Por: Viajero Profesional
5am y no está lloviendo, espero el transporte que me llevará hacia el nevado o lo más cerca que se pueda. Para mi sorpresa cuando llega ya hay varios extranjeros en él y comienza la aventura, la primera parada es en una tienda en Villamaría, para tomar algo caliente como un café o un té de coca y comprar “fiambre” para el camino.
Pasamos por Pereira y ante tanto paisaje la primera parada es en la cascada Molinos, alimentada con el agua del nacimiento del nevado del Ruíz, llegamos al hostal Campestre La Laguna para tomar el desayuno, pues está incluido en el plan, aprovechamos para romper el hielo y conocernos un poco, comentar de dónde venimos y reírnos un rato en varios idiomas jajaja.
En realidad tenía muchas expectativas de esta aventura pues tiene todo lo que más me gusta, caminar, la naturaleza y la grandeza que un nevado puede significar para hacerme sentir lo pequeño que soy para el mundo. Llegamos a la entrada del parque, unas indicaciones antes de empezar el ascenso, ida al baño más cercano y a caminar, el carro nos acercó un poco más, nos bajamos y recibimos unos bastones para apoyarnos, llevamos agua y algo de comer para recuperar calorías.
No puedo describir cuál fue el lugar más bello que recorrí, cada paso dejaba ver un paisaje impresionante, desde la vegetación del páramo hasta las inmensas rocas que enmarcan la blanca punta del nevado, la frescura inundaba el ambiente mientras el agua corría libremente por pequeñas cascadas y riachuelos, la manera más sencilla de demostrar que el nevado está vivo. Nunca había visto un pedazo de hielo tan grande en mi vida, sé que el nevado ha disminuido demasiado en los últimos años por culpa del calentamiento global o de la humanidad pero aún así fue impresionante, estar sobre el hielo, a esa altura, con una vista impresionante y saber que no tuve que salir de Colombia para encontrarlo; sonrío nostálgico cada vez que lo recuerdo.
El descenso fue más fácil y rápido, pero con algo en particular, todo lo que había visto desde abajo ahora lo podía resignificar desde la altura, como cuando dicen que no puedes recorrer dos veces el mismo camino pues para mí fueron dos lugares diferentes y al final me quedé con ganas de más, tal vez más tiempo para apreciar cada detalle o más montaña para seguir caminando y descubriendo.
Esta aventura me sorprendió y me dejó un aprendizaje inmenso, además de ayudarme a reflexionar del daño que el mundo está sufriendo cada día. Es un destino imperdible, si puedes visítalo, solo o en grupo yo contacte a viajesOlimica.com y todo salió muy bien.