diferentes cavernas, miradores, playas, clase de cocina, donde debo decir que Ale se lució haciendo arroladitos con papel de arroz. El último día nos enseñaron a hacer figuras con frutas donde fuimos espectadores. Mi motricidad fina no va con esas prácticas y podría haber hecho un desastre.
Durante la cena se me ocurrió preguntar si una ensalada de papaya era picante. ¿Para qué?, la encargada del comedor empezó a repetir “no epaizi, no epaizi, e litel bit epaizi” (no es picante, es poco picante) unas treinta veces, sin exagerar. Son esos momentos en los que quieres que se abra la tierra…en ese momento llegó el encargado del crucero para decirnos que teníamos dos bebidas gratis por la luna de miel (ya habíamos inventado fecha de casorio por si nos preguntaban). Otros de los beneficios de los mieleros: habitación con vista al océano y un ramo de rosas.
En fin, el crucero por Halong Bay nos pareció alucinante. Estar dentro de una postal y que te traten como lo hicieron va a quedar grabado en nuestras retinas y en nuestros corazones. ¡A seguir recorriendo Hanoi se ha dicho!
3.5
4
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