Cansados por el calor de la Ciudad de México, el equipo de Alan por el mundo decidimos tomarnos unos días de relajación y huir de la capital; el destino elegido, Yucatán. Ya sé, a un lugar más caluroso, pero había que buscar un pretexto para viajar, ¿no?
Para empezar con todo el primer día, volamos la noche del día anterior, así que aterrizamos en la capital de Yucatán y nos fuimos directo a nuestro hotel para descansar, a Kahal Boutique Mérida, ubicado muy cerca del centro.
Cabe destacar que el hotel nació de una casa histórica restaurada en el corazón de la ciudad con el objetivo de ofrecer a los viajeros una estancia acogedora que mezcla lo contemporáneo con la historia.
Día 1. En contacto con la cultura maya
El primer día nos levantamos temprano, desayunamos y tomamos camino hacia Chichén Itzá, pero antes hicimos una parada en el cenote Tsukán, donde nos dieron la bienvenida con una ceremonia maya, en el Árbol Sanador, después dimos un recorrido por el complejo donde conocimos una casa maya, la cual estaba construida de manera tradicional.
Posteriormente pasamos a otra casa maya y en ella se encontraba una señora haciendo tortillas a mano, que por cierto pudimos degustar con un poco de sal y salsa de habanero ¡delicioso!
Después de esas probaditas pasamos al Taller de Sabores de Yucatán, donde nos platicaron sobre el recado yucateco, que es una mezcla de plantas, frijoles y semillas para la creación de pigmentos que en el pasado eran utilizados con fines estéticos, y actualmente son esenciales para la cocina yucateca.
Finalmente, tras nuestra caminata por el sitio, llegamos al cenote, donde nadamos y refrescamos un rato. Si planean ir, tomen en cuenta que deben enjuagarse antes de entrar y no echarse bloqueador, ni repelente de insectos. Pueden llevar zapatos de agua para que no se resbalen, ya que deben bajar varios escalones para llegar a él.
Luego de nuestra refrescada, nos fuimos a Chichén Itzá, una de las Maravillas del Mundo Moderno. En este momento del día, el sol estaba muy fuerte, así que las gorras, los lentes oscuros y el bloqueador solar fueron de mucha ayuda.
Llegó la hora de la comida y fuimos a Mayaland Chichen, desde donde podíamos ver una bonita vista del Observatorio de Chichén Itzá.
Nos recibieron con una margarita de tamarindo, que se volvió la favorita de todos en el viaje.
Conocimos al chef Misael Canché quien nos platicó de la comida yucateca. Comimos kibi de cochinita, sopa de lima, carne de res en pipián y un postre de papaya.
Terminando de comer, dimos un pequeño paseo por Mayaland Chichen, pero la lluvia comenzó a hacer de las suyas y tuvimos que subirnos a la camioneta y regresar a Mérida.
Llegamos al hotel para descansar un poco, bañarnos y alistarnos para ir a cenar, porque en Yucatán siempre se come muy bien, diría Jessica, de la línea viajera.
Fuimos a cenar a Emplumado, nuestra mesa estaba en la terraza y pudimos disfrutar de una linda vista de Paseo Montejo, especialmente del Monumento a la Patria.
Cenamos guacamole emplumado, carpaccio de res, aguachile de picaña, croquetas de longaniza, cachetadas de rib eye con costra de queso y ceviche verde.
Llegó el mood de fiesta y fuimos a Bernadette, un show bar donde actores y drags bailan y cantan éxitos musicales de pop en inglés y español. Si son fans de Natalia Sosa, deben ir porque ella actúa en el show. Además el espectáculo es interactivo y los actores te hacen pasar una velada muy amena.
Luego de disfrutar de un espectáculo de dos horas, aproximadamente, y unos tragos, regresamos al hotel a disfrutar de un merecido descanso.
Día 2. En la entrada al Xilbaba
El segundo día lo dedicamos a seguir conociendo algunos de los cientos de cenotes que hay en Yucatán; el lugar elegido fue la Hacienda Mucuyché, un lugar que alberga tres cenotes impresionantes.
En cuanto llegamos a la hacienda nos alistamos para ir directo a los cenotes. Recuerden, antes de meterse es importante enjuagarse, y si gustan pueden meterse con zapatos de agua.
Entramos a los cenotes con un guía, quien nos contó que los cenotes fueron de gran importancia para los mayas y también significaba el inicio del camino al Xilbaba. Cabe destacar que el Xilbaba no solo es un estado o lugar por el que transitan las almas de los difuntos, sino que también es una dimensión interior que conlleva el ingreso en ciertos estados de conciencia.
El guía también nos explicó que estos cenotes habían sido visitados por la emperatriz Carlota, quien quedó impresionada por ellos.
Entramos al primer cenote, llamado cenote Carlota, el cual es semiabierto y tiene una profundidad de hasta 7 metros.
Nadamos hacía El Canal, el cual conecta al cenote Carlota con el Cenote Azul Maya. Durante el trayecto exploramos y nos tomamos algunas fotos.
Al final de El Canal, salimos por unas escaleras y seguimos un camino a pie, que nos adentró a una cueva hasta llegar al Cenote Azul Maya.
El Cenote Azul Maya es un cenote tipo caverna y es realmente impresionante. Si bien está dentro de una cueva, tiene un sistema de iluminación que ayuda a los viajeros a guiarse mejor. En este cenote se pueden ver claramente las estalactitas y las estalagmitas, además, si prestan atención en la profundidad, se alcanza a ver que continúa un camino hacía abajo; son ríos subterráneos que, de acuerdo con el guía, aún no han sido explorados.
