Por: Ricardo Ruiz Villalobos
Dicen que viajamos no para cambiar de lugar, sino para cambiar de ideas. Es una frase que siempre he tenido muy presente, casi tatuada en mi mente. En Mayo de este año viajé a Rio de Janeiro porque la vida me está dando la oportunidad de poder participar en los Juegos Olímpicos del 2016, en Brasil. Viajé casi 10,000 KM hasta esta ciudad y pensé: Si ya estoy aquí, de una vez conozco lo que más me llama la atención de este país.
De esta manera emprendí un viaje por Rio de Janeiro, la playa de Fernando de Noronha, Recife, Natal, Fortaleza, Belem, Brasilia y mi destino final: MANAUS. Manaus es la ciudad amazónica de Brasil. La ciudad cuenta con casi 2 millones de habitantes y está en el corazón de la selva. Es inaccesible por carretera, a menos que vengas de Venezuela, y la única forma de llegar es volando con alguna aerolínea brasileña o navegando el Río Amazonas desde otras ciudades como Belem.
En Manaus fui al Amazonas y debo decir que ha sido la mejor experiencia de mi vida. El año pasado fui a Tomorrowland en Bélgica, pensé que esa emoción jamás se superaría, pero el hecho de ir desde Manaus hasta el Lodge en medio de la selva, dormir en las copas de los árboles y hacer trekkings diarios, donde se puede apreciar la flora y fauna de la región, es algo que no tiene comparación con ningún otro viaje que he hecho.
El viaje comienza en Manaus, te llevan hasta el puerto principal “Encuentro de las Aguas” y de ahí se toma un taxi acuático para cruzar el río. El Taxi acuático cruza el famoso “Encuentro de las Aguas”, que es donde el Río Amazonas se junta con el Río Negro.
Al llegar al otro lado, se inicia un viaje de una hora en una combi por un camino de terracería que interna poco a poco a los viajeros en la selva. Llega un momento donde el camino termina y está inundado debido, a que durante la época húmeda del Amazonas, los ríos se hacen más grandes. A partir de aquí comienza la aventura hacia el lodge, en medio de la selva y en una balsa, ¡Sí! ¡Una balsa! Suben todas tus pertenencias a una balsa y el guía maniobra entre los árboles y el río para llegar al lodge, lugar donde me hospedé.
Los siguientes cinco días fueron maravillosos. El primer día nos tocó una lección en la selva sobre cómo sobrevivir si nos perdíamos. Nos enseñaron de donde sacar agua potable, qué tipo de hojas podíamos comer, qué tipo de insectos podríamos frotarnos en el cuerpo para repeler a los mosquitos, aprendimos de qué tipo de animales e insectos alejarnos y cómo pedir ayuda en caso de perdernos en la selva.
Todos los días tuvimos la oportunidad de levantarnos a las 5 de la mañana para ver el amanecer desde balsas en medio del río. Honestamente yo estaba escéptico con que el amanecer fuera una gran sorpresa; sin embargo, el Amazonas me dio una cachetada de humildad y pude apreciar de los increíbles colores del amanecer y atardecer más lindos que hubiera visto en toda mi vida.
Yo soy muy fan de los animales y ya se imaginarán como estaba aquí: como niño con juguete nuevo. Me emocionaba mucho ver a los animales en su hábitat natural, libres y soberanos. Pude ver osos perezosos, una anaconda, varias boas constrictor, ranas venenosas, tarántulas, diferentes especies de hormigas, monos aulladores y caimanes.
La mejor parte del tour, sin duda, fue la gente que conocí. Conocí muchos viajeros de Cataluña, Noruega, Holanda y Alemania. Curiosamente, todos teníamos el mismo interés, dejamos nuestros trabajos para emprender nuestros propios proyectos y empresas. Tal vez es el destino o tal vez fue casualidad, pero, ¿Cuántas probabilidades había de que toda la gente con la que coincidí estuviera emprendiendo el mismo camino que yo? La verdad no lo sé, pero hice muy buenos amigos con los que esperamos seguir en contacto.
Creo que el Amazonas es un destino incomprendido. Mucha gente tiene miedo de viajar a allá porque piensan que es demasiado peligroso y, en lo personal, creo que están muy lejos de ellos. Además, es un destino barato en comparación de viajar a Europa o Estados Unidos.. ¡Tenemos en nuestro propio continente el pulmón del mundo! Y a sólo unas horas de viaje en avión. Sinceramente, vale mucho la pena poder viajar a este lugar al menos una vez en la vida.
Sin duda, el próximo año que esté en los juegos olímpicos, volveré a visitar la selva Amazónica.