Por: Krysthel Lolyn Vargas Barrios
El mejor viaje que he hecho hasta ahora es tan solo el primero de muchos. Debo confesar que al comprar los boletos de avión 6 meses atrás me sentía muy nerviosa, pues desde hace 2 años me propuse la imperdible ciudad de Nueva York como primer destino extranjero para visitar, y como en algunas ocasiones mis planes cambiaban por falta de acuerdos con los demás, decidí viajar sola.
Sí, sola a un país en donde no se habla tu idioma, en donde no conoces a nadie, ni siquiera sabes como usar la moneda.
El día de mi vuelo fue el sábado 29 de diciembre, estaba programado a las 3 pm y salí hasta las 11.30 pm debido a una demora, ¡sí esas cosas pasan! Así que llegué a las 7 am a la casa de una chica citadina que muy amablemente me hospedó totalmente ¡¡GRATIS!! (benditas aplicaciones),
Solo tomé un baño y salí corriendo, pues mediante esa misma App quedé en compartir algunas actividades con mi amiga argentina, la cual también viajaba sola.
Visité el Empire State haciendo una parada previa en Bryant Park, pues me pareció lindo, tomé un café para darme un poco de calor tras la nevada (que aunque fue mínima me sorprendió pues nunca antes lo había visto), al finalizar mi recorrido por el Empire State, por fin conocí a Marianela, mi amiga de Argentina, y vaya que agradable fue, el viaje sin ella no hubiera sido lo mismo. Nos dimos un gran abrazo reconociéndonos una a la otra como si lleváramos años en contacto.
Fuí a Ellis Island mientras ella hacía sus actividades y me logré colar en la fila hablando con unas chicas que viajaban desde Pachuca, Hidalgo, lugar donde yo nací y compartimos buenas experiencias y recomendaciones de viaje y de vida. Resultó que con una de ellas existe un amigo en común (que pequeño es el mundo ¿no?)
Después de eso caminé por Wall Street hasta el famoso toro en dónde me tomé fotos con mi amiga (y unas cuantas personas más que salían en la foto, pues había mucha gente) y posteriormente fuimos a Brooklyn Bridge (había un mundo de gente también; caminar por ahí me recordó un 15 de septiembre caminando sobre la calle madero en la Ciudad de México, y sí, por supuesto que le conté a Marianela sobre mi ciudad), aún así nos las ingeniamos para tomar increíbles fotos.
Llegamos juntas a Times Square para la típica foto, pues al otro día sería imposible por la fiesta de Año Nuevo, así que lo hicimos, entramos a Hard Rock Café y después fuimos por una cerveza cerca de Broadway (la más cara en mi vida).
Al término del día hicimos una escala en la Catedral de San Patricio, pues para mi es imprescindible visitar una iglesia, ya que me parecen construcciones arquitectónicas majestuosas (amo el arte gótico y neogótico), cerramos en Rockefeller Center admirando ese árbol icónico de navidad.
Para el segundo día nos quedamos de ver muy temprano en Brooklyn para poder apreciar el amanecer desde su mítico puente, y caminar en sentido contrario; ¡ASOMBROSO! (No había nada de gente, leímos la historia plasmada en la entrada y tomamos fotos hermosas desde Dumbo teniendo de fondo Manhattan).
A las 8 am corrimos hacia Downtown para probar un paseo en bicicleta por Central Park, fue la mejor manera de recorrer más en menos tiempo. Nuevamente me quedé sola y decidí ir primero al Museo Americano de Historia Natural, parecía una niña pequeña emocionada al recibir un regalo, que mejor regalo para mi que el conocimiento.
El museo me impactó desde sus fachadas (pues jamás pensé que un museo pudiera tener más de 1) hasta cada una de sus salas tan perfectamente elaboradas, mis favoritas fueron la sala de dinosaurios y el mundo marino.
Corrí a Central Park Zoo para hacerme la clásica foto en el reloj de la película “Madagascar” y me maravillé con las miles de especies y organización del lugar.
Mientras caminaba por una hamburguesa decidí hacer una parada para compras (20 minutos en lo que calmaba la lluvia) en Century 21, y con la lluvia, una mochila enorme conmigo y una hamburguesa, llegué hasta el museo 9/11 mientras el clima me jugaba una de las suyas, era yo bajo la lluvia con la batería del cel en 0% formada en la fila y siendo cubierta amablemente por un señor italiano mucho más alto que yo (fue muy divertido pues nunca supo que yo hablaba italiano hasta que entramos, y le dijo a su esposa: “que bueno que la chica del frente es pequeña, tuvo suerte, así no se moja”, una vez adentro le dije gracias por cubrirme y sus mejillas se ruborizaron.
Nunca sabes quien puede hablar tu idioma y te entenderá, así es que debemos cuidar lo que decimos. Me gustaría hacer una pausa aquí porque creo que es un museo que vale la pena, guarda, además de restos de la tragedia del 9/11, la historia de una ciudad y un país entero que se conmocionó ante tal noticia, es un lugar de respeto a la memoria de las personas que murieron en aquel atentado y a sus familias. Vale la pena tomarse un tiempo en él y reflexionar a cerca de la oportunidad de estar vivos.
A mi salida seguía sin saber cómo regresaría pues no tenía pila en el celular, decidí observar el lugar en dónde estaban las Torres Gemelas, fue impactante ver esas fuentes repletas de agua en donde hace tiempo se asemejaba a las lágrimas derramadas.
Tuve que caminar alrededor de WTC (obviamente entré para ver como era) pensando cómo haría para encontrar a Marianela, pues quedamos que nuestro punto de reunión sería el café Max Brenner.
Así fue como llegué a un café 24/7 y un chico mexicano me dejó enchufar mi celular solo para averiguar dónde estaba y avisar que pronto llegaría. Tuve que hacer un mapa en una servilleta por si nuevamente se apagaba mi celular pero esta vez cuidando que no se me borrara como el mapa anterior (¡ah! sí porque hice un mapa en el museo porque sabía que mi celular se apagaría de tanta foto que tomé , pero con lluvia se borró la dirección) finalmente mojada y con risas (de miedo tal vez) pude llegar hasta Max Brenner, ¡el mejor chocolate que he probado!
Y finalmente corrimos al puerto 81 para zarpar en un crucero de Año Nuevo para recibir el año teniendo como fondo la Estatua de la Libertad. ¡Fue verdaderamente INCREÍBLE! a las 4 am regresé a la casa de la chica que me hospedó y a las 5 pasó por mi el taxi para llevarme al aeropuerto. Perdí mi visa y mi anhelado imán que adquirí en el Empire State (los colecciono), pero mientras volaba de regreso a la ciudad de México me dí cuenta que el mejor souvenir que podría traer conmigo eran mis memorias, mis ojeras por no dormir 2 días seguidos, mis pies cansados de tanto recorrer y mis ojos maravillados con todo lo que vi, y sobre todo el nacimiento de una amistad sólida con la ilusión de volvernos a encontrar en México, Argentina u otro lugar del mundo.
Volvería a viajar sola, volvería a ir solo 2 días, volvería a ahorrar y sacrificar salidas y cine por tan solo un boleto de avión, volvería a soñar con conocer un nuevo lugar, porque ahora sé que todo lo que sueñas es solo un boceto de lo que más tarde con amor, pasión y esfuerzo puedes conseguir.