Por: Cecilia Gabriela Durán Juárez
Una pregunta bastante “relativa”, con una respuesta personal, emocional y totalmente circunstancial, cada lector podría enlistar las suyas fácilmente o morder la goma de su lápiz preguntándoselo, pero me atrevo a decir que una de las cosas que encabezará las listas será VIAJAR por qué revoluciona nuestros sentidos, influye en nuestra mentalidad, nos llena de satisfacciones y cambia nuestra concepción del mundo.
Para ponerlos en contexto les comparto que Ángel y yo nos conocimos por Instagram en una madrugada de ocio (como muchas durante el confinamiento), un par de likes bastaron para darnos cuenta de que ambos éramos apasionados de conocer nuestro país, sus zonas arqueológicas, gastronomía, museos y que además compartíamos algo especial, ambos éramos “Felices viajeros solitarios”.
Fueron 6 meses de largas conversaciones telefónicas donde gustos, próximos destinos y anécdotas viajeras eran el tema central hasta que por fin nos conocimos… Y así de la nada ya estábamos planeando un primer viaje a un destino “cercano y seguro”.
El Pueblo Mágico elegido fue Zacatlán de las Manzanas, desafortunadamente esa reservación fue postergada 3 veces por semáforos y restricciones, pero bien dicen que el dulce fruto de la paciencia hace que valga la pena la amarga espera, por qué es un hecho que al día de hoy no puedo elegir qué es lo que más me llenó el corazón:
¿Columpiarnos sobre la nada? ¿Alimentar a un perrito callejero? ¿Poner una piedrita para formar parte de un vitromural en creación? ¿Comernos una manzana recién horneada? ¿Ser envueltos por la neblina al amanecer? ¿Sentirnos arropados por todas las personas con las nos cruzamos? ¿Mojarnos la cara con la brisa de una imponente cascada? o ¿Pasar por las panaderías y distinguir cada aroma como cuando éramos niños?
Pero lo que sí puedo decirles con toda certeza es que todas ellas me hicieron sentir viva, feliz y agradecida. Después de muchos meses en casa, de pérdidas familiares y de incertidumbre, hoy pareciera que todas las sensaciones se resetearon, que todo lo aceptado como normal o conocido anteriormente ahora pareciera algo completamente nuevo: los sabores, aromas, climas, conversaciones y aprendizajes se volvieron más intensos.
Una frase que ahora entiendo perfectamente es la de Albert Einstein: “Hay dos formas de ver la vida: Una es creer que no existen los milagros, la otra es creer que todo es un milagro”; yo soy de las segundas y tengo la firme convicción de que la pandemia nos dejó un invaluable regalo a todos los viajeros: Aprender a ver las manifestaciones de amor y esperanza a cada día, a cada paso, a cada viaje.