Por: Anette Orozco
Sé que no hay preguntas tontas, hay tontos que no preguntan, por eso no dejo de preguntar en todo momento, cuantas veces necesite, y así llegué a Vancouver
Lo primero que tenía que hacer era pagar un pase para el tren, que me llevara al centro de la ciudad, lo tenía que pagar en esas máquinas que aparentan ser tan sencillas de usar, pero cualquier equivocación me podría costar, tiempo y dinero, no sé mucho inglés pero no me da miedo preguntar o darme a entender de alguna manera, pero de verdad que en el Aeropuerto es imposible, la gente tiene mucha prisa, así que no vi otro camino más que observar a las personas, que con una tarjeta abrían las puertas y abordaban, por un momento pensé en pegarme a la gente y pasar sin pagar pero con toda mi maletota jamás lo lograría.
Ni modo, me armé de valor y traté de entender los mapas que separaban la zona uno, dos y tres, tenía que llegar al domicilio de mi homestay que no encontré en ningún mapa, era muy confuso entre tantas islas, ríos y formas raras, que preferí usar el google maps.
En fin después de un tiempo logré pagar mi pase por 9 dólares que me duraría todo el día, pues según los consejos que me dieron tenia que comprar un pase por todo el mes, pero no me convenía mucho pagar 92 dólares por los 15 días que restaban de Agosto, desgraciadamente ya no existe por una semana, si no ésa pudo ser una buena opción.
Cuando llegué a la estación de Waterfront empecé a preguntar como llegar a la calle Renfrew St. pero nadie sabía decirme qué transporte tomar, hasta que llegué a una parte más grande de la estación donde estaban varios restaurantes, y una de las personas que trabajaban ahí me aconsejó descargar una aplicación con rutas del transporte público, ¿Cómo no lo pensé antes?
Y efectivamente, encontré una aplicación donde podía ver todas las rutas de los camiones que se llamaba “eZRide VAN” pero preferí preguntarle a un intendente de servicios, o tal vez era un chofer, se acercó al mapa que estaba en la estación y encontró mi calle de inmediato, tuve que caminar una cuadra que era empinada, y con equipaje fue más pesado, al llegar a la parada me di cuenta que no tenía cambio o forma de pagar el camión.
Entonces entré a una tienda de recuerdos muy pequeña, con apariencia oriental y pregunté varias cosas, así logre que me cambiaran, más afuerzas que con ganas, un billete de 5 dólares, pero algunas de las monedas no tienen grabado explícitamente la cantidad, entonces al final me quedé igual pero con más monedas y con la incertidumbre de si me habrán dado bien el cambio.
Cuando regresé a la parada había otro señor, le pregunté y le enseñé una moneda al azar para que me ayudara a descifrar qué monedas tenía que dar, que ahora que lo pienso todo eso era innecesario ya que el pase que había pagado también me funcionaba para el camión, pero nunca se me ocurrió.
Este señor me dijo que tomara la ruta 14, pero recordé que el intendente me recomendó la 16, entonces fue hora de usar mi nueva aplicación y al ver las rutas, la 16 me llevaba exactamente a mi domicilio, y aproveché para volverle a preguntar, pero como la persona no estaba segura me ayudó a preguntarle al chofer de la ruta 16 y efectivamente ese era el correcto.
Me subí al camión sin escaleras y sin complicaciones con mi maleta, pues había espacio suficiente, pero lo que se me hizo raro es que el señor que me ayudó también se subió, eso me asustó y hasta recordé la película de “Búsqueda implacable”, me hice toda una atadura de preguntas pues se bajaría conmigo y sabría donde vivo, mientras imaginaba tonterías, él me explicaba amablemente como se anunciaba automáticamente cada parada, y si quería tomar la parada solo bastaba con jalar un cordón que estaba a lo largo de todo el camión.