Justo en una parte de este cenote, nuestro guía nos pidió que flotáramos boca arriba, cerráramos nuestros ojos y nos relajarámos, para sentir esa esencia del Xilbaba. He de decir que fue una increíble experiencia, en lo personal sentí un poco de estrés al cerrar los ojos, pero traté de relajarme y fue algo increíble.
Tras esta experiencia salimos del cenote y nos dirigimos hacia la alberca de la hacienda, para seguir disfrutando de este viaje. Nadamos un rato y después fuimos a comer. Esta vez probamos papadzules, panuchos y unas empanadas de queso con chaya. El postre no faltó y como había para elegir, unos comimos flan napolitano y otros natilla de coco
Teníamos planeado recorrer la hacienda, pero entre la sobremesa y el cansancio, ya no pudimos hacerlo. Pero si ustedes tienen la oportunidad, ¡háganlo! El lugar es muy impresionante y fotogénico.
Llegó la hora de regresar al hotel para descansar un rato e irnos a cenar. Itzel, Karla y yo nos fuimos a la terraza para relajarnos en el jacuzzi y ver el atardecer.
Hora de cenar, fuimos al restaurante Holoch. El nombre significa cáscara de elote, la cual los mayas la veían como la protectora del maíz, ya que sin ella no podía crecer porque necesitaban de su protección para evitar que fueran comidos por los pájaros o dañados por el sol y la lluvia.
Holoch es una cocina de humo, por lo que muchos de sus platillos y bebidas tienen sabores ahumados. Para esta cena, nos dieron platillos al centro y cada quien comió de lo que más le llamara la atención. Comimos de todo un poco, pizza, aguachile, esquites, aguachile, chamorro, coliflor asada, entre otros.
Tras tremenda cena, Itzel, Violeta, Duva, Johan y yo decidimos caminar hacia el centro para comprar un sorbete de la tradicional Sorbetería Colón, pero como llegamos muy rápido coincidimos en que era muy pronto para comer un helado, así que mejor decidimos ir a la sucursal de Paseo Montejo, que además nos quedaba de camino al hotel, para bajar un poco la cena.
Luego de un breve paseo, llegamos a la sorbetería y cada quien pidió uno, previo a regresar para descansar.
Día 3. Practicando la contemplación en Sisal
El tercer día fue de total relajación, fuimos a Sisal, específicamente a la playa al club de playa “El Palmar”, en donde nos sentamos en la orilla del mar, bajo una palapa con sillas, mesa y camastros. Por cierto, este lugar es pet friendly, incluso vimos a varios perritos y hasta un gato.
Estuvimos un buen rato en el mar, luego Karla y yo fuimos a la alberca, y regresamos para comer, aquí cada quien pidió diferente platillos, yo comí poke de atún, además de una rebanada de pizza margherita; también pedimos pizza de langosta, pero yo ya no pude probarla porque ese poke era muy abundante.
Luego de estar todo el día, regresamos al hotel, para prepararnos para ir a cenar; sería la última cena del viaje, así que fuimos a Nakuh.
Nakuh es una experiencia culinaria que lleva al comensal a un viaje a la Cocina de la Selva Maya, está inspirado en la riqueza espiritual del Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas. Este restaurante se encuentra en una casona que alberga más de 100 años de historias que se pueden notar desde la decoración, arquitectura y la misma esencia de los aromas y sabores.
Aquí también comimos un poco de todo, chicharrón de venado, panuchos, poc chuc, sopa de lima, dzic de venado, chiles xtatik tatemados, empanadas de ibes; y de postre buñuelos y cremita de coco.
Al finalizar la cena, nuevamente nos separamos, unos se fueron al hotel y otros nos fuimos a caminar y tomar un último trago para despedirnos de nuestra última noche en Yucatán.
Día 4. Recargando energía en Progreso
El último día también fue de descanso, fuimos a la playa, pero esta vez tocó ir a Progreso, donde estuvimos en La Casa del Pastel, un restaurante que también cuenta con palapas, sillas, mesas y camastros para relajarse en la playa, además de baños y regaderas.
Pasamos todo el día en este lugar, nadando en el mar, tomándonos fotos y comiendo.
El Museo del Meteorito está a lado del restaurante, y aunque estaba cerrado porque era lunes (los lunes cierran), Duva y Jessica fueron a verlo por fuera porque en la entrada hay varios dinosaurios con los que se pueden tomar fotos.
Llegó la hora de despedirnos de la playa y tomamos rumbo a nuestro hotel para arreglarnos, agarrar nuestras maletas, cenar, hacer el check out e irnos al aeropuerto.
Hicimos el check out y nos despedimos del personal del hotel, quien siempre nos trató muy amable. El hotel es pet friendly, así que pueden venir con su mejor amigo de cuatro patas; yo ya voy a empezar a planear ese viaje porque me di cuenta que varios lugares el estado son aptos para mascotas.
Sin duda, Yucatán es uno de mis estados favoritos del país, o hasta podría decir que mi favorito, desde niña le he tenido un cariño especial y cada vez que regreso me la paso muy bien, me ha regalado increíbles experiencias y este viaje con mis compañeros de trabajo no fue la excepción. Y como bien dice el nombre del hotel en que nos quedamos, Kahal (que en maya “K’a’ajal” que significa “regresa a” o “recordar”), a Yucatán siempre se regresa y se recuerda con cariño.