Tú x el Mundo

Cinco días para toda una vida, Medellín

Por: Andrea Olvera y Charly Ramírez

¡Hola! Somos Andrea y Charly, tenemos 24 y 25 años respectivamente, somos mexicanos y artistas (bailarines). Acabamos de regresar de nuestro primer viaje internacional: un sueño breve, pero profundamente motivador, esperanzador y, sí… mágico.

Este mes de abril viajamos a la Ciudad de la Eterna Primavera: Medellín, Colombia.

La intención principal era tomar un intensivo dancístico de cuatro días, pero tras una serie de experiencias memorables, el viaje tomó otro rumbo. El intensivo se redujo a dos días… porque Medellín nos hechizó.

Teníamos nuestro primer día libre antes de comenzar las clases y decidimos hacer un tour con la empresa Viajes Maxi Tour. En nuestra experiencia (y presupuesto), ¡súper recomendable! Comenzamos a las 7 am y terminamos casi a las 8 pm. Visitamos Guatapé y nos enamoramos de sus calles y casas con zócalos coloridos. Subimos los 740 escalones de La Piedra del Peñol lo más rápido que pudimos: 9 minutos y 8 segundos. El regalo fue una de las vistas más hermosas que hemos visto en la vida.

Luego paseamos en yate por la represa, nos divertimos con la trova paisa (nos reímos, a veces sin entender los chistes, pero reímos igual), visitamos La Réplica del Viejo Peñol y, para cerrar el día, alimentamos llamas en el Alto del Chocho. Probamos arepas, el famoso plato paisa, arequipe, el café más delicioso (y cargado de historia) y bebidas deportivas de maracuyá que no vamos a olvidar.

Ese primer día terminó con nosotros profundamente enamorados: de los paisajes, de su gente tan amable, de lo que no es cotidiano para nosotros. Y entre todos esos sentimientos, comenzamos el intensivo.

Conectar con personas que se dedican a lo mismo que tú es especial. Pero cuando eres bailarín, lo es aún más. No necesitas palabras para apoyar a alguien en clase, para sonreírle mientras bailan juntos. Hablamos con el cuerpo y las energías. Y debemos decirlo: los bailarines colombianos tienen una calidez increíble.

Cerramos ese día con una cena deliciosa en “Animal Cocina”, donde nos atendieron con mucha calidez. Se reían con nuestro acento mexicano, y nos hicieron sentir como en casa.

Al siguiente día, caminamos 40 minutos desde nuestro hospedaje hasta “Parques del Río”. El camino estaba lleno de árboles, cantos de pájaros, brisa ligera, sol, olor a tierra mojada… una delicia. Probamos helado de lulo con brownie, paseamos por el Parque de los Pies Descalzos, y comimos una michelada de mango biche en un puestito. Deliciosa.

Ese día también tuvimos intensivo. Terminamos alrededor de las 8:30 pm y regresamos caminando por ese puente donde ves el río Medellín pasar por debajo y, en la distancia, las luces de las casas en los cerros parecen estrellas.

Entonces nos cayó el veinte: nos faltaba tanto por ver. Y estábamos ahí. Así que, aunque nos doliera un poco, sacrificamos uno de los días dancísticos por conocer lo que cualquier artista sueña conocer: la Comuna 13.

Fuimos con un guía local, Jorge, y fue de las experiencias más poderosas. Entender cómo una comunidad pasó de ser una zona de conflicto a un epicentro de arte, fue conmovedor. La Comuna 13 es un lugar donde el arte salvó vidas. Donde las madres siguen luchando, por memoria y justicia, y donde uno —como mexicano— empatiza con muchas cosas.

Graffitis, b-boys, esculturas, miradores, música, fiesta, y una comunidad llena de fuerza hacen de este sitio una experiencia inolvidable. Te enseñan que con un granito de arena sí se pueden hacer grandes cambios. Nosotros estábamos como peces en el agua.

Nuestro último día fue inesperado. Charly enfermó del estómago. No sabemos por qué, pero entre la fiebre y el malestar decidimos que lo mejor era descansar un poco. Ya por la tarde, dimos un paseo breve por el Pueblito Paisa, que no sabíamos que estaba justo encima del cerro Nutibara… al que pasábamos todos los días sin saber lo que escondía.


Subimos, caminamos por sus calles, y cerramos nuestro viaje viendo el atardecer desde el mirador. Nos miramos, nos agradecimos, y supimos que habíamos vivido algo grande.

Solo nos queda decir que estos cinco días los vivimos como nunca. Fue como habitar una realidad alterna. Y fue nuestro “clic”: el que nos hizo prometernos que vamos a seguir viajando, como podamos, porque este viaje nos cambió profundamente.

Comunidad AXM

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