Por: Florencia
Hacía mucho tiempo que teníamos el sueño de conocer Europa, los problemas básicamente eran 2: los pasajes desde Argentina eran carísimos, y el otro tema, el tabú de que “Europa no es un destino para niños”.
Ya nos habíamos resignado mínimamente a tener que esperar a que los chicos crezcan, y créanme que eso era varios años. Pero un día, de casualidad vi una oferta de una aerolínea low cost -que todavía ni siquiera operaba en el país- no lo pensamos demasiado: ¡EMITIMOS! Después veríamos cómo lográbamos hacer el viaje “kids-friendly”.
Así inició una aventura para toda la familia, con nuestros niños de 7 y 10 años. Con bastante planeamiento previo, tratando de adaptar el itinerario y las actividades para que todos disfrutemos (bueno, ellos principalmente ya que quienes tienen niños lo saben bien, si se cansan y se fastidian, las cosas se complican).
Cuando finalmente llegó el día, nos encontrábamos los 4 embarcando en un vuelo de 13 horas que nos llevaría a Barcelona, y ahí mismo conectando con otro avión hacia París.
Esa primera experiencia nos permitió conocer París, Londres y Barcelona. Tan bien nos fue y tanto lo disfrutamos que volvimos al año siguiente a recorrer Italia.
Hay muchísimo para contar, sería demasiado largo entrar en detalles, pero lo principal, si lo pueden hacer: ¡háganlo! Es una experiencia maravillosa para los niños y el viaje se puede adaptar perfectamente para que ellos lo disfruten al máximo. Y sobre todo, ¡se puede lograr sin fundir la tarjeta de crédito ni la cuenta bancaria!
No hay que desesperarse por abarcar demasiado, mejor concentrarse en hacer poco, pero hacerlo BIEN. Elegir pocos destinos y minimizar los tiempos de traslados.
Nos resultó fundamental la ubicación de los alojamientos, y super útil el habernos hospedado en departamentos, ya que podíamos cocinar algo sencillo y ¡hasta lavar ropa!
Y sobretodo, uno mismo como adulto, tiene que ir predispuesto a dejarse sorprender, a que la imagen de estar al fin frente a la Torre Eiffel hoy se mezcle con el recuerdo de las caritas de felicidad de nuestros hijos al encontrar de casualidad una placita y poder jugar con niños locales a la par. Acá no van ni al mercado de la esquina a comprar una leche y allá eran capaces de caminatas larguísimas (bueno, aunque con varias paradas y “gelatos” de por medio).
No hay destinos ideales, ni edades perfectas para hacer tal o cual viaje. Si esa es la excusa, solo logramos desaprovechar oportunidades únicas.