Por: Ana Cristina Mora
Esta historia empieza con un típico corazón roto; ese corazón roto que te deja perdido, con el autoestima por los suelos y miserable. Entonces buscas respuestas ¿Qué te puede hacer recordar quién eres?, ¿qué te puede hacer volver el gusto por la vida?
Si viajeros efectivamente adivinaron ¡¡UN VIAJE!!
Una noche estaba recostada en el sillón de mi departamento revisando las redes sociales con la ansiedad a mil, con la tristeza, con los por qués, y ¡¡pum!! Una oferta de vuelo, una ganga realmente; y esa ansiedad de vivir algo nuevo y sentirme mejor hizo que mi tarjeta hiciera lo suyo.
Tengo 29 años, y ¡no! no estoy casada, no tengo hijos, y no tengo novio. Hace tres años atrás tuve la oportunidad de mudarme desde mi ciudad de origen a otra, y empezar a ser una mujer independiente. Ahora vivo sola, trabajo y cubro mis gastos. Lo que alguna vez soñé y se me hacía imposible. Tal vez para unos no es mucho pero me siento orgullosa de lo que he logrado, porque para mí fue un sueño y meta que alguna vez tuve. Y lo logré ROMPIENDO ESQUEMAS.
Compré el boleto aéreo y quise desistir, más de una vez dije “no voy, ese dinero se perdió” “¿Cómo voy a viajar sola?”, “me va a pasar algo”, “siempre debo tener compañía, es necesario”, “no voy a poder sola”; y bueno, la gente a mi alrededor aportaba con comentarios que hacían que esos miedos sean el doble de grandes, de feos, de intensos.
Recordé cuántas veces quise ir a la playa, quise ir a conocer lugares dentro de mi país y me detuve porque no tenía con quien hacerlo, porque debía estar con alguien, con “aquel novio” o con “aquella amiga”. Pero ¿qué pasa con las personas que no tenemos “aquel novio”? o que “aquellas amigas” ¿ya están en otra etapa de la vida? (hijos, esposo, familia). Tomé mi computadora y empecé a planear mi viaje sola, desde el taxi que me recogió en el aeropuerto de Santiago de Chile hasta los tours, lugares, restaurantes a los que quería ir, obvio que ALAN POR EL MUNDO FUE MI GUÍA
No saben lo empoderada que me sentí, porque no solo estaba sintiendo que yo tenía el control, sino porque yo estaba decidiendo por mí y estaba rompiendo miedos, ideas, esquemas. El afán de buscar paz, sensaciones nuevas y reencontrarme conmigo me dio más impulso para hacerlo.
La cultura chilena me dejó atónita por su vanguardia, pero a la vez llena de historia. Recorrí Santiago a pie, en metro y en taxi con un mapa en la mano.
Mi primera vez en una hostal compartiendo dormitorio con cuatro europeas que no hablaban el mismo idioma, pero se convirtieron en mi amigas y tuvimos largas conversaciones en la madrugada compartiendo vivencias.
Salir de fiesta conversar con extraños y porque no, “pololear” con alguno. Perdernos en las plantaciones de vides (Viñedos).
Adentrarse en la PIOJERA gracias a su ambiente y a las CUECAS chilenas, te ayudan a darte cuenta lo afortunada que eres y que lo estás viviendo en ese momento es único y pocos son los afortunados.
Mis redes sociales mi mejor testigo de aventura logró que amigos de Ecuador que estaban en Chile se comunicaran conmigo, y pasamos noches increíbles en el Patio Bellavista acompañados del buen Pisco Sour y más de un Terremoto.
Regresé a casa tan grande, tan llena de amor propio, tan orgullosa de mí porque rompí mis propios esquemas, vencí mis miedos; y esto es lo de menos, pero las personas que más miedos me pusieron en la cabeza me mostraron admiración a mi regreso.
Tal vez para mucha gente no descubrí el agua tibia, pero créanme muchas, pero muchas mujeres se van a sentir identificadas, porque nos dejamos llevar sobre lo que la sociedad y cultura nos dice, y olvidamos lo fuerte y empoderadas que somos.
Como dice Elizabeth Gilbert en uno de mis libros favoritos, Comer, Rezar y Amar, sobre cuando te niegas a tomar decisiones que tú quieres, que tu deseas por esquemas establecidos que no van contigo: “Estás huyendo de todas las grandes posibilidades que te da la vida”.