Por: Virginia Rossi
Todos tenemos sueños que vamos cumpliendo a lo largo de nuestra vida, algunos se cumplen después de mucho esfuerzo, algunos tardan un largo tiempo, otros llegan de sorpresa cuando menos te lo esperas.
Y así fue para mí, el sueño de un safari en África, de ver a los animales en su hábitat natural.
Siempre lo soñé, no sé por qué, pero siempre estuvo en mí ese deseo presente. Y un día especial, el día de mi cumpleaños, recibía la sorpresa más linda de todas, una foto de elefantes y del otro lado un itinerario de un safari. Sin poder contener las lágrimas, lo abracé a él, mi compañero de vida, mi cumplidor de sueños.
Era hora de armar las valijas, darme las vacunas necesarias, poner en orden las emociones, y salir a los pocos días rumbo a Kenia, un destino que me sorprendió desde el momento que puse mis pies en esa tierra.
Dejamos el frío de Milán atrás y luego de 8 horas de vuelo directo llegamos a Mombasa, la segunda ciudad keniata más grande tras la capital Nairobi. Apenas bajamos del avión el calor agobiante de Kenia se hizo presente en el aeropuerto abierto de la ciudad. Completamos el formulario de visado y lo pagamos (40 euros c/u), pasamos por migraciones y nos dirigimos al colectivo que nos llevaría a Watamu, una pequeña localidad costera ubicada a 105 km al norte de Mombasa. Durante las dos horas que tardamos en llegar, se podían observar los primeros paisajes de Kenia, mucho verde, sus palmeras, su tierra roja y su gente. Gente de todas las edades que caminaba descalza al borde de la ruta asfaltada cargando bidones de agua o ramas en sus cabezas. Lo último fue lo que más me dejó pensando, se sabe que hay pobreza, pero uno no es consciente de cuanta hasta que la ve cara a cara.
Llegamos a Watamu, sus playas de arena blanca, las palmeras y los jardines de coral son los protagonistas del lugar. Watamu significa “gente dulce” en la lengua africana Swahili, y sin lugar a dudas eso fue lo que encontramos. Desde la gente del hotel hasta las personas que encontramos en la calle, personas que te hablaban con la mirada y su sonrisa. Fue después de charlar con los locales, que entendí que Kenia era no solo la tierra de animales salvajes sino de aquella gente de la cual tenemos mucho por aprender.
Después de 4 días de disfrutar Watamu, llegó el momento tan esperado, el día del safari. La alarma a las 5:00am nos indicaba que era hora de levantarnos, agarrar las mochilas y subirnos al jeep con guía y conductor keniata. Nos dirigimos al Parque Nacional Tsavo Este, Antes de comenzar el viaje paramos en un pequeño negocio, compramos 24 kilos de harina, varias cajas de galletitas y caramelos, una vez de regreso, al día siguiente, se convertirían en un tesoro para muchas personas. Tres horas duró el camino de Watamu hacia la entrada del parque Nacional Tsavo Este, de las cuales solo la primera parte fue sobre asfalto, el resto todo siempre sobre tierra. Luego de muchos kilómetros, entramos oficialmente a la tierra de los animales salvajes. La radio del jeep emitía palabras en Swahili, y podíamos entender que se trataba de un mensaje importante cuando el conductor aceleraba por varios minutos o horas y se comunicaba con otros conductores. Así se informaban entre ellos cuando veían algo que valía la pena compartir con otros.
El primer encuentro fue con las jirafas, tan elegantes, en grupo, comiendo de los árboles y moviendo sus orejas sin parar. Las observamos por unos cuantos minutos, cerquita nuestro … tan hermosas.
Seguimos camino, no sé en qué dirección porque en la sabana el sur, norte, este u oeste son totalmente iguales. De repente escucho a alguien del jeep gritar ” elefantes!!!” … con el corazón latiendo a mil, me paré en el asiento para llegar a asomarme por el techo del jeep. En puntitas de pie, ahí los vi, también en familia, con una cría de unos 2 años (según nos contó el guía). De color rojizo, por la tierra donde viven, ahí estaban, enfrente mio, y no pude evitar llorar de la emoción. Son uno de esos momentos en que las palabras no salen de mi boca, y todo pasa por dentro, por las emociones. Observarlos me convertía en la persona más feliz de todas y me preguntaba si lo que estaba viviendo era real o si solo era un sueño. Sea lo que sea, sabía que estaba soñando con los ojos bien abiertos.
