Por: @eldiariodebeto
¿Quieres sentarte conmigo?, escuché al momento de recibir mi desayuno, de parte de una pequeña de ojos grandes y expresivos que con su sonrisa iluminaba aquel pequeño salón de la escuela de la vereda Papayal a las afueras de Manizales y Villamaría, me tomó de la mano y me llevó a compartir con ella la primera comida de lo que iba a ser una de las experiencias más memorables a nivel turístico que había vivido hasta el momento.
En aquella vereda estaba iniciando La Ruta del Cóndor (@larutadelcondor), un recorrido de turismo comunitario en el que están involucradas cerca de 8 comunidades de la zona, una hermosa montaña que rodea Villamaría, un municipio aledaño a Manizales al oeste de Colombia. Esta experiencia es ideada por comunidades que se han unido alrededor de un mismo fin, mostrar a los visitantes el estilo de vida de los campesinos y locales, por medio de visitas guiadas que nos llevan por senderos, ríos y los más hermosos paisajes verdes que la región puede ofrecer.
Aquel desayuno que compartí con la pequeña sería tan solo una muestra de todo lo que se venía, una experiencia que incluía aventuras de todo tipo y por supuesto como es de esperarse en todos mis relatos, la gastronomía jugaría un papel importante ya que cada una de las comidas era preparada por manos de los habitantes de la finca o la casa en donde pararíamos, Sancochos, picadas, empanadas y dulces típicos acompañaron el recorrido durante los 3 días que tuve el placer de vivir la experiencia.
Luego de un primer acercamiento al entorno donde sería toda la experiencia, en Barro Azul, había que dar gracias, y con una ceremonia tradicional en la que se pedía permiso a la madre naturaleza y se pedía además de su bendición, la protección para estar en su territorio. Iniciábamos camino hacia las fincas, lugares en los que tendríamos la oportunidad de ver los procesos que dan inicio a la cadena de producción de los alimentos que meses después llegan a nuestra mesa y nos deleitan con sus deliciosos sabores. Iván Cipagauta, dueño de la finca a donde llegamos, con su vital energía y apariencia nos explicó todo el proceso de siembra de numerosas frutas y vegetales que cultiva en su finca, además que nos permitía hacer la siembra de algunas semillas en uno de los cultivos cosa que no había hecho nunca en mi vida. Hablar con él era sentir como nos transmitía toda esa pasión y amor que le pone cada mañana al despertar y dirigirse a sus tierras, tierras que espera heredar en un futuro a sus hijos para que luego sean ellos quienes la cultiven y disfruten de ella.
Al segundo día en la mañana al despertar, un calentao, plato típico de la zona cafetera de Colombia que consta de frijoles, arroz, huevo y hasta chicharrón de cerdo nos esperaba en la cocina de una finca cafetera. Más tarde nos encontraríamos con Don Duvier en su finca La Giralda, quien nos haría un recorrido por todos los procesos que conlleva una taza de café, desde la siembra hasta su tostión pasando por la cosecha en las empinadas faldas de las montañas que cada mañana los caficultores como él, las escala para recoger el grano, una verdadera hazaña por las condiciones del terreno, tan complicadas son, que tuve más de una caída en el barro y la ropa quedó lista para una lavada y yo para una bañada.
Sentir el querer de estas personas hacia su territorio es algo que lo lleva a uno hasta el sentimentalismo, ver el orgullo con el que responden cada una de las preguntas que uno les hacía era sentir nostalgia de lo que hacían nuestros abuelos y preguntarnos porqué tan pocas personas deciden continuar con este legado y por el contrario deciden emigrar a la gran ciudad.
En la mañana del último día, día que sería uno de los más memorables comienza con un recorrido por carreteras de trocha hasta llegar al punto donde se toma un teleférico que nos lleva hasta una meseta en medio del Valle del Río Molinos y Río Claro, lugar en donde está ubicado uno de los que a mi parecer, es uno de los Glampings más impresionantes del país, El Nido del Cóndor, y su nombre se lo da el hecho de que a pocos metros bajo la meseta efectivamente el nido del ave Nacional de Colombia, el Cóndor, se encuentra ubicado, lugar que luego de una caminata por senderos de herradura nos llevaría a divisarlo. 30 minutos caminando, y ahí estaba sobre nosotros, la emoción que se siente es indescriptible, la imponencia de este animal es enorme, acompañado de un bosque espeso y un cielo azul profundo en donde uno de verdad siente la grandeza de la naturaleza y se da cuenta de los grandes tesoros que tiene uno a muy corta distancia sin que sea necesario dar media vuelta al mundo para disfrutarlos. Aquí quiero hacer una pausa porque así mismo durante la expedición, se hace una actividad en honor a la majestuosa ave que con sus más de 2 metros de envergadura hace sus tranquilos vuelos, sin siquiera aletear, pero con tal destreza que recorre sus tierras en busca de alimento para él y sus pichones, actividad que te hace consciente de lo que estás viviendo y consciente del cuidado y respeto que debemos tener hacia la naturaleza.
Al final de la tarde y para disipar toda esa emoción del agradable encuentro visitamos una pequeña vereda en donde como se debe, el paseo se termina con una cerveza y qué mejor que acompañando un juego de Tejo, junto con campesinos que al igual que nosotros estaba terminando la semana y estaban disfrutando de un rato de esparcimiento.
Al son de la música de cuerdas y de historias de campo termina esta aventura de 3 días por las empinadas montañas de Caldas, una experiencia que quiero abiertamente invitar a que vivan, que se involucren con quienes la realizan, conozcan sus historias que luego de escucharlas no van a querer irse de la zona sin ver los lugares donde fueron vividas y que quedarán enamorados de esas almas tan lindas que las cuentan.
El turismo comunitario es una modalidad que está tomando fuerza en el país y que desde los entes gubernamentales se está fomentando y apoyando con programas de capacitación y creación de talleres tanto educativos como de manufactura, que como dato curioso les cuento que toda la ruta está muy bien señalizada gracias a la labor de los mismos campesinos que trabajan en la elaboración de esta señalética fabricada en madera y que están comenzando a comercializar a otros organizaciones turísticas en el resto del país, para generar ingresos y así fondear los diferentes proyectos de la comunidad.
La invitación queda abierta, a que vivan e interioricen esta experiencia que está hecha con las manos y el corazón de los campesinos que con entrega y dedicación cada mañana se levantan a trabajar la tierra y a prepararse para la llegada de todos ustedes que como turistas conocerán todo lo hermoso que los rincones escondidos de las montañas de Colombia pueden ofrecerles, y créanme que encontraran vivencias que en ningún lugar más que ahí podrán encontrar.
Si quieren conocer más acerca de estas experiencias no duden en visitar sus redes sociales, vivir la experiencia y aportar al crecimiento de estas comunidades @larutadelcondor tanto en Facebook como en Instagram.
“No hay como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta cuánto has cambiado tú”
Nelson Mandela