Gracias a Dios entendí todo el inglés que me decían, pues todos son tan amables que trataban de explicarme con señas, repitiendo las partes importantes, en fin, seguí mi recorrido de 30 min, en el cual experimenté tantas sensaciones menos emoción, me asusté mucho pues este trayecto fue por la calle Hastings donde una parte está llena de Homeless que se subían y bajaban alocadamente, y esto hizo que mi mente se distrajera del supuesto secuestrador que tenía en mente, pero cuando menos me di cuenta ya no estaba, todo el panorama cambió conforme avanzaba, pasaban las cuadras, y la gente ya era otra, las casas, los ruidos, olores y costumbres ya eran más normales, me tranquilicé, pero de cualquier manera seguí alerta.
Cuando por fin me bajé del camión solo vi a una persona lavando su camioneta en la calle y mi homestay debería estar por alguna de esas casas, cuando apenas iba a revisar el número exacto gritaron mi nombre, ahí mi alma descanso, la señora que lavaba el auto me abrió la puerta de su casa me dio a escoger un cuarto y me invitó a comer, todo fue tan rápido que la comida me supo a gloria, pues en todo el trayecto no había comido más que almendras, no me quise arriesgar en comprar algo en el aeropuerto que probablemente sería caro y feo.
Muchos edificios enmarcaron mi primer camino a Downtown, en este trayecto por primera vez encontré algo que me sorprendió, de manera diferente a otros viajes que me sorprenden cosas grandes, esta vez me llamó la atención, que en las banquetas estuvieran marcadas las figuras de las hojas de los árboles, y en las esquinas coloridos mosaicos representando la ciudad.
Esa precisamente fue mi primer foto, me llenó de vida, la textura, la idea, era algo tan simple pero significaba tanto para mí, después me di cuenta que la ciudad está planeada para respetar las áreas verdes, en todas partes, hasta los edificios tienen árboles en la cima, y conforme pasaban los días fui encontrando más detalles y texturas como los mosaicos, los pianos en la ciudad, murales, esculturas, galerías de arte, me dejaron sin aliento.
Otra de las cosas que me sorprendió fue la gente, cada día alguien me hace un favor que me motiva a hacerle un favor a alguien más, se siente la vibra, como una cadena de favores en carne propia, y ver que hacen fila para entrar a la biblioteca a las 10am en VIERNES me sorprendió tanto que ya no puedo dejar de ir, hoy en día es como mi segunda casa, lo malo es que aún no está abierto al público el “green roof” si no definitivamente nunca saldría de ahí.
Saber que voy a estar en esta ciudad por mucho tiempo, me da la posibilidad de no tener prisa, poder admirar un atardecer, observar a las personas, y disfrutar cada momento con tranquilidad, gracias a eso en Capilano Bridge me dieron un reconocimiento por recorrer todo el parque, y sellar cada lugar señalado en el mapa, es complicado encontrarlos pero no imposible.
Otro día en el increíble Stanley Park (que me enamoró), me quedé en una banca junto a la playa, ahí llamó mi atención una mamá que enseñaba a su hijo a andar en bici, gritándole “dont ́t stop, go, go” miles de veces y pasaban y pasaban, pero cuando el niño bajaba la velocidad se caía, ahí es donde aprendí que así es la vida, no tenemos que dejar de movernos ya que el movimiento es el que mantiene el equilibrio, y me di cuenta que entonces no estaba equivocada en estar ahí, en moverme, viajar y conocer otros horizontes, analicé y aprendí tantas cosas de un momento tan simple, que no cambio por nada.
Aún me faltan 2 meses para que esta aventura termine, y me falta por conocer la UBC, el Science World, Victoria, las Rocky Mountains, entre otros lugares, pero también tengo la tentación de ir a Toronto o a Winnipeg, lo dejaré todo en manos de Dios como desde el principio de este viaje lo he hecho, pues es difícil viajar sola pero gracias a eso me siento más tranquila, he podido escuchar mis instintos, mis pensamientos, he aprendido, regañado y reído de mí misma.
Y por supuesto gracias a los videos de Alan, me motivaron y me impulsan a seguir manteniendo el equilibrio, abandonarlo todo y volver a empezar.
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