Y así siguió el safari, luego vimos cebras, hipopótamos, todo tipos de aves y muchos animales más. Después de unas cuatro horas de perdernos por la sabana, volvimos al hotel Voi Wildlife que se encuentra en la entrada del parque. Almorzamos, descansamos una hora, y un poco antes de que cayera el sol, volvimos a salir en busca de nuevos encuentros.
Llegó la noche y estar durmiendo a los pies del parque nacional me regalaba una sensación única. Nos advirtieron cerrar las ventanas por la cantidad de bichos que hay, pero no me importó, las dejamos abiertas con el mosquitero puesto. El escenario natural, las infinitas estrellas en el cielo, y los sonidos de animales eran la combinación perfecta para una noche especial, y no me lo iba a perder por nada del mundo.
Al día siguiente nos levantamos antes que saliera el sol, desayunamos y salimos en busca de leones, ya que se suelen ver bien temprano a la mañana. Entramos nuevamente al parque y comenzamos a ver a los animales una vez más, amaneciendo con la salida del sol. La radio encendida y alguien se comunicaba con el conductor. El jeep aceleraba cada vez más, había que agarrarse fuerte ya que el mismo no esquivaba los pozos. Me dí cuenta que íbamos en busca de algo que valía la pena. Luego de casi una hora, llegamos a un punto donde había tres jeeps, y ahí los vimos: 4 leones, dos machos, una hembra y un cachorro. Los leones son los más difíciles de encontrar, pero ahí estábamos, observando sus pasos y sus miradas. Y nuevamente las emociones se hacían presente, y no podía parar de sonreír.
Cerca del mediodía nos indicaban que en breve saldríamos del parque para volver a Watamu, y yo no quería saber nada con irme de ahí. La paz que tiene la sabana africana y sus animales es indescriptible. Te llena de emociones, adrenalina, lágrimas y sonrisas que quedan incluso después del viaje.
Ahora entiendo a toda esa gente que me habló del “Mal de África”, afecta a las personas que visitan el continente y los síntomas son la necesidad de volver, la añoranza por lo que se ha vivido en él. Antes de partir para África, el centro médico internacional en Milán nos aconsejó vacunarnos para prevenir malaria, la fiebre amarilla y la hepatitis A, entre otras enfermedades. Pero sólo ahora descubrí que para “el mal del África” no existe vacuna alguna.
Ya en camino hacia Watamu y con las emociones a flor de piel, comenzamos a parar en distintas casas y luego en una escuela. Era hora de entregar a familias aquello que habíamos comprado el día anterior. Frenamos el jeep al borde de la ruta, nos bajamos, y una familia de unos 10 miembros vino corriendo hacia nosotros, adultos y pequeños. La casa de paja que se veía a lo lejos tenía piso de tierra, no tenía ventanas, ni luz, ni agua. Ellos descalzos, algunos con ropa, otros no. No tenían nada material, se notaba…pero tenían la sonrisa y la mirada más linda que he visto. Le entregamos su tesoro, nos regalamos sonrisas y saludos. Nos agradecieron, pero los agradecidos éramos nosotros por hacernos ver lo que es ser rico aún sin tener nada. Subimos al jeep, el silencio era el único presente. Tratando de secar las lágrimas detrás de los lentes de sol, seguimos el camino; había otras familias y una escuela llena de niños que nos esperaban.
Se hace difícil poner en palabras lo vivido en Kenia. Se trata de un viaje distinto a los que estamos acostumbrados a hacer, un viaje donde las realidades son totalmente diferentes a lo que vivimos a diario. Un viaje que te hace reflexionar, que te hace preguntar una y otra vez cómo es posible que exista esa cruda realidad, que te obliga a pensar cómo podemos cambiarla, por más difícil que sea. Pero aún así siempre fue mi deseo conocer esa tierra. Como dije antes, no sé porque siempre lo soñé tanto, pero ahora que lo viví puedo decir que el sueño del safari en África era real, y que a partir de ese viaje un sueño nuevo me va a mantener siempre despierta, y ese sueño es: Regresar.
Asante Sana Kenia… =)