Por: Alberto Coves
Se podría decir que las ciudades hablan, tienen carácter, se expresan. Algunas tratan de engañarte, te cuentan una historia o te prometen una experiencia que el experto ojo del viajero pronto desmonta. En el caso de Wroclaw (pronunciado Brotswaf) se muestra tal y como es, humilde, sin artificio y sencilla. Sus calles empedradas te detienen en el tiempo para narrarte el pasado medieval de la ciudad y mostrarte cómo ha sabido superar el trance de la Segunda Guerra Mundial que destruyó moral y edificios a partes iguales.
Wroclaw recibe al viajero con un moderno aeropuerto internacional, abierto hace sólo dos años con motivo de la Eurocopa 2012. Desde allí, por menos de 50 céntimos de euro, un autobús te lleva a la estación de tren, 15 minutos a pie del centro de la ciudad. Polonia es barata. La comida, alojamiento y atracciones pueden adquirirse a un precio muy razonable comparado con la media europea. En la plaza central de la ciudad, una de las más grandes de Europa, hay una multitud de pequeños hoteles y apartamentos en edificios antiguos (sólo un par de edificios de los años 70 rompen la estética medieval de la plaza), en los que el viajero puede sumergirse de lleno en la cultura de la ciudad, compartiendo edificio y escalera con vecinos locales. Escogimos esta opción, recomendable al 100%.
Visitamos los museos Nacional (Muzeum Narodowe), el de la Archidiócesis (Muzeum Archidiecezjalne), y el Panorama de la Batalla de Raclawice, éste último es el que más llamó mi atención porque se trata de un edificio circular que alberga un sólo cuadro, de 120 metros de largo, expuesto en 360º, en el que se narra la batalla de Raclawice de 1794, y que durante años estuvo censurado por la dominación soviética. No está mal, pero si no tienes mucho tiempo, puedes prescindir de visitarlo. No muy lejos del Panorama se encuentra el Mercado Municipal, un edificio industrial en su interior, con grandes pilares de hormigón, donde puedes comprar frutas, verduras, carnes, o flores.
El Mercado Municipal se encuentra a la orilla de una de las principales atracciones de la ciudad: el canal. Y es que el casco viejo de la ciudad se encuentra rodeado de un canal, donde los puentes que lo atraviesan se juntan con las vistas a la Catedral o a las muchas islas que la rodean.
Pero la magia de la ciudad no termina ahí. Wroclaw, próxima Ciudad Europea de la Cultura, esconde muchos secretos de pocos centímetros de altura. Y es que un día, sin previo aviso, comenzaron a surgir gnomos por las calles de la ciudad. La verdad es que en tiempos del comunismo, un grupo clandestino “The Orange Alternative” mostraba su inconformismo con el gobierno a través de la representación satírica en pequeñas figuras de seres fantásticos. Desde entonces, 180 gnomos se esconden por la ciudad vestidos de policías, viendo la televisión o bailando, convirtiéndose en unos curiosos encantos de la ciudad.
Calles empedradas, fachadas de colores, frondosos parques, calles limpias, rincones por descubrir, genial gastronomía, vodka, y una gente que nada tiene que ver con el frío del país, Wroclaw es una ciudad para ir y volver, como otras muchas de Polonia. Porque aunque no sea uno de los grandes destinos del continente, Polonia tiene mucho que contar.
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