Es hermoso encontrarnos de nuevo por aquí, con un tema que me encanta. Desde hace meses les debía muchas respuestas a quienes me habían cuestionado sobre mi forma de viajar y solventar mis viajes con Paco.
Y hoy quiero compartirles algunos de mis viajes cortos y sencillos con Paco.
Durante mi niñez tuve muchos encuentros con la naturaleza, desde pequeña mis padres me llevaban a estar cerca de ella y a pasar momentos simples y muy encantadores.
Desde pequeña tuve mascotas, y siempre eran ellos mis compañeros de viaje.
Algunos de esos momentos eran al lado de la carretera, mi papá nos llevaba de camino y en cualquier punto de la carretera con un árbol bonito, parábamos, mi madre llevaba unas cuantas sillas y mesas, sándwiches para comer y cosas sencillas para compartir. El único objetivo era disfrutar de la sombra de los árboles y estar lejos de nuestras realidades.
Otras veces íbamos a distintas cascadas cerca de casa, camino hacia la Sierra y otros días al lado de pequeños riachuelos que se forman desde las sierras que nos rodeaban y otros (muy pocos) fuera de mi ciudad. Nunca tuve tanto, nunca lo tuve todo, mi vida de viaje siempre fue muy sencilla.
Mi madre solía rentar una cabaña 2 veces al año por el fin de semana; para ella era muy especial salir de la ciudad y adentrarse en la magia de la naturaleza. De la familia, íbamos solo los más cercanos, unos cuantos, siempre fuimos una familia pequeña y por supuesto, nuestros perros siempre eran los primeros invitados.
Recuerdo que era una casita al lado de un río, en medio de la Sierra Fría con alberca, dentro de una pequeña casa vieja y recuerdo que mis primeros paisajes siempre fueron con mis perros jugando alrededor de nosotros, tomando el sol, comiendo cosas simples, los perros esperaban que mi papá tirara el primer “bocadillo” debajo de la mesa para agarrarlo.
Mis primeros paisajes con la naturaleza y perros, fueron esos pequeños días en el campo con tortas de jamón con queso y una hamaca debajo de los árboles para descansar el cuerpo.
La risa de mi madre, los perros siendo libres, una comida sencilla y una familia pasando la vida con la naturaleza, fueron mis primeros paisajes.
Esas memorias me traen hasta el primer día que Paco y yo fuimos de viaje por primera vez.
Recuerdo que fue nuestro primer viaje a la playa, toda nuestra aventura iba dentro de un pequeño auto.
Con una casa de campaña que me prestó mi hermano, la hielera iba llena de comida sencilla pero rica, eran pocos objetos con nosotros, el poco dinero que teníamos solo cubría los gastos de gasolina y por otra “cosita” que se nos antojara en el camino.
Estuvimos 3 días en la playa, yo necesitaba volver a mi vida ordinaria como cada lunes.
Otra memoria es cuando Paco y yo visitamos una Ecoaldea en España, una pequeña aldea de seres que decidieron cambiar el rumbo de sus vidas y eligieron la vida con la naturaleza, luchando por estar fuera de todo el sistema que nos rodea.
Estuvimos algunos días con ellos, aprendiendo de esa vida, de esa “otredad” que tiene tanto que compartirnos, disfrutando de una casita pequeña con olor a leña, entre montañas y senderos que rodeaban manantiales puros, sin tantas mentes con las que lidiar, sin tantos procesos que cumplir, sin tantas tareas por hacer.
Los días tomando el sol con Paco, haciendo caminatas entre pequeños senderos para encontrar aves y otras formas de vida.
Compartiendo la mesa, la comida, las historias, terminando el día con el sol y yendo a dormir con un cielo completamente estrellado.
Una de esas noches recuerdo que escribí en mi diario que las estrellas parecían observándome, eran tantas y se veían tan fuertes que por momentos tomaban cuerpo y miraban hacia mí.
Nunca tuve una sensación igual.
Fueron también las primeras veces de Paco durmiendo con pequeñas ratas de campo. Recuerdo que una noche no pudo dormir porque las pequeñas ratitas de campo, salían por la noche para comenzar sus búsquedas.
Paco como todo un perro de ciudad, eso también le aprecia nuevo y extraño.
También para mí fue nuevo no bañarme durante más de 10 días, tener un baño seco, no tener energía, ni celular, ni un reloj que marcara el curso de mis días.
Recuerdo esa visita a la aldea como “la visita a la escuela viva”, ahí los niños pequeños sabían 3 idiomas o más, tocaban más de 3 instrumentos y sabían cómo hacer que la comida llegara a su mesa.
Para mí esa vida, era una poesía.
Recuerdo ese “viaje” como uno de los viajes más sencillos y hermosos que tuve la oportunidad de vivir con el buen Paco.
Durante estos 9 años viajando con Paco, por distintos países, sigo encontrando la belleza en los viajes sencillos, resignificando los primeros paisajes, mis primeras memorias.
Y te invito a eso, a no dejarte llevar por lo “instagrameable” por las miles de ofertas turísticas, por los destinos top.
No pierdas el amor por las cosas sencillas, por los viajes que dejan realmente un aprendizaje y momentos de serenidad con la vida.
Ahora con esos momentos tan distintos y difíciles que estamos viviendo en el mundo, momentos que nos piden tanto silencio, tanta profundidad, acércate a ellos, a esos viajes sencillos, a esos lugares donde habitaba tu niñez, donde eras feliz sin tenerlo todo. Donde aun París no significaba el destino al que debíamos llegar para sentirnos viajeros.
Arma un plan sencillo, si lo prefieres no lo llamemos viaje. Llamémoslo “un momento con el mundo” a mi me gusta más, ¿a ti?, llamémoslo así, y si lo prefieres, no lo subamos a redes sociales a “esa segunda vida”, si quieres que nadie sepa a dónde fuiste, si quieres no le comentes a nadie que vas hacia ahí, que sea un “momento con el mundo” que quede entre tú y tu mascota. Hazlo como lo quieras y ve hacia dónde están esas memorias, hacia dónde comenzó tu aventura por la vida de viaje. Hazlo bonito, hazlo real.
“He convencido a mamá para que vayamos a nadar al Gran Lago Salado esta tarde, algo que llevamos años sin hacer. Sostenidas por el agua fresca, hemos hecho el muerto, boca arriba, mirando al cielo a pesar de la luz, cruda y cegadora.
Hemos flotado durante horas. Nos hemos fundido por completo con el agua salada y el cielo; estábamos resueltas, disueltas, en paz. Hemos vuelto con el pelo lleno de cristales de sal, arena en el ombligo, para recordarnos que no ha sido un sueño.”
Escribe Terry Tempest Williams, autora de REFUGIO, dónde narra sus primeros paseos por el Gran Lago Salado cuando era niña, así como el aumento del agua en el lago, el declive de muchas especies y la batalla de su madre con el cáncer.
Siempre con mucha intención, nos veo por aquí el próximo mes.
K y Paco.