“El verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevos territorios, sino en tener nuevos ojos”
Marcel Proust
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Hace 4 años fue la primera vez que viajé fuera de México, desde entonces poco a poco fui descubriendo más de mi capacidad como persona en silla de ruedas de ir a otros lugares por mi propia cuenta y estas experiencias me han transformado de una forma indescriptible. Una de ellas es conocer un mundo diferente para mí y, un mundo lleno de oportunidades para personas con discapacidad.
Mi primer viaje en metro (aquí puedes leer de esa experiencia) fue un total cambio de paradigma, Sean Covey hace la analogía de esta construcción mental como unos lentes a través de los cuales vemos el mundo, para ejemplificarlo relata la siguiente historia “Kristi una vez me habló de lo mucho que amaba la belleza de las montañas. Cuando visitó a su oculista, para su sorpresa descubrió que su vista era mucho peor de lo que pensaba. Luego de ponerse nuevos lentes de contacto, se asombró de lo bien que podía ver. Dice: Me di cuenta de que las montañas, los árboles y hasta las señales del camino tenían más detalles de los que había imaginado. Fue de lo más extraño. No sabía lo mal que estaba de los ojos sino hasta que experimenté lo bien que podían estar.”
Ese primer viaje en metro me animó a seguir descubriendo lugares accesibles, ya que es valioso e importante contar con un transporte público que sea funcional y atienda a la diversidad de las personas. Así podríamos ejercer nuestros derechos y vivir como queramos, ir a trabajar, a la escuela, de fiesta o para visitar a familiares. Es decir, poder hacer todo lo que queramos sin tener que ser “un ejemplo de vida” por el gran esfuerzo que implica trasladarse en una silla de ruedas.
Viena cuenta con sistemas de transporte inclusivos de los cuales estoy enamorada, por ejemplo, la semana pasada visité el Museo de Historia del arte “Kunsthistorisches Museum” en Maria-Theresien-Platz, un lugar importante de visitar si estás en la capital de Austria.
Mi novio estaba preocupado ya que no podía acompañarme y había visto un letrero en el metro donde menciona que el elevador de la estación más cercana a mi ubicación está en reparación.
Es fácil verificar esta información en la aplicación del sistema de transporte público de la ciudad “WienMobil” la cual tengo instalada en mi celular y configurada en modo “accessibility”, así me muestra rutas accesibles para personas con discapacidad, es genial, además actualizan la información de presentes y futuras interrupciones del servicio, como los elevador que me dijo mi novio.
Todas las estaciones del metro en Viena cuentan con elevadores y absolutamente todos funcionan, excepto cuando están en reparación (como lo mencioné anteriormente), pero incluso en esas situaciones avisan y mencionan una fecha aproximada de la culminación de los trabajos de reparación. También cabe mencionar que las personas con discapacidad no necesitamos una llave o tarjeta especial para utilizarlos, el acceso es como el de cualquier otro usuario, a diferencia de los escasos elevadores que hay en México (aquí mi colaboración “Cómo transformar al mundo, viajando” donde describo mi experiencia en el metro de la CDMX)
Aclaro que mi intención no es hablar mal de mi país, México es mi lugar favorito en el mundo. Sólo quiero compartir que creo que se pueden hacer las cosas diferentes y se requiere de puntual trabajo de las autoridades del país en este tema, pero también de nosotros como sociedad para que no tengan que dar una “tarjeta especial” justificando que es necesaria porque sino las personas que no necesitan los elevadores hacen uso inadecuado de ellos. La concientización acerca de la discapacidad también es parte del fomento a la inclusión, no solo la estructura arquitectónica.
Regresando a mi anécdota, en las estaciones están bien señalizados los elevadores y pisos táctiles para personas ciegas y actualmente aún hay en circulación vagones viejos que no son 100% accesibles, pero en su mayoría son nuevos que cuentan con entradas a nivel del suelo y que a su llegada accionan una mini rampa que sale al abrirse las puertas para cubrir el espacio entre el vagón y la plataforma.
En los extremos de los vagones hay lugares de uso exclusivo para personas en silla de ruedas, los cuales cuentan con asientos plegables para los acompañantes, si otros usuarios sin discapacidad están ocupando el espacio al ver que una persona en silla de ruedas ingresa, inmediatamente se levantan y dejan el espacio libre.
Con ese estupendo trayecto en metro pude llegar a mi destino para conocer el famoso salero de Benvenuto Cellini y admirar la colección egipcio-oriental y de antigüedades. Pienso volver ya que no me dio tiempo de recorrer algunas salas, especialmente en las que están las obras de Klimt, además me quedé con las ganas de tomar un café bajo la espectacular cúpula del museo.
Los museos son un catalizador de la imaginación y visitarlos es importante para conocer sobre historia y así poder comprender nuestro presente. En la antigüedad, si una persona nacía con alguna discapacidad, era arrojado desde el monte Taigeto ¡impresionante! ¿no?, desde entonces no había lugar en la sociedad para nosotros, nos consideraban “débiles”, “pecadores”, “inválidos”, pero ya han pasado varios siglos de eso, ahora es diferente ¿no crees?. Durante mi recorrido enfoqué mi interés en visualizar situaciones en donde sí podría tener un lugar, como con las amazonas, por ejemplo, pues soy mujer antes de tener discapacidad.
Es posible una vida libre de barreras para las personas con discapacidad y aunque me tocó nacer en un país poco accesible, no me voy a esperar sentada reflexionando cuán difícil es utilizar una silla de ruedas para hacer algo cotidiano como visitar un museo, si bien lo es, aquí y ahora es momento de levantar la voz, de salir, de hacer, de disfrutar, de vivir.