El enoturismo o turismo enológico consiste en conocer la historia y el presente del vino, aprender sobre su producción y consumo, y la mejor parte, en probar diferentes variedades, maridadas con alimentos de cada zona vinícola.
Existen en el mundo varias regiones donde poder practicar el enoturismo.
Desde las más tradicionales e históricas como Burdeos en Francia, la Toscana, en Italia, las tierras ibéricas bendecidas por el Duero, Portugal y España; hasta zonas un poco más de moda como los extensos viñedos de California en Estados Unidos, Ensenada en México, Mendoza en Argentina, y por supuesto los diversos Valles de Chile.
Por lo regular, los tours enológicos consisten, además de una deliciosa cata de sus productos, en una visita a los viñedos y a las bodegas, donde un enólogo -el experto en la elaboración de vinos- explica cada paso en el proceso de producción: el cultivo, la recolección, la selección, el encubado (maceración y fermentación), descube y prensado, almacenamiento, filtración, embotellado, y finalmente el depósito de envejecimiento. Suena complejo ¿no? Pues lo es; elaborar un vino involucra muchos detalles y procesos.
El vino no es un simple fermentado de uva en el interior de una botella; al destapar el corcho, detrás de él, hay conocimientos transmitidos por generaciones, hay ciencia, hay mano de obra, hay riesgos – muchas veces las cosechas no se dan por el mal tiempo- y muchos otros factores que lo hacen único y especial. Al vino hay que valorarlo en cada trago, cada olor, cada sabor; este es quizá el principal objetivo del turismo enológico: aprender a entenderlo y a apreciarlo.
Caminar por un viejo viñedo,
sintiendo bajo tus pies la tierra fértil
levantando el polvo que cubre y protege
las frágiles uvas y sus ramas,
que serán después transformadas
a través de la ciencia y el tiempo,
en esa bebida encantadora,
con tanta vida y tanta historia.
En los siguientes artículos hablaremos un poco del vino, y sobre todo de las principales regiones vitícolas del mundo.
¡Viajeros, preparen sus copas!
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