Por: Manu Espinosa
“Viajar y explorar lo desconocido”, fue mi propósito a principios de 2016; además de correr dos maratones, y los ya clásicos ponerme a dieta y dejar de tomar. Afortunadamente solo cumplí los primeros dos, con orgullo y sin arrepentimientos.
Este año por fin cumplí la promesa de no trabajar en una oficina, deslindarme de los horarios burocráticos. Soy un freelancer: sacrifiqué la seguridad por la flexibilidad; la dependencia por la autonomía; la comodidad del conformismo por la arriesgada lucha de mis sueños.
Por supuesto que había mucha incertidumbre, pero era más la voluntad por ser feliz.
No les voy a mentir, en momentos caóticos y de precariedad, mis padres (y mi familia en general) siempre me han apoyado; fue gracias a ellos que desde muy joven pude viajar y estudiar en otros países. Y que no se confunda con un acto anti-nacionalista, siempre he amado México, pero también creí importante que salir de aquí me haría una persona mejor.
Por eso siempre, inclusive en los momentos más difíciles, nunca me he sentido desamparado ni desprotegido. Además de una estupenda familia, tengo los mejores amigos.
¿A qué te dedicas? me preguntan todo el tiempo, repetidas veces, las mismas personas, y deberían de hacerle como la resignada de mi abuela, que a la misma pregunta, responde siempre “pues le hace a eso de la publicidad” (aunque ni siquiera entienda bien qué es eso, y yo ni siquiera me dediqué a eso jajaja).
De cualquier manera, todo fue tomando forma a lo largo del año. Siempre he creído que si te tomas en serio tus pasiones, y trabajas para volverte uno de los mejores, existen grandes posibilidades de triunfo.
Así fue con el running, ya llevo 4 años compitiendo y sí, cumplí mi meta de 2016 y corrí dos maratones: el de la Ciudad de México, y el de Las Vegas.
Ahí está Alan también, que hace 6 años comenzó este proyecto tan maravilloso, como un mochilero cualquiera, y ahora es uno de los vloggers de viajes más importantes del mundo.
Por un momento llegué a pensar, que mi hambre por viajar se debía más a las ganas de olvidar mis problemas que de crecer como persona; pero fue en los últimos meses que descubrí que viajar no es escapar, sino conquistar, tus barreras, tus miedos y tus deseos.
No todo fue fácil, hubo que trabajar mucho, escribir muchos artículos, tomar muchas fotos, dejar de pasar tiempo con personas importantes; este año conocí el amor, y luego lo tuve que desconocer.
Aprendí a priorizar, a saber distinguir entre lo fundamental y lo que es solo aparente.
Hubo momentos de quiebre, cuando parecía todo acabado -en Islandia casi pierdo la vida al caer de un acantilado.
Sin embargo hubo momentos de gloria, inolvidables, como contemplar una aurora boreal junto a mi mejor amigo, o cada uno de los atardeceres mágicos en Jordania, con el que ahora considero un hermano.
Fueron muchos viajes, muchas historias, tantas aventuras. Este año lloré mucho, pero reí más. Conocí lugares fantásticos e individuos extraordinarios -siempre he tenido un buen ojo para las buenas personas, y como diría mi madre “Confío en ti hijo, porque siempre tomas las mejores decisiones”.
Yo hablo del viaje como mi máxima expresión, pero cada quien tiene su propia pasión habitándole el corazón.
Si algo aprendí este año, y les puede funcionar a todos, fue a pensarme menos las cosas, y a sentirlas más; a disciplinarme por lo que quiero, y a no rendirme a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera; a ser menos hater y a ser más lover.
Con esta colaboración despido el año, y le deseo a toda la comunidad de Alan por el Mundo, donde yo me incluyo, el mejor cierre y la mejor apertura en 2017: recuerden siempre cantar y bailar, porque la vida, en palabras de Alan Watts, no es un viaje, es un asunto musical.
Los quiero bandita. ¡Feliz año nuevo!
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