“Los seres humanos somos muy parecidos, las diferencias que nos separan son mínimas comparadas con las similitudes que nos acercan.”
Isabel Allende
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Como en toda aventura hay cosas positivas y negativas durante los viajes, aquí les comparto un poco de mi experiencia:
Tickets: Depende del destino, pero en muchos lugares como museos, parques de atracción, zonas arqueológicas, etc. las entradas son gratuitas para personas con discapacidad y su acompañante.
Aviones: Por protocolo, abordamos primero en los aviones, pero somos los últimos en bajar. La asistencia del aeropuerto es gratuita y en lo personal siempre ha sido de gran apoyo, ésta la solicitas al hacer la reservación del vuelo o cuando hagas check in.
Ritmo: Al estar en una silla de ruedas se necesita un poco más de tiempo para recorrer un lugar, algunas amistades me han dicho, “no había notado lo feas que están las banquetas hasta ahora que voy contigo”, si bien son escasos los lugares accesibles, la paciencia y una buena platica serán los mejores aliados en estos casos.
Rutas: La accesibilidad en el transporte público es clave. Cuando estuve por primera vez en Londres, casi me caigo al intentar salir del metro, sus estaciones son muy diferentes en cuanto a altura y separación del vagón al andén, pues no son aptos para viajeros en silla, en cuestión de segundos estuve a punto de irme de espaldas, afortunadamente una persona me ayudó, después de ese susto que me llevé ya no me arriesgo a aventurarme a ir a algún lugar sin informarme previamente acerca del transporte o a viajar sin un seguro.
Equipo: Para disfrutar de andar en silla de ruedas es necesario que te equipes con lo básico, como un de guantes, cargar con bomba de aire para las llantas, llevar ropa adecuada porque puede rasparse con las llantas. En una ocasión en Moscú olvidé mis guantes en el hotel y al momento de bajar del auto se me comenzaron a congelar las manos, además de no poder mover la silla, así que una de mis amigas que llevaba unas botas aptas para andar en la nieve se quitó los calcetines y me los dio. Nunca olvidaré ese bellísimo gesto, desde entonces no olvido mis guantes por nada.
¿Has pensado en cuánto usas las manos mientras exploras un lugar? Para sacar fotografías, para llevar la botella de agua, jalar el equipaje, etc.
Al usar una silla de ruedas es difícil llevar cosas en las manos por los que una mochila es nuestra mejor compañera, en alanxelmundo.com encontrarán artículos de viaje que les van a encantar, mi mochila me ha acompañado a muchísimas aventuras, somos inseparables.
La silla: o para los acompañantes “un asiento extra”. En lo personal no me molesta que se suban a mi silla de ruedas, claro si es que me piden permiso, son respetuosos y no la maltratan. Como paso mucho tiempo sentada es común cambiarme a otros asientos, es ahí cuando los que me conocen les da curiosidad y me preguntan si se pueden sentar, mis amigos más cercanos ya ni preguntan. Nos divertimos mucho juntos, pues aunque mi silla es mi adoración y la cuido, me gusta que quienes me rodean la perciban como parte de mí, que vean las sillas de ruedas como un medio, no como algo negativo.
Mi sobrino de dos años sabe que la silla es parte de mí, cuando está lejos le digo “pásame mi silla mi amor” y la empuja hacía mi y la acomoda para que me suba, si quiere que vaya a algún lugar con él me señala la silla para que vaya, me encanta que para ellos es habitual que dos hombres (mujeres) sean pareja, que el color “carne” sea el café, el negro, el salmón o el color que les haga sentido y que para ellos yo no soy diferente por usar una silla de ruedas, solo soy.
El espacio: Te recomiendo que conozcas cuánto mide y pesa tu silla de ruedas, pues aunque en ningún lugar he pagado costo extra, en algunos transportes como trenes te las van a pedir al hacer reservación. En un viaje de San Petersburgo a Moscú me las solicitaron y yo las desconocía, entonces no pude reservar espacio para mi silla, la pusieron abajo en el área designada para equipajes, pues había lugar en la cabina del tren para mí, pero no para ella. También puedes preguntar con anticipación en los hoteles el tamaño de las entradas a habitaciones y sanitarios, para asegurarte de que va a entrar la silla.
Las personas: En la calle es usual que se me queden viendo por no tener piernas, otras personas sin pensar dicen: “pobrecita”, sobre todo en lugares donde hay escasa inclusión de personas con discapacidad, me han señalado, me han tomado fotos sin pedir permiso, me han aplaudido mientras mencionan que soy inspiración y nada de eso es grato, pues solo no tengo piernas, no descubrí la vacuna contra el coronavirus.
Al final, tengas o no una discapacidad, el camino es diferente para cada persona, es diferente incluso para ti mismo si regresas a un mismo lugar, las personas con discapacidad no somos extraordinarias, ni especiales, somos seres humanos como tú que queremos disfrutar de este viaje llamado vida.
Si tienes alguna discapacidad o si has viajado con alguien en silla de ruedas, me gustaría leer cómo ha sido tu experiencia durante los viajes, platícanos en los comentarios.
Gracias a las personas que están leyendo esto y han caminado a mi lado.