“Muchas de las cosas que nosotros necesitamos pueden esperar, los niños no pueden, ahora es el momento, sus huesos están en formación, su sangre también lo está y sus sentidos se están desarrollando, a él nosotros no podemos contestarle mañana, su nombre es hoy.“
Gabriela Mistral
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Mi parte favorita de viajar era regresar a casa y platicarle a mis sobrinos las aventuras, ahora que vivo lejos y por la pandemia nos extrañamos mucho (a veces creo que los extraño yo más que ellos a mi) la única opción que tenemos es platicar por videollamada, aquí un ejemplo de los relatos:
– Tía cuéntame otra vez la historia de cuando te hiciste amiga de un dinosaurio.
– ¿Cuál?
– El que casi te come los pies
– ¡Ah! ese dinosaurio
– Bueno fue en un viaje a un lugar muy lejos de aquí, fui a visitar un parque, pero yo no sabía que en ese parque los dinosaurios andan sueltos, entonces de repente uno grande se asomó entre los árboles y casi me come, afortunadamente practiqué mi idioma dinosaurio, así como tú me enseñaste. A ver ¿cómo hablan los dinosaurios?
– ¡Raaaww!
– Eso, así mero le hablé y le explique que yo no era comida, que solo estaba de visita, además que si me comía se le iban a atorar mis piernas en la garganta porque son de metal.
– Creo que entendió bien lo que le dije, porque me dejó tomarme una foto con él, además como no me creció la nariz sabía que no decía mentiras como Pinocho, ¿tú conoces a Pinocho?
– Sí tía, es un cuento de un muñeco que quería ser un niño de verdad, era muy mentiroso y su nariz le crecía cada vez que decía una mentira.
– Ah, pues no es solo un cuento, yo lo conocí en el parque. Nos hicimos amigos, es más le conté de ti. Me dijo que si nos portamos bien y no decimos mentiras a mamá, se nos van a cumplir nuestros sueños. ¿Cuál es tu sueño mi amor?
– Ser un explorador como tú. Mira hice un dibujo de nosotros, aquí estoy yo y aquí estás tú con tu silla.
– Qué bonito te quedó. ¿A dónde te gustaría ir primero cuando seas explorador.
– A un lugar con nieve
– Te preparas bien porque hace mucho frío eh.
– Hace tanto frío que el agua se congela, eso es bueno para los patos porque pueden caminar sobre el hielo, pero no tan bueno para los conejos, porque es más difícil conseguir comida. Una vez conocí a uno muy elegante, me invitó a comer y acepté.
– ¿Sabes qué comen los conejos?
– Zanahorias
– ¡Sí! Yo intenté pedir algo más, pero no entendí nada en el menú, así que pedí lo mismo que él.
– El conejo estaba muy feliz con sus zanahorias, durante la comida estuvo haciendo trucos de magia, de repente Plop! apareció unas palomas, como tenía que ir a hacer un show para niños, cenó y se fue muy rápido, tan rápido que se olvidó de las pobres palomas.
– “Oye tenemos hambre y no nos gustan las zanahorias, ¿podemos irnos a otro lugar?” Dijeron.
– Bueno vamos.
– “Qué bueno que hablas español, dijo la paloma mientras se comía las semillas. A Barcelona vienen Chinos, Alemanes, Ingleses y no nos entienden cuando les pedimos comida. ¿De dónde eres tú?
– Yo vengo de México
– Ah, qué lejos suena ese lugar, es curioso que hablemos el mismo idioma.
– Bueno en México no todos hablamos español, hay algunas comunidades que hablan lenguas indígenas y tampoco les entiendo, los niños son los que traducen pues ellos aprenden las dos lenguas en la escuela.
– Entonces ¿cómo es que algunos si hablan español y otros no?
– Mmm hace muchos años personas de este país viajaron en barco a América y así fue que adquirimos el idioma.
– ¿En serio? No lo sabía, seguro iban palomas en ese barco también porque dicen que es un país muy peligroso, por eso yo no voy.
– Al terminarse las semillas me dijo, bueno ya me voy.
– Después de esa platica me quedé con la sensación de que no muchas palomas en Europa saben sobre América Latina y su historia.
– Oye tía y esos niños con los que estás jugando ¿no tienen coronavirus? Es que yo extraño jugar con mis amigos en la escuela.
– Esa foto fue de hace mucho tiempo, espero que no estén enfermos. Por eso es importante cuidarnos para que podamos regresar a jugar todos juntos.
– ¿Crees que si no estuviera el virus esos niños quisieran jugar conmigo?
– Sí mi amor, estoy segura que sí. Las cosas pueden ser diferentes en otros lugares como el idioma, la comida, el tiempo, pero los niños no tanto, ellos solo quieren jugar, divertirse y ser felices.
– ¿Y cuándo no había coronavirus que otros animales conociste?
– ¿Te conté de la vez que conocí a un Coyote?
– ¿Un Coyote? De los que hacen AAAAUUUUU!
– Sí de esos. El coyote quería viajar conmigo en la silla y le dije que no cabíamos, que él se tenía que ir caminando.
– Quedamos de ir juntos a visitar al Gran Buda, una estatua en la cima de una montaña en Hong Kong.
– Cuando llegamos el Coyote me dijo: “Hagamos unas carreras a la cima, el que llegue primero gana.”
– Cuando subí con las manos tenía miedo de que el Coyote se robara mi silla, así que se la encargué a una señora que vendía pulseras.
– ¿Y quién ganó?
– ¿Quién crees?
– Pues tú
– Sí, gané yo porque ya había practicado mucho en las pirámides de Teotihuacán, ¿te acuerdas cuando subimos?
– Sí, cuando vimos un águila. Ay extraño que hagamos cosas juntos.
– Yo también te extraño por eso quería ganarle al coyote para tener mi premio y podértelo mandar.
– ¿Cuál fue el premio?
– Ver un atardecer
– ¿Un atardecer? ¿Cómo?
– Sí, los atardeceres son bonitos porque no importa desde qué lugar los veas, el mismo sol que ves tú, es el mismo sol que veo yo. Es más cuando el sol se va metiendo lo hace muy rápido y me dice “ya me voy porque tengo que ir a despertar al otro lado del mundo” y yo le digo “está bien cuando veas a Santi me lo saludas” Entonces cuando el sol brilla por tu ventana por las mañanas quiere decir que te mando saludos.
– ¿Y si está lloviendo y las nubes no me dejan ver el sol?
– Si está nublado podemos hacer videollamada.
– Bueno tía está bien, ya me tengo que ir a comer.
– Si mi amor, ¡pero me llamas otro día eh! Que aún tengo que contarte la historia del burro más veloz del mundo.