Por: Armando Reyna
En 2018 fue la primera vez que visité los Países Bajos, por unos cuantos días estuve en Amsterdam y haciendo rendir al máximo el tiempo, recorrí a pie la capital neerlandesa con mi hermana y mi primo (seguro dirán que perdí la oportunidad de hacerlo en bicicleta, pero vendrá más adelante). Luego de unos días tocaba irnos a otro lugar y terminó nuestra breve experiencia en Holanda, irónicamente pensando que sería imposible vivir en un país donde nunca entendimos el nombre de las calles, donde claro todos hablan inglés, pero que sin duda alguna el día a día sería complicado.
Por razones varias a mi volver a México de las vacaciones, las cosas no iban tan bien en mi trabajo, me sentía estancado y sin posibilidades de crecer. Empecé a buscar oportunidades fuera de México, realmente animado por el espíritu viajero (entiéndase como salir de la zona de confort) encontré algunas cosas en Estados Unidos, Reino Unido y otros lugares, pero finalmente la que se concretó fue precisamente en el país donde yo hasta hace poco había estado sin entender nada.
En Agosto de 2019 finalmente me mudé a Rotterdam, Países Bajos. Finalmente todos hablaban inglés, es un país moderno y muy internacional, no lo pensé demasiado en el momento.
Al llegar y ver las cosas desde la perspectiva del local y no del viajero todo fue muy diferente; no estaba equivocado, las cosas si estaban en neerlandés y, claro, el inglés se habla sin problemas, pero era complicado integrarse a un lugar donde no conoces a nadie, no tienes vínculos con nadie y no hablas el idioma local. Las cosas cierran temprano, ver la ciudad muerta a las 18hrs era tan ajeno a mí, pues estaba acostumbrado a ver caos hasta las 22hrs por lo menos, la comida me parecía una pena, no me esperaba encontrar tacos, pero pagar 25eur por una hamburguesa más bien mala no lo entendía.
Para mi sorpresa el español no era tan raro de hablar, pronto hice amistad con gente de Venezuela, España e Italia (que tras dos copas de vino los italianos entienden y hablan (un a veces no tan mal español). Fui conociendo los lugares de los locales, si había vida luego de las 6pm, la comida ni tenía mucho remedio al principio, pero subestimamos mucho nuestra habilidad para cocinar y juntándome con gente de países con tan buenas cocinas, los planes de hacer cenas fueron en aumento.
Con esta gente empecé a ver y hacer lo que hacían los locales, con un toque latino, llegué con un miedo inexplicable a la bicicleta (vamos que después de vivir en CDMX, conoces algunas historias de terror). Ahora mi bici y yo hemos recorrido todo el sur del país, además con pandemia es la forma más segura de viajar. Delft es un pueblito para “dominguear” por sus calles antiguas y su vida relajada a sólo 45min en bicicleta (15min en tren) desde Rotterdam.
Empecé a sorprenderme de los contrastes entre las casitas de ladrillo rodeando los canales y la arquitectura súper moderna y los avances tecnológicos del país, no he retirado efectivo nunca desde que llegué, todo es digital. Utrecht tiene estos canales de dos pisos en el centro histórico y conserva mucha de su herencia monárquica, a la par que tiene edificios súper modernos y se distingue por ser una ciudad buena para vivir.
Lejos habían quedado los días de quedar en algún lugar de CDMX para comer y luego ir a un bar, ahora iba más de tomar la bici y viajar a algún pueblo cercano, donde tal vez no habría nada, pero siempre encontraríamos algo en el camino, siempre había que cargar una manta para tener un picnic en medio de la nada. Se aprecian más estos días si pasas por Kinderdijk y ves todos esos molinos que ponen en las postales de souvenirs.
De alguna manera cambiar el caos de México por una tarde recorriendo la ciudad en bicicleta fue llenando mis días, de pronto el idioma ya no me parecía tan estridente (al principio suena a que te van a escupir en la cara todo el tiempo) ahora hablo un poco (con la gracia de un simio, pero lo hablo). Los holandeses que pueden parecer gente fría y sin mucha gracia, tienen un humor igual o peor de negro que el mexicano promedio, son desinteresados, no se fijan mucho en que marcas usas, de donde vienes o que te gusta, te miden por la calidad de persona que eres en lo humano y no en lo que aparentas, llevan una agenda estricta y planean tomar una cerveza con precisión, este tema me sigue costando trabajo, pero de todo se aprende. Tip: nunca les digas “nos vemos el martes” sin intención de que sea verdad, ellos ya lo agendaron.
Aprendí a apreciar las estaciones del año, la primavera tiene flores, el verano tiene días eternos donde el Sol se pone a las 22hrs y no hay mejor tarde que estar en el parque tomando el sol mientras se bebe una cerveza con amigos, el otoño llena de color los árboles y el invierno se disfruta en casa, pareciera que fui tomando gusto por cosas muy simples, de tener miedo a la bicicleta ahora poco me molesta que llueva o incluso nieve mientras voy a dos ruedas. En Rotterdam en particular siendo la capital del diseño del país, pareciera que cada edificio y cada calle te cuentan una historia diferente según el mes, el día y la hora del año.
Vivir en otro país es recorrer lugares que como turista no aprecias, es hacer cosas que nunca considerarías antes, es volverte humilde y entender que las cosas pueden estar en otro idioma, pero las puedes entender siempre y cuando estés dispuesto a escuchar. A esto le sumo la gran experiencia de vivir en un lugar tan internacional, no hay una cultura mejor que otra, no hay ideología absoluta, no existe una razón única, pero ahora soy muy agradecido de poder escuchar más voces desde otra lengua muy distante de la mía.