Por: Juan José Romo
Puede parecer absurdo o irrelevante el motivo por el que decidí iniciar mi aventura, pero si nos situamos en la mente de un adolescente de dieciocho años que ha sufrido dos corazones rotos en menos de tres meses y aunado a eso tiene que estar en reposo por una semana y media por enfermar de paperas, es posible entender la razón de este grandioso viaje.
La mente es mía y el adolescente soy yo, y el punto de partida de una de las mejores decisiones de mi vida es noviembre de 2018. En aquella época sufrí de la peor enfermedad; el desamor. Consternado y sacudido por lo cruel que puede ser esta situación caí en cama, mi madre preocupada decidió hacer una llamada a mi fiel consejero; un tío religioso radicado en Italia; tuvimos una charla larga y tendida, en una de tantas palabras de ánimo que me dijo, hubo especialmente una frase que recuerdo perfectamente “Sobrino, arregle sus emociones y venga a visitarme”. Es probable que mi tío lo haya tomado como una palabra sin valor pero ese fue el inicio de todo.
A partir de esa charla me dediqué a comprar tickets de avión, de tren, reservar hospedaje y tratar de prepararme para el viaje. Trataba de entender los mapas de metro que busqué en internet y me parecían imposibles de entender, por un momento no estuve seguro de hacerlo. Toda mi familia se preguntaba la manera en que iba a recorrer Europa un joven de dieciocho años, originario de provincia, que ni siquiera conocía la capital de México y que nunca había salido del país.
En contra de lo que opinaba mi familia y amigos, llegó el día de partir. El primer problema que enfrenté fue el hecho de cambiarme de la T1 a la T2 del enorme Aeropuerto de la CDMX, lo logré pasar sin problemas. El segundo, la escala que tenía que hacer en Madrid antes de Roma, que también logré resolver. Una vez en Roma me recogió mi tío por lo que las complicaciones terminaron al menos, temporalmente.
La compañía de mi tío me daba mucha seguridad aunque no duraría demasiado, estuvimos dos días en Roma; recorriendo el Coliseo, la fontana di Trevi, Piazza Spagna, Piazza Navona, Piazza Venezia. Y tantos rincones agradables que hay en la ciudad fundada el 21 de abril del 753 a.C.
Empecé a asimilar que era otro país, otra cultura. Me llamó la atención que en las alcantarillas todas tienen las siglas “SPQR” su significado tiene que ver con el imperio obviamente y es: el senado y el pueblo de Roma. El café se toma parado o te cobran, y ante este hecho dije ¡wow!
Después de Roma, le vino la tranquilidad de Siena; una ciudad tan bella como apacible y entrañable. En esta ciudad me hospedé en el convento de la Osservanza, las paredes de ese sitio tienen demasiada historia por contar, el sótano guarda los restos de las barricas utilizadas para añejar el vino en los antiquísimos tiempos en que los conventos tenían que ser autosuficientes. Posteriormente estuve dos días por la inigualable Florencia, me empapaba de arte al mismo tiempo que me llenaba de mí mismo, a cada paso me daba cuenta de lo grande es el mundo y lo pequeña que es el pensamiento de un ciudadano promedio; se vive enfrascado en la realidad del trabajo y los fines en emborrachar con los amigos, la rutina opaca cualquier capacidad de asombro ante las pequeñas gracias que nos presenta la vida. Pisa fue una parada efímera antes del destino soñado por miles de viajeros; París.
Mi aventura comenzaba en este punto, me separaba completamente del convento acogedor que me recibió por unos días. Era el momento de recorrer París, Bruselas, Brujas y Ámsterdam por mi propia cuenta.
Recuerdo salir un tanto temeroso de mi hotel a las 4:00 am para ir al aeropuerto de Pisa, ya que en un país como México esa hora es un peligro, sin embargo vi a más viajeros, lo que me relajó un poco. Tomé sin problemas el avión y estaba en París Beauvais. Recuerdo haber caminado unos veinte minutos desde Port Maillot hasta trocadero, no tomé metro porque en verdad me daba un pavor horrible. Y simplemente al ver esa hermosa torre de acero, todo había valido la pena; la había soñado tantas veces y ninguna como la realidad. Pasé al arco del triunfo y posteriormente a las ruinas de la recién incendiada Notre Dame, fue una enorme decepción no poder conocer esa obra arquitectónica e histórica, pero bueno es parte del show. Me fui a mi hostal a seguir la regla de embriagarse una vez por país.
Fui al Louvre, Versalles, y pasé tardes fenomenales con una Heineken viendo el atardecer y la torre iluminada por la noche, sin mentirlo escribo esto con una sonrisa en el rostro de recordar tan mágico momento. Aunque como todo, tiene matices buenos y malos, en una de estas tardes mi celular murió; de un segundo a otro se apagó aun cuando tenía el cincuenta por ciento de batería, en ese momento se puso en juego mi habilidad para andar en metro, es bastante sencillo tomar la ruta que te marca el google maps; me traté de tranquilizar y tomé el metro de Trocadero hasta Gare du Nord, logré llegar y ahora mi problema era que prendiera para comunicarme a casa, con suerte al cabo de una hora la angustia se esfumó y el celular prendió, nunca más volvió a suceder eso.
En Bruselas me dio el cansancio de los veinte kilómetros caminados a diario en París, me esforcé por conocer todo lo que las piernas y la gripa me permitieron, fueron dos días llenos de una paz enorme; encontré mi verdadera identidad; en esta ciudad se renovaron aspiraciones y sentimientos. Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, la sede europea, Manneken Pis, Atomium, bastantes historias implícitas en cada rincón.
Brujas, ay querida. Me acuerdo de ti y el alma se sobresalta, si al ocaso de mi vida un deseo se me concediera; ver un atardecer en Brujas una vez más, sin duda pediría. Es en verdad bastante atrevido y hasta una ofensa me parece, tratar de describir lo descomunalmente bella que es esta pequeña ciudad, hay ciertos elementos que enaltecen este lugar; ejemplo de esto es la única obra de Miguel Ángel fuera de Italia o el relicario con sangre de cristo. Sin duda tomar una Jupiler con un molino a cada lado es una experiencia fenomenal, otro imprescindible es tomarse una cerveza refrescante en el bar de la pared de cervezas, comer una crepa con chocolate Belga, que es tan exquisito. Brujas es chingón.
ÁMSTERDAM, la ciudad alocada de lujuria y marihuana legalizada, me hizo encontrar el amor puro, en vez de entrar a una cabina con una prostituta, conocí a una colombianita bella, chaparrita, de facciones finas, caderas anchas y nariz respingada. Estuve en Ámsterdam en el día del rey, todo es fiesta y el naranja inunda las calles. Uno de tantos eventos es el Kings land un evento de música electrónica donde la conocí, al día siguiente dimos un paseo por Rijksmuseum, Barrio Rojo, Plaza Dam, hasta terminar en una coffee shop, me di cuenta que no me enamoré de ella en un ámbito amoroso, me enseñó a vivir la vida, día con día, paso a paso y disfrutar cada pequeño momento. Porque la vida se hace de pequeños instantes que después se convierten en grandes recuerdos.
Mi nombre es Juan Romo, y con 18 años me fui de mochilazo a cumplir mi sueño, sin importar todo tipo de comentarios. A ti ¿Qué te detiene?