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Nuestro viaje a Brasil

Por algo dicen que si estuviéramos destinados para estar en un solo lugar, tuviéramos raíces en lugar de pies. Me encanta viajar y descubrir lugares, costumbres, palabras, personas.

Por: Cintia Rodríguez

Por algo dicen que si estuviéramos destinados para estar en un solo lugar, tuviéramos raíces en lugar de pies. Me encanta viajar y descubrir lugares, costumbres, palabras, personas.

Hace poco conocí a una persona que me hizo cambiar la manera de vivir mis viajes; no necesitas un hotel de 5 estrellas, ni comer en los restaurantes más lujosos, la mejor manera de conocer un país es viviendo como una persona más, no como un turista.

Este último viaje fue con amigos a Brasil, conocimos Rio de Janeiro, Foz de Iguazu, y Sao Paulo.

¡Primero llegamos a Rio! Divertidamente, ¡salimos a la calle a decir “Bom dia” y “Obrigado” a todo el mundo! Conocimos el centro histórico, el sambódromo, la catedral, la escadaria ¡Selaron! Comimos en un típico restaurante de espadas. ¡La mejor picanha que he comida en mi vida!

Yo vivo en Cancún, y aún teniendo las playas preciosas acá, me impresionó muchísimo las playas de Copacabana, Ipanema, y Leblon. Amplias, limpias, y sobre todo llenas de actividades deportivas. La cultura de ejercitar y mantener el cuerpo en forma de los brasileños es fenomenal. Los domingos cierran la Av. Atlantica, que es un boulevard frente al mar, y ves a todo el mundo, en patines, bicicleta, corriendo, paseando mascotas, jugando voleibol, fuchibol, haciendo crossfit (así es, ¡crossfit en la playa!), surfeando (en nuestro caso tuvimos bandera roja todos los días, así que las olas estaban buenísimas para surfear), cualquier excusa para hacer actividad física.

Sales de ahí y te quedas en algún kiosko, donde tocan música en vivo, y tomas caipirinhas para refrescarte.

Hay artistas que hacen verdaderas obras de arte con arena.

Moverte no tiene gran chiste, si eres temeroso por la inseguridad, existe Uber.

Hicimos el tour que no puede faltar para el Corcovado, el Cristo Redentor y Pan de azúcar.

Desgraciadamente, el clima no nos permitió tener las vistas espectaculares que se aprecian en muchas fotos, sin embargo nos divertimos intentando fotografiar al Cristo, que aparecía y desaparecía como si fuera un fantasma, pero el estar ahí, con nubes o sin nubes, no tiene precio.

 

Al día siguiente, otra cosa en mi bucket list que tenía que hacer de forma obligada en Rio era tirarme del parapente o del paragliding, esta actividad sí tienes que reservarla con tiempo; durante la mañana te van diciendo según las condiciones del viento en qué momento es mejor el descenso, vas acompañado todo el tiempo de un guía y una Gopro, así que tienes todo el momento grabado para siempre.

Por la noche tienes que ir a bailar samba sí o sí. Hay un Barrio famoso, el Barrio de Lapa, lleno de bares y antros con música en vivo,  donde los locales, de todas edades, salen a divertirse los fines de semana. Tienes que ir. Algunos cobran cover, otros son entrada libre. Venden cerveza, ¡¡verdaderamente fria!!

Quisimos ir a un juego de futbol, en el Maracaná, pero desgraciadamente, el juego era justo el día que debíamos volar a Iguazu, así que cambiamos de plan.

Iguazu, es otra cosa divina, dicen que hay una gran discusion sin fin entre brasileños y argentinos sobre de qué lado son mejores las cataratas, yo hasta el dia de hoy, no me decido. Hay otro dicho que dice: “del lado brasileño se ven mejor, pero del lado argentino se viven”.

Primero conocimos el lado argentino, lo bonito es que vas descendiendo con las cataratas y tienes infinidad de paraderos donde puedes apreciarlas, al final del recorrido subimos a un bote que te mete sobre el río, y te remoja en algunas caídas de agua, ¡divertidisimo! Una recomendación importante es tener cuidado con los ¡vandalos! ¡los Coatis! Son unos verdaderos ladronzuelos, jajajajaa yo me distraje tomando unas fotos, y deje la mochila sobre el piso, de pronto empecé a escuchar risas, y cuando volteo veo a un coati sobre mi mochila que en 3 segundos abrió, se metió dentro, sacó todo, y se fue corriendo robándome unos chocolatines de pan que traía, Jajajajaja no tengo foto del momento porque morí de risa.

Del lado brasileño, ¡las vistas son majestuosas!

Recomendacion: te dicen que lleves impermeable, yo opté por dejarme mojar y disfrutar de las cataratas, y al final del paseo, cambiarme de ropa. Hay un mirador que se mete un poco más hacia las cataratas y te hace sentir dentro de la “garganta del diablo”. El sonido del agua, ver el panorama, la brisa que te acaba mojando hasta la ropa interior, el sabor del agua dulce, ¡es toda una experiencia en todos los sentidos! Es indescriptible.

Sao Paulo, te da la impresión de estar en un ciudad tipo DF, todos van con prisa, todos ocupados, mucho grafiti en las calles, pero hay muchísima historia en ella. Visitamos el centro histórico, el mercado (tienes que comer fruta, tomar cerveza, y comer una torta típica de mortadela, ¡gigante! O un platón de comida típica en el mercado, es barato y ¡riquísimo!) El museo Afro, el Museo de Arte Contemporáneo y definitivamente el museo de futbol (¡sagrado!) son imperdibles. Pasar una tarde o simplemente salir a dar una corrida en el parque Ibirapuera es otra cosa que no te puede faltar. Así como una vista panorámica del puente Oliveira.

Sao Paulo tiene muchos lugares para vida nocturna, ¡recomiendo el barrio de Vila Madalena! Hay restaurantes, bares, lugares para bailar samba con música en vivo (recomendado por un paulista, fuimos a un lugar pequeño con música buenísima “O Do Borogodo”, 25 reales la entrada -$90-) donde cualquiera se te puede acercar a invitarte a bailar como solo los brasileños saben hacerlo.

El domingo, la avenida Paulista, que es una avenida principal del centro, ¡se cierra! No hay autos, solo gente corriendo, en bicicleta, patines, paseando mascotas, (nuevamente la cultura del deporte) y lleno de artistas urbanos, cantando, bailando, actuando, pintando, etc. Es todo un espectáculo, cruzar la avenida e ir descubriendo novedades. Comer en un food truck y seguir caminando. Amé mi domingo en Sao Paulo.

Y definitivamente tienes que vivir un partido de futbol con la pasión que se vive en Brasil. Fuimos a un partido en la Arena Corinthians; te contagias del amor por su equipo, sus cánticos no paran en todo el juego (y ¡¡no venden cerveza!! solo refrescos, aguas, y cerveza SIN alcohol, que todo el mundo ignora, Jajajaja, dato curioso y diferente de los estadios en México)

En fin, Brasil, fue una experiencia inolvidable, agradecida con la vida de poder disfrutarla. Hice mi esfuerzo de hablar portugués, comí sus carnes y comidas típicas, tomé su cachaça, sus caipirinhas y sus cervezas, bailé su samba, conocí e hice amigos que espero volver a ver, y espero, si se me permite, ¡regresar algún día!