Tú x el Mundo

Perdidas en el tiempo

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Por: Laura Ramirez 

Hace meses atrás, junto con dos de mis grandes y mejores amigas, tomamos la iniciativa de realizar un viaje; con destino al lugar que fuese para mí un sueño desde mi corta edad.

Atraídas por su clima tropical, su música única en cada rincón de la ciudad, y por los famosos “mojitos” de la Bodeguita del Medio sí, sí, estoy hablando del hermoso Cuba. Jamás dudamos que sería la combinación perfecta para las tres, pues somos amantes del baile, de la playa y de conocer a gente nueva.

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Y así fue, comenzamos la travesía, pues parecía algo que quedaba sólo en lo dicho, pero no nos rendimos. Sacamos nuestro pasaporte y comenzamos a ahorrar juntas, incluso vendiendo cigarrillos en nuestra universidad, para obtener un poco más jaja.Y se llegó el día esperado, cargando nuestras maletas que pesaban toneladas y eso que sólo íbamos por nueve días.

Jamás podría explicarles lo contentas que estábamos una vez que abordamos el avión, pero lo mejor fue ese momento cuando escuchamos “que estábamos a punto de aterrizar en la Bella Habana”. Lloramos de la emoción, no podíamos creer que estábamos a punto de pisar ese lugar.

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Llegar a nuestro hospedaje fue toda una aventura, pues tomamos dos guaguas para llegar a la capital, y por el camino conocimos gente tan bella y amable, incluso hicimos una nueva amiga coreana llamada ” Mika”, el inglés fue nuestro mayor logro para comunicarnos con ella. Aunque una de mis amigas no entendía nada del idioma, fue divertido también ser sus traductoras. 

Ese mismo día, conocimos una señora, ya de gran edad, que comenzó a orientarnos un poco mientras íbamos en la guagua, para llegar a nuestra estadía. Y por coincidencia, ella vivía cerca de ahí, tan amable nos llevó hasta la puerta del sitio dejándonos llevar por la confianza hacia las personas en un país diferente al nuestro.

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Y ahí, nos recibió una de las personas favoritas del viaje; la señora que nos hospedó y nos dejó bellos recuerdos, la conexión fue al instante. Nos fuimos de rumba con ella, y nos presentó con dos increíbles chicas que ella las considera como sus hijas, además pudimos celebrarle el Día de las Madres e incluso nos despidió con una gran cena típica de Cuba, que hasta nos hizo sentir como una cena de Navidad en casa, hasta la fecha recibimos mensajes de ella diciéndonos: “Hola mis niñas, ¿cómo están?.

Las caminatas fueron increíbles, nos encontrábamos con todo aquello que yo sólo veía en películas, viendo a los niños jugar por las calles, a los señores grandes fumando su puro en el balcón, a las señoras recogiendo su ropa seca de la ventana, a los pescadores en la orilla del malecón, a grupos de señores, jóvenes y niños tocando en cada esquina de las calles o fuera de los restaurantes y uno que otro chico joven, tratando de enamorarte con piropos que sólo ellos conocen, pero que hacían reír. Aún no se cómo, pero siempre adivinan de qué parte del mundo eres.

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El momento que conocimos el Capitolio y el teatro Alicia Alonso fue muy emocionante, increíblemente ya no estabamos viéndolos sólo en fotos.

Recorrer el Malecón fue cansado pero valió la pena, luciendo a todos horas con la compañía de los típico autos de todos los colores que te puedas imaginar, al igual que en la ciudad. Haciendo sesión de fotos que no podían faltar, sintiendo lo fresco de la brisa y a la vez el calor del clima, que un mojito bien frío lo recompensábamos. 

En otra ocasión recorrimos toda la Habana Vieja, por una calle que parecía que no tenía fin, en busca de la Bodeguita del Medio para degustar sus buenos platillos y un buen mojito. Esta calle estaba llena de personas de todo el mundo, y de todas los puestos de recuerdos que puedes imaginar. Visitamos cada una de las plazas, castillos y templos cercanos, a lo lejos pudimos ver un gran crucero en el puerto y al mismo tiempo una pareja de recién casados que disfrutaban de las calles para tomar su fotos.

Otra ocasión tocó visitar el monumento a José Martí y la plaza Revolución, viendo la famosa imagen del Che Guevara. Lo que fue muy significativo para mí. Pues el “Che” me recuerda mucho a mi hermano que no he visto en un par de años, estar ahí fue en su honor de cierto modo, ya que a él le causa una fascinación.

Al partir a la bella playa de Varadero, fue una experiencia muy grata. Cada día lo disfrutamos, cantamos, reímos, bailamos y vivimos simplemente el momento, sentir el sol en todo nuestro cuerpo, quedarnos dormidas en la arena después de una gran noche de fiesta, son cosas que nunca se olvidarán.

La vida nocturna era increíble, al igual que en la capital. Todos los Cubanos bailan excelente y las mujeres al cantar ni se diga, conocimos a chicos divertidos, tanto nativos, extranjeros y a unos cuantos mexicanos también. Había de todo tipo de rumba, unos muy cubanos y otros más llenos de extranjeros. Pero cada noche fue increíble bailando, que es lo que más nos gusta hacer y sobre todo juntas.

En fin, puedo decir mucho más, pero lo dejo hasta aquí. Este viaje nos dejó una gran enseñanza y comprender el dicho de “el que quiere puede”, además de un sin fin de recuerdos.

Sé que un día volveremos, porque nos dejó mucho que desear, no me importaría recorrer La Habana una vez más.