Autora: Carolina Salmerón
Mi nombre es es Carolina, tengo 22 años. En Julio del 2013 visité India y este fue mi primer viaje fuera de México. Fueron 6 semanas de una extraordinaria experiencia. La razón de visitar ese país fue debido a que me enamoré de un hindú a través de internet pero eso es otra historia. Viajando sola después de más de 20 horas entre escalas y vuelo, por fin llegué al Indira Gandhi International Airport de Nueva Delhi. Al salir del aeropuerto comencé a sentirme impactada por todo lo que mis ojos veían, sin olvidar el incesante calor, los penetrantes aromas que hay por todas partes, las calles llenas de basura, vacas, bicicletas, peatones, rickshaws, automóviles y todos los perturbadores sonidos. Welcome to India. “Y pensar que voy a estar aquí más de un mes”.
Durante los primeros días, prefería por mucho quedarme cómodamente en el aire acondicionado del departamento, era un martirio estar afuera en pleno verano a más de 50 grados C. Al salir recordaba todo lo que había leído: no comprar agua ni consumir alimentos en la calle, no usar ropa corta o escotada, no salir de noche, etc. Me asustaba la idea de que pudiera adquirir alguna fuerte infección por no haberme vacunado contra nada. Al llegar a cualquier restaurante se me antojaba tomar una cerveza muy fría para mitigar el insoportable calor o simplemente para tener algunas en el refrigerador. Tardé más de 2 semanas en encontrarla. La gran mayoría de la gente no consume alcohol y son puramente vegetarianos por lo que a pesar de que no me gusta el pollo, un día KFC resultó ser un gran alivio después de consumir a diario arroz, noodles, todo tipo de vegetales, samosas, hamburguesas de papa, huevo, soya, etc. No podía dejar de quejarme de todo y de sentir que estaba atrapada en ese caótico país.
Una mañana desperté y al percatarme de que toda la ropa que llevaba se podría considerar “inadecuada” para salir a “turistear”, decidí comprar ropa tradicional, lo cual fue una excelente decisión ya que es ropa muy cómoda y sobre todo fresca, además de que lograba pasar desapercibida evitando que en cualquier lugar la gente se acercara a pedir tomarse fotos conmigo. Hubo un instante que quería regresar a México, pero después pensé que si desde hace tiempo estaba planeando realizar el viaje de mis sueños debía aprovechar cada segundo así que poco a poco me fui adaptando, comencé a dejarme llevar por toda la MAGIA que envuelve al país de los contrastes. Uno de los momentos más especiales fue cuando visité el Taj Mahal; me quedé totalmente sin habla al admirar su majestuosidad y mis ojos se llenaron de lágrimas, no podía creer que estaba en el lugar donde tantas veces me imaginé estar. También tuve la oportunidad de viajar a Jaipur y Udaipur, ambas ciudades tienen un encanto muy especial que las hace únicas.
A pesar de casi morir asfixiada en la hora pico del metro de Delhi, de viajar durante más de 9 horas en la clase Sleeper de un tren (la clase más económica y austera), de sufrir consecuencias por la comida tan condimentada y de estar a punto de desmayarme bajo el sol de Agra en el Fuerte…todo lo que India me dio en ese viaje me hizo crecer como persona a nivel emocional y espiritual: me di cuenta del verdadero valor y la importancia de las cosas que tenemos en la vida. Mi perspectiva y forma de ver a México se transformó por completo.
Recuerdo un instante que me hizo vibrar como jamás lo había hecho: era de noche y regresaba al departamento en un auto rickshaw, de repente, todo a mi alrededor me pareció perfecto, simplemente como si yo estuviera en el lugar indicado, como si una sensación de paz y plenitud me llenara el alma, sentí deseos de agradecer a Dios, a India, a la vida, por brindarme tan magnífica experiencia. No podía dejar de sonreír, de sentirme viva y completamente distinta. Tal vez parezca un poco “fumado” pero en ese lapso de encanto, sentí como si una luz muy especial me llenara por completo. Incluso, el conductor del vehículo me miraba por el retrovisor con asombro. Fueron aproximadamente 5 minutos de ese increíble éxtasis, de sentir una excepcional dicha en medio del caos.
A partir de ese momento, me dejé llevar por los colores, sabores, aromas, sonidos y gente de tan vasto país. Al viajar nuevamente en tren no lo vi ya como una pesadilla porque además de que viajé en Chair Car Class (gracias al cielo con aire acondicionado), India me regaló paisajes incomparables a través de las ventanas del tren mientras disfrutaba cada sorbo de mi chai. Me partía el corazón ver tantas miradas vacías, ojos indios profundos, esperanzados a que les regalara algunas rupias y por supuesto que en la medida posible lo hacía además de darles mi botella de agua, sin importar que me estuviera derritiendo bajo el sol. Me di cuenta de que en México nos quejamos todo el tiempo, de tantas cosas, que no logramos apreciar nuestro entorno ni valorar lo que tenemos, al regresar a casa y dejar atrás tantas cosas me sentí agradecida.
Recomiendo a todos los viajeros que en verdad buscan una experiencia inolvidable que los deje completamente en shock vayan a India para encontrarse consigo mismos, para volver a sentirse vivos y sobre todo para aprender a ser mejores seres humanos.
4.5