Por: Ricardo Alcántara Briones
Estoy en el aeropuerto de Amman, Jordania, en un par de horas abordaré el avión rumbo a El Cairo, Egipto.
La emoción me embarga, regresaré a uno de los países que me emocionan y que cuando era un poco más joven (en la primaria) soñaba con estar ahí. Me imaginaba visitar la Esfinge, estar en las Pirámides, quería conocer más de los Faraones, las momias, Cleopatra, etc.
Mientras esperaba recordé mi primera vez en Egipto, la alegría y el asombro cuando vi las pirámides, el sueño se había hecho realidad, recuerdo que maravillado las recorría con la mirada y registraba cada detalle en mi mente, no quería olvidar nada, recordaba las historias que nos contaban en la escuela, me preguntaba lo que todos: ¿quién las construyó?, ¿cómo le hicieron para mover tan pesadas piedras una a una y hacer que “embonaran” de manera perfecta.
Reí al acordarme que cuando llegamos a La Esfinge nos tardamos tanto en el perímetro tomando fotos y posando que ya no nos querían dejar entrar y nuestro guía tuvo casi que pelearse con el guardia para que por lo menos nos permitiera tomarnos la foto; afortunadamente lo logró y pudimos estar lo más cerca de esta impresionante imagen cuerpo de león y cara de hombre.
Me acordé de cada uno de los templos que visité en Egipto hace ya varios años y algunas de las anécdotas vividas con mis compañeros de viaje, nos la pasamos bien.
Aquí entre nos, les compartiré una de mis tantas locuras: Fue en El Cairo donde me casé…pero eso se los contare a detalle otro día.
Estoy tan absorto en mis pensamientos que si nos es por Ahmed (mi guía) que me dice que ya es hora de abordar, seguiría reviviendo mi primer viaje al País de la Victoria.
Estoy nervioso y emocionado, solo es una hora de vuelo, espero que se pase rápido, ya quiero llegar.